La calma no había encontrado un espacio dentro de mí. La lógica y la razón no podían ofrecerme una explicación ¿Acaso mi obsesión se había transformado en esquizofrenia?
Después de salir corriendo en medio de la noche, un policía frenó mi alocada carrera, al notar que mi urgencia rozaba la demencia decidió llevarme a la comandancia para una valoración mental. Aunque reacia, la policía decidió investigar mi caso, debido a que no es muy común que un criminal destruya propiedad privada sin motivo.
Mi valoración psicológica no arrojo nada extraño ni anormal; se levantó mi denuncia conforme a protocolo. Al salir recogí mis pertenencias que estaban en mi abrigo: billetera, una pequeña navaja suiza, un bolígrafo negro, una libreta pequeña, un encendedor y un par de cigarrillos. El abrigo fue lo último que tomé al salir corriendo.
Esperé un par de horas en un restaurante nocturno, hasta que el sol saliera. Solamente los que han visto los horrores de la noche anhelan la luz del día. Al llegar a casa, una carta en la perilla de la puerta me esperaba, tras abrirla, inmediatamente reconocí la tipografía: fue escrita en una máquina Olivetti Lettera 32. Una inscripción rezaba:
Encuéntrame en Maine, aquí tengo una tumba para ti.