La noche caía sobre el mundo con una calma inquietante. Las estrellas, usualmente tan brillantes, se mantenían ocultas detrás de una capa de nubes densas. En lo profundo de un acantilado, el Enmascarado se encontraba solo, con la figura de Seth a su lado. Un largo viaje les había llevado hasta allí, donde la energía de la oscuridad parecía emanar del suelo mismo.
—Aquí está —dijo el Enmascarado, su voz grave, mientras extendía su mano hacia el suelo—. El fragmento está cerca.
Seth observaba en silencio, sus ojos reflejando una mezcla de anticipación y una frialdad que solo el Enmascarado podía comprender. La tierra comenzó a agrietarse, y con un rugido bajo, algo comenzó a emerger del suelo. Era una piedra negra, que brillaba con una extraña energía oscura.
El Enmascarado sonrió de manera sombría.
—Este es el último fragmento. El poder completo está a nuestra disposición ahora —dijo, tomando la piedra en su mano.
Seth dio un paso atrás, pero sus ojos no dejaron de observarlo. Aunque había dado su lealtad al Enmascarado, una parte de él no podía dejar de preguntarse qué sucedería cuando todo el poder fuera reunido.
Sin embargo, no tenía tiempo para dudar. Su misión estaba clara, y lo que sucediera después no importaba.
Con el fragmento en su poder, el Enmascarado miró a Seth.
—Ahora, debemos destruir a las llamas restantes. El último paso está cerca, Seth. Prepárate.
Mientras el Enmascarado y Seth se retiraban de la zona, el viento traía consigo un sentimiento de presagio, un viento que parecía resonar con la desesperación que se cernía sobre el destino del mundo.
⸻
A kilómetros de allí, el grupo de Lira había avanzado hasta una pequeña cabaña en un claro del bosque. Los rastros de Eren eran débiles, pero Lira, con su intuición, los había seguido hasta allí. Aunque el terreno estaba cubierto de huellas, parecía que el joven había sido mantenido en un lugar oculto, algo que solo los rastros del Enmascarado podrían haber guiado.
Lira dio un paso adelante y empujó la puerta de madera. Estaba cerrada, pero fácilmente cedió bajo su presión. La luz de la luna se filtraba por la ventana rota, iluminando el interior polvoriento. En el suelo, en una esquina, una figura encogida estaba tirada. Al principio, Lira pensó que era una ilusión. Pero entonces, vio los cabellos desordenados, el cuerpo tembloroso, y un leve suspiro que escapaba de sus labios.
—¡Eren! —gritó Lira al instante, corriendo hacia él.
El chico levantó la cabeza lentamente, sus ojos vidriosos y llenos de miedo. Su rostro estaba pálido, y su cuerpo temblaba. Tenía la apariencia de alguien que había estado atrapado en una pesadilla durante demasiado tiempo.
—No… no sé qué hacer… —susurró, su voz quebrada por el miedo—. No puedo controlar la llama… no puedo… ¡No quiero hacerles daño!
Lira se arrodilló junto a él, poniendo una mano en su frente.
—Eren, cálmate. Estamos aquí para ayudarte —dijo con suavidad, tratando de tranquilizarlo.
Eren parpadeó, mirando a su alrededor como si no entendiera lo que estaba pasando. El miedo en sus ojos era palpable. Tenía solo 17 años, y la carga de ser una llama lo había sobrepasado. Su llama, un fuego intenso y descontrolado, parecía consumirlo desde dentro, sin que él pudiera hacer nada para detenerlo.
—Me… me secuestraron… —continuó, balbuceando—. No quería… no sabía que el Enmascarado me estaba usando… no quería… ser parte de esto…
Taren se acercó, su rostro preocupado.
—¿Eren, qué ocurrió? ¿Qué hizo el Enmascarado contigo? —preguntó con urgencia, pero también con compasión.
Eren no pudo responder de inmediato. Su cuerpo temblaba, y su llama estaba a punto de estallar en cualquier momento. Lira pudo sentir el calor que emanaba de su cuerpo, cada vez más intenso, como una llamarada incontrolable.
—Tranquilo —dijo Lira, tomando su mano—. Estamos aquí para ayudarte. Vamos a salir de aquí y a encontrar una manera de calmar esa llama.
Pero la ansiedad en los ojos de Eren no desaparecía. En su mente, todo parecía estar en caos. No solo su vida había sido destruida, sino que ahora, no sabía cómo manejar el poder que llevaba dentro de él. El miedo y la inseguridad lo consumían. Estaba atrapado entre la necesidad de controlar su llama y el temor de perderlo todo.
—No… no puedo. Si dejo que la llama salga… ¡puede destruirlo todo! —gritó, su voz llena de desesperación.
Karla se acercó también, poniendo una mano en su hombro.
—Eren, tienes que calmarnos a todos. Lo logramos juntos antes, lo haremos otra vez —dijo, con firmeza, pero con una suavidad en sus palabras que buscaba tranquilizarlo.
Taren miró a Lira y luego a Eren. El joven estaba devastado, pero la determinación de salvarlo era más fuerte que nunca.
—Lo lograremos —dijo Taren, su voz serena—. Y juntos, Eren, vamos a superar esto.
Eren cerró los ojos, su cuerpo aún temblando, pero un leve resplandor comenzó a rodear su figura, como si su llama estuviera tomando forma. En ese instante, Lira pudo sentir que había algo más. A pesar de todo, había una chispa de esperanza en su interior.