El Legado de Fuego: Crónicas de las 7 llamas.

Capítulo 17: El Eco de la Luz

Las escaleras descendían sin fin. Ni Kael, con su sombra guía, ni Aerya, con su percepción del viento, podían sentir el final. Solo la llama tenue del pedestal los orientaba, como un susurro que tiraba del alma.

Lira iba al frente, la mano contra la pared, sintiendo el pulso de algo antiguo. No era solo una llama lo que habitaba allí abajo. Era una memoria viva.

Al final del descenso, la piedra cambió. Se volvió clara, casi translúcida, iluminada desde dentro por una luz suave. El aire no se movía. No había eco. Solo… silencio.

Y en el centro de la sala, suspendida en una esfera de cristal flotante, una joven de piel clara, ojos dorados y cabello de luz líquida dormía. La quinta llama.

—¿Está viva? —susurró Naia.

Antes de que alguien respondiera, los ojos de la joven se abrieron.

La esfera se deshizo como polvo. Ella descendió con gracia, sin tocar el suelo. Y habló con una voz que parecía fluir por dentro del pecho de todos.

—Soy Liora, Llama de la Luz. Y he esperado este momento más de lo que pueden comprender.

—¿Sabías que vendríamos? —preguntó Lira, conteniendo su asombro.

—Desde que el fuego fue dividido, nuestras almas han girado como órbitas buscando el equilibrio. Tú, Lira… eres el núcleo. Pero no eres la única herencia.

Se acercó a Taren, que retrocedió un paso.

—Tú llevas un fragmento oculto. Uno que no pertenece ni a la sombra ni al espíritu. Uno que fue sellado con una sola palabra.

—¿“Eco”? —susurró Taren.

Liora asintió.

—Eron fue el primero. El más cercano al origen. El portador de la llama olvidada… la octava. Él no fue consumido por el Fragmento Original. Él lo contuvo.

El silencio se volvió más denso.

—¿Entonces está vivo? —preguntó Kael.

—No como antes. Su cuerpo fue encerrado más allá del tiempo, su alma dividida y dispersada. Parte de ella… está en ti, Taren.

Taren palideció. Lira lo miró con intensidad.

—¿Tú eres… un eco de Eron?

—No lo sé —susurró él—. Pero si lo soy… quiero saber por qué.

Liora tocó el suelo por primera vez. Su luz se volvió cálida, casi humana.

—Cuando reunamos las siete llamas, Eron podrá hablar con ustedes… a través de ti. Pero debemos apresurarnos. El Enmascarado ha descubierto el lugar del despertar.

—¿El lugar del qué? —preguntó Naia.

—La forja del alma. Donde fue creado el primer fuego. Si llega allí antes que nosotros… no será el mundo lo que se apagará. Será la llama de toda existencia.

Lira respiró hondo. Su fuego, ahora alimentado por cinco llamas, ardía con una claridad nueva.

—Entonces vamos. Antes de que el eco se convierta en silencio eterno.

Liora asintió, y su luz se integró al grupo, envolviéndolos con una nueva energía: visión, claridad, y esperanza.

Cinco llamas.

Una guerra que se acercaba a su punto de quiebre.

Y un nombre que ya no era solo un susurro.

Eron.




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