El cielo estaba oscuro, sin luna, como si el mundo mismo hubiera comenzado a temer lo que estaba por suceder. En el aire, una tensión palpable se sentía, como si el tiempo estuviera a punto de romperse. Desde la cabaña donde el grupo había encontrado a Eren, una sensación extraña comenzaba a invadir a todos, especialmente a Taren.
Mientras Lira, Aerya, Naia y el resto de los chicos ayudaban a Eren, Kael y Karla intentando calmarlo y mantener su llama bajo control, algo comenzaba a arder dentro de Taren. Su corazón latía con fuerza, y su cabeza le dolía intensamente. Era un dolor profundo, como si algo en su interior estuviera a punto de romperse. Algo que siempre había estado ahí, dormido, esperando ser despertado.
Lira notó el cambio en él antes que nadie. Su mirada fija y distante, la forma en que su cuerpo comenzó a temblar.
—Taren… —susurró, acercándose a él—. ¿Taren, qué pasa?
Pero no fue suficiente. En el momento en que Taren intentó hablar, el dolor aumentó exponencialmente. Se dobló sobre sí mismo, con las manos en su cabeza. Un grito ahogado escapó de sus labios.
—¡Taren! —gritó Lira, pero su voz no pudo romper el sufrimiento que lo consumía.
Taren cayó de rodillas, y en su mente, comenzó a escuchar voces. Voces antiguas, susurros de un pasado que no quería recordar. Recuerdos de Eron, de quién había sido antes de ser un fragmento. Recordó la oscuridad que siempre había rodeado a Eron, el poder oscuro que poseía, y cómo, al dividirse, algo de ese poder aún permanecía en él, controlándolo.
Taren gritó nuevamente, y Lira, desesperada, intentó sujetarlo, pero él la apartó con fuerza. El dolor era tan intenso que sentía que su cuerpo no podía soportarlo.
De repente, una risa baja y siniestra llenó el aire. Lira, alzando la vista, vio una sombra moverse entre los árboles. El Enmascarado estaba allí, observándolos desde la distancia, su rostro oculto bajo la máscara.
—Es hora —dijo en voz baja, su tono lleno de satisfacción—. Taren no podrá escapar de lo que es. Al final, Eron despertará, y con él, el poder será mío.
Taren, en medio de su sufrimiento, escuchó esas palabras. La risa del Enmascarado lo atravesó como una daga, y de alguna manera, le recordó lo que había sido, lo que aún estaba en su interior. El tormento de la conexión que tenía con Eron era insoportable.
Lira, viendo que Taren no podía soportarlo, llamó a los demás.
—¡Kael, Karla! ¡Ayuda a Eren! ¡Taren está sufriendo! —gritó, mientras corría hacia él.
Kael y Karla se apresuraron a acercarse a Eren, pero Kael miró una vez más hacia Taren, sintiendo una presión en el aire. Sabía que algo estaba muy mal.
—¡Taren! —gritó Kael, acercándose rápidamente—. ¡Lira, necesitamos sacarlo de este trance!
Taren, con los ojos entrecerrados, finalmente logró levantarse. Su rostro estaba bañado en sudor, y sus ojos se habían llenado de un brillo extraño, como si estuviera luchando por mantenerse en su propia forma.
—¡No puedo…! —gimió, pero entonces una voz lo interrumpió, una voz que parecía venir de lo más profundo de su alma.
“Despierta, Taren. Soy yo, Eron. Estoy dentro de ti. Juntos, podremos conquistar todo.”
El dolor aumentó cuando la conexión entre ellos se intensificó, y Taren, con lágrimas en los ojos, se desplomó de nuevo al suelo, luchando por mantener el control.
Lira, desesperada, se acercó más a él, tocando su hombro.
—Taren, no estás solo. No estás solo, por favor, lucha —le suplicó, intentando sostenerlo con fuerza.
Aerya, viendo lo que ocurría, se acercó rápidamente con el viento a su alrededor. Ella extendió una mano, intentando calmar el aire que lo rodeaba. Sabía que la fuerza de la llama de Taren estaba afectando el ambiente.
—Debemos detener esto, ahora. Si no lo controlamos, Eron lo consumirá —dijo Aerya, preocupada.
Pero Taren, en su estado, no podía escuchar. El peso de su conexión con Eron lo estaba aplastando. Su mente se inundaba con recuerdos de un pasado oscuro, de los errores cometidos, de los sacrificios que Eron había hecho por el poder.
Taren finalmente miró a Lira, sus ojos llenos de lágrimas y miedo.
—No puedo… controlarlo —dijo, su voz rota—. Eron… está despertando dentro de mí…
Lira, sin pensarlo, se acercó y lo abrazó con fuerza. Sabía que tenía que hacer algo, pero las palabras se le atoraban en la garganta. En ese momento, Kael y Karla llegaron junto a Eren, que finalmente comenzaba a calmarse, pero no estaba fuera de peligro aún.
Kael se agachó junto a Eren, mirando a Karla con preocupación.
—¿Lo tienes bajo control? —preguntó con urgencia.
Karla asintió con la cabeza.
—Sí, pero no por mucho tiempo. Su llama es poderosa, y aún no sabe cómo manejarla. Necesitamos tiempo, pero no sé si tenemos suficiente.
Mientras tanto, Lira continuaba sosteniendo a Taren, sin poder detener el sufrimiento que lo consumía. Aerya trató de calmar la tormenta a su alrededor, pero era claro que el dolor de Taren solo se intensificaba.
—¡No dejes que Eron te tome! —gritó Lira, con los ojos llenos de desesperación—. ¡Taren, te necesitamos! ¡No puedes ceder ahora!
En ese instante, algo sucedió. Un resplandor oscuro comenzó a formarse en los ojos de Taren. Su alma, la de Eron, comenzó a arder con intensidad, descontrolada. Era el mismo fuego que había consumido a Eron en su totalidad, el mismo fuego que ahora amenazaba con consumirlo todo.
Taren gritó, pero fue un grito de liberación. No quería ser una víctima más del pasado. No quería ceder a lo que el Enmascarado deseaba.
Pero algo, en lo más profundo de su ser, se rompió.