El Legado de Fuego: Crónicas de las 7 llamas.

Capítulo 27: Fuego en las Sombras

La llanura frente al campamento temblaba bajo el calor del entrenamiento. Eren, sudando y con los brazos marcados de quemaduras recientes, se arrojaba una y otra vez al control de su fuego. Cada estallido lo hacía retroceder dos pasos, pero su mirada —ardiente y terca— decía que no se rendiría.

—Otra vez —dijo Kael, firme—. Pero no con furia. Con intención.

—¿Y si mi intención es patearte el trasero por hacerme repetir esto veinte veces?

Kael sonrió de medio lado. —Entonces hazlo sin explotar la mitad del campamento.

Naia, a unos metros, observaba en silencio. A veces intervenía con agua para amortiguar el exceso de calor. Otras, simplemente miraba a Kael. Lira lo notaba. Fingía que no.

Esa noche, el grupo se sentó en círculo, compartiendo lo poco que quedaba de sus provisiones. Eren comía como si no lo hiciera desde hace semanas.

—¿Siempre comen tan poco? —preguntó con la boca llena.

—Cuando estás huyendo de criaturas con ojos de más, sí —le respondió Taren, sonriendo.

Pero Lira no reía. Algo dentro de ella seguía ardiendo. Desde la noche anterior, el eco del fragmento perdido la mordía por dentro. Había intentado ignorarlo, para no inquietar al grupo. Pero ya no podía.

—Él encontró otro fragmento —dijo finalmente, rompiendo el momento.

Todos se volvieron hacia ella.

—Lo sentí. No sé dónde, pero fue como una parte de mí siendo… arrebatada. Como si algo que debiera estar unido a nosotros hubiera sido reclamado por él.

—¿Otro? —susurró Liora, llevándose una mano al pecho—. Entonces lleva dos.

Aerya bajó la mirada. —Eso cambia todo. Pensábamos que estábamos por delante…

—No lo estamos —dijo Kael—. Y si seguimos perdiendo tiempo…

—¡No estamos perdiendo tiempo! —interrumpió Lira, alzando la voz por primera vez en días—. Eren es una de las llamas. ¡No es culpa suya que haya despertado tarde!

Kael la miró, serio. —Y si por salvar a uno, condenamos a todos los demás, ¿valió la pena?

El silencio se volvió denso.

Eren se puso de pie. Su expresión, usualmente burlona, estaba endurecida.

—No necesito que me protejan ni que peleen por mí. Si el tipo ese tiene otro pedazo de lo que sea, entonces vayamos por él. O al menos díganme qué demonios está pasando.

Lira se levantó también, mirando a Kael directamente.

—No vamos a dejar a nadie atrás. No ahora. No otra vez.

Kael asintió. No como alguien que acepta… sino como alguien que cede.

Esa noche, Lira salió sola del campamento. Subió a una colina cercana. Miró al cielo, donde la grieta parecía más delgada, pero más larga, como una herida que se abría con cada decisión que tomaban.

Una figura se materializó a su lado. No era real. Solo un reflejo.

Era la figura de ceniza, la misma que había visto en el templo subterráneo.

—Tu llama se fortalece. Pero el equilibrio se rompe.
La última llama no está donde crees.
Y pronto… ni tú estarás donde debes.

Lira tragó saliva.

—¿Y si ya es tarde?

La figura no respondió. Solo desapareció con el viento.

En algún lugar lejano, el Enmascarado observaba el fragmento del vacío, flotando ante él.
Y detrás de él, la tercera criatura… empezaba a moverse.




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