La batalla no cesaba.
Seth y Kael chocaban llama contra llama, mientras Aerya y Naia daban todo por mantener a raya a las criaturas del Enmascarado. Karla defendía con lo que podía a Taren y Eren, aún débiles, sin dejar de lanzar ráfagas protectoras para cubrir a los demás. Lira, sin embargo, tenía la mirada clavada en Eron, como si un hilo invisible los uniera.
El antiguo dios caminó con calma entre el caos. Las llamas no lo tocaban. El viento lo rodeaba sin dañarlo. Eron era más que magia. Era algo que no pertenecía al mundo actual.
Se detuvo frente a Taren, y Karla se interpuso con desesperación.
—¡No lo toques!
Eron alzó una ceja.
—No lucho con mortales, niña.
Un simple movimiento de su mano bastó para lanzar a Karla varios metros atrás. Taren, tambaleante, trató de retroceder, pero sus piernas fallaron. Lira gritó su nombre, y corrió hacia ellos, pero Seth se interpuso.
—¡No! —gritó ella—. ¡Taren!
Eron alzó su mano sobre el pecho de Taren, y el muchacho gritó cuando una luz blanquecina emergió de él. Era tenue, vibrante… su esencia. El fragmento.
Lira sintió que algo se desgarraba dentro de ella.
—¡Detente! ¡No lo hagas!
Tarde. Eron cerró el puño, y el fragmento fue absorbido por su cuerpo.
Taren soltó un suspiro ahogado. Sus ojos se apagaron.
Y su cuerpo se deshizo como ceniza al viento.
El silencio fue absoluto.
Kael, Aerya, Karla, todos se congelaron. Seth también pareció dudar por un instante.
Lira cayó de rodillas. El aire se volvió pesado, su visión borrosa. Algo en su interior… algo que llevaba conteniendo por demasiado tiempo… se rompió.
Una llama ardió, no como las anteriores. No era fuego común. Era una mezcla de ira, dolor y poder puro. Una explosión blanca con matices dorados envolvió su cuerpo.
—¡LIRA! —gritó Kael, pero fue arrastrado por la fuerza que emergía de ella.
El suelo se quebró, el cielo se rasgó. El viento rugió, y una luz cegadora lo cubrió todo.
Lira flotó en el aire, los ojos en blanco, su cabello ardiendo en llamaradas doradas. Su grito resonó como el lamento de todo un mundo.
Y entonces ocurrió.
Todo lo que estaba a su alrededor… se desintegró.
El cuerpo de una de las criaturas del Enmascarado fue reducido a polvo. Seth fue lanzado por la explosión y se estrelló contra una roca. El Enmascarado retrocedió con los ojos abiertos por primera vez.
Pero no fue eso lo que paralizó a los demás.
Fue lo que vieron en el rostro de Lira. No había compasión. No había humanidad.
Solo rabia. Y poder absoluto.
Aerya, débilmente, susurró:
—Es… la visión…
Karla cayó de rodillas. Lo recordaba. La visión que Lira les había contado, aquella en la que todos morían… y donde ella misma se convertía en el Enmascarado.
Lira descendió lentamente, el suelo bajo sus pies carbonizado. Su mirada recorrió el campo de batalla… y por un instante, sus ojos se cruzaron con los de Kael.
Él vio el vacío. El mismo que había visto en los ojos del verdadero Enmascarado.
—¿Lira…? —preguntó.
Pero ya no era ella.