El temblor en la tierra fue leve al principio, como un susurro bajo los pies. Pero pronto se volvió un rugido, una vibración profunda que atravesó el suelo y se elevó por el aire como una advertencia. El grupo se levantó de golpe, aún rodeando a Taren y a Eren, cuyos cuerpos estaban debilitados por todo lo ocurrido.
—¿Qué está pasando ahora? —preguntó Karla, mirando el cielo que comenzaba a oscurecerse de forma antinatural.
Lira se llevó una mano al pecho. Lo sintió: una energía inmensa, desgarradora, oscura y antigua. No era solo otro fragmento… era todos. Unidos. La presencia de Eron despertando.
—Ya es tarde… —susurró—. Lo logró.
Muy lejos de allí, en el centro de un altar tallado en piedra negra y símbolos olvidados, el Enmascarado alzaba los brazos, rodeado de las tres criaturas que lo servían. Frente a él, flotaban los fragmentos de Eron: brillantes, oscuros, palpitantes. Seth, de pie a un lado, observaba sin expresión.
—Hoy, el mundo conocerá de nuevo a su verdadero amo —dijo el Enmascarado con voz solemne—. Hoy, Eron despierta.
Los fragmentos colapsaron entre sí en un estallido de luz y sombras. Un remolino de energía se alzó hasta el cielo y descendió con violencia sobre el altar. El aire se rompió, y el tiempo pareció detenerse por un instante.
Del centro del vórtice surgió una figura.
Alta, imponente. Su cabello era blanco como la ceniza, sus ojos como abismos sin fondo. Su mera presencia provocaba miedo y reverencia. Era Eron.
—He vuelto —dijo con una voz que sonaba a muchas voces a la vez.
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El grupo no tuvo tiempo de preparar nada. Una grieta se abrió frente a ellos, y del interior emergieron el Enmascarado y Seth, seguidos por la figura recién renacida de Eron. Su mera llegada hizo que la tierra se agrietara y que el viento se detuviera por un instante.
—¡Retrocedan! —gritó Kael, colocándose delante de Taren.
Lira se adelantó también, con las manos listas y la llama encendida en sus palmas. Aerya se situó a su lado, el viento arremolinándose alrededor de su cuerpo. Karla se preparó detrás, protegiendo a Eren, que apenas se mantenía en pie.
Seth fue el primero en avanzar. Aunque su rostro no mostraba emoción, sus ojos brillaban con furia oscura.
—No tienen oportunidad —dijo, invocando la llama púrpura, oscura y vibrante que lo rodeaba.
—¿La séptima llama? —murmuró Naia—. No puede ser…
—Lo es —afirmó Lira con rabia—. Nos traicionaste.
Seth no respondió. Se lanzó de inmediato al ataque. El combate estalló. Lira y Kael se enfrentaron a Seth, sus llamas chocando con violencia. El aire se volvió insoportablemente caliente. Kael protegía a Lira de los ataques más impredecibles, mientras ella intentaba romper la defensa de su enemigo.
Aerya y Naia trataron de contener a las criaturas que emergieron tras el Enmascarado, mientras Karla mantenía a Taren y a Eren alejados del epicentro de la batalla.
El Enmascarado, por su parte, no luchaba. Solo observaba, como si supiera que la victoria ya era suya. A su lado, Eron caminaba lentamente, mirando a Taren con una mezcla de desprecio y curiosidad.
—Mi parte perdida —dijo Eron con voz baja—. Qué frágil te has vuelto.
Taren, sostenido por Karla, apenas pudo levantar la mirada.
—No… soy tú —logró decir—. Nunca más.
—Lo eres —respondió Eron—. Y muy pronto… regresarás a mí.
Una ráfaga de energía oscura salió disparada hacia él, pero Aerya desvió el ataque con una ráfaga de viento en el último segundo.
—¡Taren no es tuyo! —gritó—. ¡Y no vamos a dejarte hacer esto!
El campo de batalla se convirtió en un caos. Las llamas rugían, el viento azotaba, y la oscuridad crecía con cada instante. Seth peleaba con fuerza, pero Kael lo retenía. Aun así, era evidente que ninguno de ellos estaba preparado para una batalla contra Eron, no ahora que había regresado con todo su poder.
Lira fue lanzada al suelo por una explosión de Seth. Se levantó tambaleante, con la mirada fija en Eron.
—No podemos vencerlos… no así —dijo entre jadeos.
Kael cayó junto a ella, también herido.
—Pero tampoco podemos huir —respondió—. Si lo dejamos escapar, el mundo no sobrevivirá.
La batalla continuó, sin resolución a la vista. Pero algo había cambiado. La guerra ya no era por fragmentos o poder. Ahora era por la supervivencia.
Y Eron… Eron estaba de vuelta.