El resplandor de la luna repartió su brillo en un área boscosa específica, marcando a un hombre dormido. Su cabello rubio de punta lucia salvaje, en sus mejillas tenía dos bigotes particulares parecido a los felinos. Su cuerpo estaba envuelto por una armadura feudal tan similar a los samuráis. Una de las contradicciones de sus rasgos, es que no parecía asiático, cabe la posibilidad que fuera un estadounidense, o simplemente un nórdico.
A su alrededor, habían seres ocultos entre la maleza, sus aspectos no eran tan distinguibles en la oscuridad, pero sus ojos brillaban, algunos de verdes, otros de marrón y así continuamente. El hombre estaba tan cansado y atrapado en su mundo de los sueños que jamás se dio cuenta que lo observaban.
Tan pronto como oyeron un gruñido de dolor, ocultaron su presencia. El humano anteriormente cansado había despertado de su letargo. Paso sus manos claras por su rostro, sus ojos se abrieron y parpadeo como cualquier otro ser vivo, sus ojos eran extraños, demasiado anormales para un hombre joven. Nadie los pudo apreciar, algo no les permitió hacerlo como si hubiera algo o alguien que bloqueara la visión de sus ojos al resto.
El extraño humano miro su entorno con desconcierto, analizando en donde se encontraba. En pleno silencio, el ambiente se tornó incómodo para aquellos seres que se encontraban muy cerca del humano. Se sentían observados por esos ojos que no podían distinguir, para ellos eran llamas intimidantes que ardían incluso en las noches más frías.
—¿Dónde estoy? —pensó. Giro su cabeza y miro los alrededores cautelosamente, sentía las presencias no hostiles. Esa sensación molesta de ser observado nunca desapareció.
Pronto tomo una decisión. Se levantó tan rápido como pudo, sentía como la regeneración hacia efecto, sanando su cuerpo debilitado, y sus ojos volvieron a la normalidad. Fue en ese entonces que el resto de los seres descubrieron esos hermosos e imponentes ojos azules ardiendo en el bosque oscuro y por encima suyo, la luna brillando en todo su esplendor, dando por resultado, una apariencia imponente.
Se agacho, y recogió la máscara que yacía en el suelo, la limpio y se la puso, escondiendo su rostro en el proceso, y su mirada brillo aún más bajo el manto de la luna. Debido a eso, los seres ocultos se estremecieron por su máscara, la cual tenía la forma de un zorro demoniaco sin expresión. Intimido a todos por igual, y la presión que recaían sobre sus hombros era bastante poderosa, aterradoramente cercano a los dioses menores o incluso superior.
Y, sin embargo, sus temores aumentaron cuando vieron que el humano ahora enmascarado se acercaba a ellos despreocupadamente, como si supiera que estaban allí, escondidos. Pero algo sucedió. Fueron ignorados completamente pero jamás se confiaron cuando notaron que el humano los miró, de hecho, se asustaron y luego suspiraron al ver que nunca los daños, y simplemente se marchó del lugar tomándolo como seres no hostiles.
Los demás suspiraron de alivio, sin embargo, sin saberlos sintieron ese pesado sentimiento de la naturaleza. Todos vieron como el humano se marchó mientras su capa negra fue sacudida suavemente por el soplar de los vientos, y cuanto más camino, mas se desvaneció antes los ojos de los demás.
Tan pronto como se marchó, llego a un pueblo solo para descubrir que no estaba en su mundo, o al menos no parecía haber llegado al país del fuego, lo que lo sorprendió fue un dúo vestidos de azules apuntándolo con un fierro extraño de metal, no pudo entender lo que decían, pero no había nada que el genjutsu no puede solucionar.
Se había dado cuenta que las personas tenían el suficiente chackra para vivir, fue debido a esto que las personas eran bastantes maleables y frágiles antes las técnicas ilusorias. Y pensó que tan diferentes eran los civiles de aquí y los civiles de Konoha.
Sonrió nostálgico. Había pasado demasiado tiempo, quizás han pasado diez años, cien, incluso siglos. El tiempo fuera de la tierra funciono muy diferente para su mente y físico, incluso si su padre abandono este mundo, quería verlo al menos una última vez, ni hablar de su madre y hermana.
Los extrañaba mucho. Extraño el amor madre le otorgo antes de ser asesinada y a su hermana que tanto protegió, fallando miserablemente, había sido asesinada en una misión secreta. Nadie sabía nada, incluso su padre y maestro.
—¿Quién eres? —pregunto un susurro que hizo eco por el bosque que actualmente descansaba. El humano no respondió, decidiendo que no tenía motivos para decir su identidad.
—¿Quién eres, alma sufrida? —reitero la pregunta el susurro, esta vez tenía un tono casi rayando lo maternal y lastima hacia su persona—. Me presento, alma en pena. Soy Gea, madre de la tierra.
El humano debido a su ubicación, respondió y por consecuente, revelo su identidad.
—Soy Uzumaki Boruto, hijo del hombre y legado del niño de la profecía—respondió, su voz sonaba seca, deteriorada, quizás el silencio y el dolor de las guerras provocaron esos cambios en su cuerpo. Su mirada ardía de dolor.
—¿Legado de la profecía? —repitió lo último, el susurro identificado como "Gea".
El identificado "Boruto" no respondió. Su rostro oculto bajo la máscara se mantuvo estoica, mas no se detuvo y se marchó de los susurros considerándolo como una respuesta cumplida.
Gea al notar sus acciones, se enojó por tal osadía, pero no lo daño, pues respondió su pregunta y respeto su persona, no es que le haya faltado el respeto, ni daño a sus creaciones, además podía sentir un rastro de la naturaleza en él. Solo vio a través de la nada como el hijo del hombre se alejó en sintonía armonía. Ignorando todos seres no hostiles a su persona, cosa que lo sorprendió.