El Legado de Fuego: Crónicas de las 7 llamas.

Epílogo – El Nombre del Viento

Pasaron los años.

Las llamas, tras la guerra y la pérdida, eligieron seguir caminos distintos, pero el vínculo entre ellos jamás se rompió. Karla se convirtió en sanadora, llevando consuelo a los pueblos arrasados por el conflicto. Kael fundó un santuario para jóvenes con dones oscuros, enseñándoles a no temer lo que eran. Naia volvió al mar, convirtiéndose en guardiana de su gente. Seth, marcado por la culpa y la redención, recorrió el mundo buscando equilibrio. Eren, ya mayor, aprendió finalmente a controlar su fuego… y a perdonarse.

Pero Aerya jamás dejó de buscar.

No el peligro. No otra batalla.

Buscaba a ella.

A Lira.

No por necesidad de una guerrera, sino por lo que no se dijeron. Por lo que quedó suspendido entre un susurro y una despedida.

Y un día, en un valle donde el viento siempre soplaba con dulzura, la encontró.

Una joven de unos diecisiete años. Pelo oscuro con reflejos rojos al sol. Ojos que parecían contener una llama dormida. Caminaba por los campos como si ya los conociera, como si los recordara desde otro mundo.

—¿Hola? —le dijo la chica al verla. Tenía una sonrisa tranquila—. ¿Está perdida?

Aerya sintió que el tiempo se detenía.

—No… solo estaba… buscando a alguien —respondió con dificultad, mirando esos ojos que tanto había llorado.

—¿A alguien como yo? —preguntó la joven, ladeando la cabeza, divertida.

—Quizás —susurró Aerya, conteniendo las lágrimas.

—Mi nombre es Lyra —dijo la muchacha—. Raro, ¿no? Mi madre dice que lo soñó antes de que yo naciera. Como si el viento se lo hubiera susurrado.

Aerya soltó un leve sollozo, pero sonrió. El viento sopló entonces, suave… cálido… familiar.

No dijo nada más.

Solo se acercó, y se sentó junto a ella.

Y supo que esta vez, no la dejaría ir.

Fin?




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