Entré a casa y, de repente, vi a mis padres y a mi abuela esperándome con los brazos cruzados. El ambiente se sentía tenso, tan denso que casi podía cortarse con un cuchillo. Mi mamá fue la primera en romper el silencio.
—¿Se puede saber dónde estabas, jovencita? —me dijo con el ceño fruncido. Y sí... cuando mi mamá se molesta, da miedo. Literalmente.
—Estaba en un café con unos chicos que conocí. Le pedí permiso a la abuela, así que no tienen por qué molestarse —respondí con voz temblorosa, sintiendo cómo los nervios me apretaban el pecho. Sé muy bien cómo se pone mi mamá cuando algo no le parece. Una vez, cuando tenía doce, llegaba tarde al colegio y me lanzó un puñete tan fuerte que me sangró la nariz. Lloré tanto ese día... y cuando la gente me preguntaba qué me había pasado, ella decía que me había golpeado con un poste. Desde entonces, aprendí que lo mejor era ser la hija perfecta: ordenada, con notas impecables, y sin dar motivos para enojarla.
"No la hagas enojar... no otra vez."
—Emma, yo creí que no te ibas a demorar. Ahora son las 9:30 a.m. y tú saliste a las 8:00 —dijo mi abuela, seria, pero también preocupada. Ella siempre ha sido mi refugio, no quería causarle angustia.
—Lo sé, abuela. Perdón. Sé que me demoré, pero me perdí, y mis nuevos amigos me acompañaron hasta la casa —respondí intentando sonar segura, aunque por dentro me estaba muriendo de miedo.
"No llores... mantén la calma... no te quiebres ahora."
—¿Y se puede saber quiénes son esos amigos tuyos? —preguntó mi papá, con tono de interrogatorio, como si sospechara de todo.
—Sí, papá. Son Julián, Mía, Harper, Nathan y Eliot —dije con una sonrisa nerviosa y levantando los pulgares como si eso ayudara a suavizar el ambiente.
—Oh, así que conociste a los chicos... son buenas personas —dijo mi abuela, cambiando de tono a uno más alegre. Su expresión se iluminó y eso me dio un poco de paz.
"Uf... un punto para ti, Emma."
—Sí, abuela. Me cayeron súper bien —contesté, esta vez con una sonrisa más genuina.— ¿Sigues molesta? —le pregunté a mi mamá con un hilo de voz.
Ella no respondió, solo giró la cara.
—Bueno... yo voy a subir a mi habitación —dije antes de abrazarlos rápidamente y escapar de esa sala que parecía una sala de juicio.
Ya en mi habitación, saqué un libro de psicología del escritorio y me puse a leer para calmarme. Justo cuando empezaba a relajarme, recibí un mensaje de Mía:
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Mía:
Holis Emm, Harper y yo casi siempre hacemos pijamadas, y como ahora eres nuestra amiga, queremos que tú también estés con nosotras. ¿Puedes venir? Espero tu respuesta.
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Leí el mensaje como tres veces. ¿Una pijamada? ¿Yo?
"Es tu oportunidad de hacer amigas de verdad, Emma. Vamos, pregúntales."
Bajé las escaleras lentamente y encontré a mis padres en la sala.
—Mamá, papá... ¿puedo ir a una pijamada en la casa de una amiga?
—Hija, recién las conoces. No sé si es seguro darte permiso —dijo mi mamá con desconfianza. Otra vez esa mirada...
—Por favor, mami. Nunca he ido a una pijamada —supliqué con la voz más dulce y convincente que pude encontrar en mi interior.
—Está bien, Emma... pero ten cuidado —cedió finalmente, y no pude evitar sonreír de felicidad.
—¡Gracias, mami! ¡Muchas gracias! —la abracé con fuerza—. Voy a ir a alistarme.
Corrí a mi habitación, tomé mi teléfono y llamé a Mía para confirmarle que iría. Luego preparé lo esencial: pijama, algunas películas, snacks y esas cositas que siempre aparecen en las películas de pijamadas, como esmaltes y mascarillas.
"Ahora sí, Emma... vas a vivir algo nuevo. No la arruines."
Todo listo. Bajé de mi habitación y salí rumbo a la casa de Mía. Me había enviado su dirección por mensaje, y, para mi suerte, vivía cerca de la casa de mi abuela. Difícil perderme, pensé.
Al llegar, noté que su casa era mediana y acogedora, muy parecida a la de mi abuela. Toqué el timbre con algo de nervios y fue Harper quien abrió la puerta.
—¡Hola, Emma! Qué bueno que viniste —dijo abrazándome con fuerza.
—¡Hola, Harper! Sí, yo también estoy feliz. Es la primera vez que me invitan a una pijamada —dije emocionada, sintiéndome, por fin, parte de algo.
"Estás comenzando a vivir, Emma. Disfrútalo."
—En ese caso, ¡nos vamos a asegurar de que vivas la mejor experiencia! —dijo Harper muy emocionada.
Me hizo pasar a la casa y subimos directamente al cuarto de Mía.
—¡Emm, viniste! ¡Qué emoción! —exclamó Mía abrazándome con fuerza.
Yo solo asentí con la cabeza, un poco tímida. Tranquila, Emma, son tus nuevas amigas. Todo va bien. Solo relájate y disfruta la noche, me decía a mí misma.
Comenzamos la pijamada viendo una película de terror. Perfecto, este es mi género favorito. Espero que a las chicas también les guste… aunque, por cómo Mía se tapa la cara, no estoy tan segura.