Sábado 5 de agosto de 2017
Santa María de Punilla, Hospital Colonia Santa María de Punilla
13.33h
El crujir de las ramas secas era el único sonido que percibíamos en el lugar, pues ni las hojas se movían. Parecía que todo estuviese armado para mantenernos asustados. Seguimos las indicaciones de Leandro para poder llegar al área prohibida, el frío nos recibía como una neblina envolvente, tenue pero fatal.
Los chicos se aferraron a las linternas, yo sostuve la cámara, tratando de no temblar tanto por lo helado que estaba aquí. Subimos por las escaleras que estaban al final de uno de los pasillos, y antes de subir el último escalón, escuchamos un ruido proviniendo de dicha área.
Víctor se quedó helado, observándonos con pánico y arrepentimiento, Lucas no podía apartar la mirada del pasillo. Estábamos expectantes por saber qué sucedería, ninguno se animaba a dar un paso hacia delante.
Así que lo hice yo, ya que tenía la cámara debía captar todo. Avancé hasta ver el pasillo oscuro, tenía varias cintas amarillas que anunciaban peligro, pero estaban tiradas a los costados, como si ya hubieran entrado ahí antes. Escuchaba los susurros insistentes de mis amigos que decían que no lo hiciera, debía admitir que la curiosidad me estaba consumiendo.
El olor a heces y putrefacción comenzaba a hacerse más fuerte, llegando a un punto que me daban arcadas. Levanté el cuello de mi buzo para cubrir mi nariz, mientras avanzaba lento, procurando captar todo lo que sea que estuviese en la oscuridad.
—Eu —Leandro me detuvo, tirando de mi ropa—. Para, ¿y si alguien murió? Nos van a echar la culpa, abajo hay un ritual hecho hace poco... tal vez los que estuvieron acá lo usaron para esa persona —inmediatamente se cubrió con el barbijo.
—Que olor a mierda, por dios —dijo Lucas, haciendo un gesto como si fuera a vomitar.
Víctor se quedó cerca de las escaleras, pero nos observaba atento para ver si seguirnos o salir corriendo.
Nosotros nos acercamos lo más que pudimos, a pesar del horrible olor que provenía de una de las habitaciones, parecía haber restos de comida y ropa, como si alguien estuviera viviendo aquí. Lo cual no era una sorpresa para nosotros.
—Bueno, sea un muerto o un vago, deberíamos preguntar a los del pueblo, para saber si lo conocen. Aunque para mi está muerto. No creo que haya que dejar este asunto de lado, como si él o ella no fueran nada —murmuré a penas para no absorber por mi boca la descomposición del cuerpo.
Leandro me puso el barbijo de inmediato. Apagué la cámara, y tomé uno de los fierros que estaban en el suelo. Fui acercándome lentamente hacia el marco de la puerta de donde provenía el olor, estaba preparado por si intentaba atacarme, pero lo que vi por la luz de mi linterna me dejó horrorizado.
Una mujer, de aproximadamente unos treinta años de edad, estaba acostada en el suelo con un bebé que se encontraba sentado. Ella mostraba signos de haber estado muerta hace varios días, estaba totalmente hinchada, morada casi... azul por el frío. Ese bebé parecía estar en camino a eso, era el que estaba haciendo ruido aquí, pues tenía una tapita de metal que arrojaba al suelo y la levantaba, sus vestiduras no lo abrigaban demasiado.
Volví casi corriendo hacia los chicos, quitándome el barbijo para poder tomar bocanadas de aire.
—Hay un muerto, ¿verdad? —murmuró, totalmente asustado, Víctor.
—Es una mujer y un bebé, aún está vivo el niño. Hay que sacarlo de ahí —dije agitado, agachándome un poco para poner mis manos en mis piernas.
—¿Un bebé? —cuestionó Leandro, frunciendo el ceño.
Sin dudarlo, ajustó el barbijo y se puso los guantes de látex, dejó la mochila en el suelo y se acercó al lugar corriendo. Si se trataba de una vida en peligro, él se olvidaba de todos los factores del entorno, y pensaba más en la salud del que estuviera en riesgo.
En menos de lo que esperábamos, regresó con algo pequeño en una mano, y no precisamente el bebé... era un juguete.
—¿Qué...? —susurre sin entender nada.
Leandro se quitó el barbijo de manera violenta y me arrojó ese peluche sucio al pecho, lo atrapé en mis manos, el polvo ensució mi ropa.
—Si querés hacerte el gracioso más te vale que sea en otro lado —tomó con fuerza su mochila y se dirigió a las escaleras para bajar velozmente, quitándose los guantes con brusquedad.
Lucas no quiso opinar nada al respecto, pero fue tras él. Ahora si estaba totalmente confundido.
Lo siguiente que sucedió es que nos quedamos en silencio, yo guardé el juguete en una bolsa para revisarlo luego, pero no hablé con ninguno y preferí agachar la cabeza. Yo sé lo que mis ojos han visto, el ruido no podría provenir de algún roedor, porque parecía que ese niño estuviese jugando con esa tapa de metal. Y ahora que lo pensaba bien... la hubiera llevado para investigar por mis propios medios.
En el colectivo de regreso a la ciudad, Víctor se sentó a mi lado, como si demostrara su comprensión a la situación. Lucas ni siquiera me miraba, al parecer fue más divertido para él tomar una cuerda de un ritual satánico e imitar a un viejo youtuber, que hallar ese lugar "prohibido" y toparse con ese aroma espantoso.
Me pasé el resto del viaje escuchando música clásica, necesitaba despejar mi mente de todas estas cosas que estaban sucediendo en mi entorno, luego hablaría con Leandro, tal vez si reunía las suficientes pruebas podría demostrarle que no estoy loco, que en verdad los vi: a la mujer y al niño.
En el sueño
Me encontraba en una casa familiar, estaban conmigo cuatro personas más que no conocía, discutían entre ellos sobre la manera de tener más seguro éste lugar. En mi mente se pasaba la idea del anterior sueño que había tenido, si era eso... era una terrible coincidencia o un presagio.
Caminé hacia lo que era el living, los ventanales estaban tapados por muebles apilados, aunque no cubrían ciertas partes, como si necesitaran espiar qué sucedía del otro lado. A un costado de uno de los sillones, se encontraban pequeños fierros en forma de rosca, se veían bastante pesados. Tomé uno, sólo por si necesitaba defenderme.
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Editado: 13.07.2019