El Legado De Las Sombras

CAPITULO 9

La oscuridad lo envolvía todo. Las ramas de los árboles se mecían lentamente con el viento helado, y el sonido de nuestras pisadas crujía en la hierba húmeda. El campo de fresas estaba completamente vacío… o eso parecía.

—Aquí fue —susurró Harper, encendiendo su linterna y señalando un punto exacto del terreno.

Nos acercamos despacio, como si cualquier ruido fuerte pudiera despertar algo dormido bajo la tierra. El lugar parecía normal, incluso pacífico. Pero había una energía que no podíamos ignorar. Era como si el aire estuviera cargado de recuerdos… de algo oscuro que se negaba a desaparecer.

—Chicas, miren —dijo Mía de pronto, agachándose a recoger algo. Era una pulsera rota, con cuentas negras y una letra grabada: "R".

—¿Renzo? —dije en voz baja, con el corazón a punto de estallar. ¿Él había estado aquí?

—Tiene sentido… si este es uno de sus lugares. Tal vez vino a dejar algo. O a buscarlo —comentó Harper, con el ceño fruncido.

—O a hacer daño —añadí sin pensar.

Nos miramos en silencio. La tensión era tan densa que parecía que el aire se había congelado. De pronto, se escuchó un crujido detrás de nosotras. Las tres volteamos al mismo tiempo.

—¿¡Quién está ahí!? —grité, alzando mi linterna.

Pero no había nadie. Solo ramas moviéndose. O al menos, eso creímos.

—No estamos solas —dijo Harper, más segura que asustada—. Hay alguien más… lo siento.

Tragué saliva. Mis manos temblaban.

—Tenemos que encontrar más pistas y largarnos de aquí —dijo Mía con voz firme, aunque su mano seguía aferrada a la mía con fuerza.

Caminamos un poco más y entonces vimos algo que nos dejó frías. En una parte del campo, entre la tierra removida, asomaba un pedazo de papel.

Harper se adelantó y lo sacó con cuidado. Era una hoja arrugada, manchada de tierra. En ella había un símbolo dibujado con tinta negra: un círculo con un triángulo dentro, y en el centro, un ojo.

—Este símbolo… lo vi antes —murmuró Harper—. En un libro que mi abuelo escondía. Nunca me dijo qué significaba… solo que debía alejarme de cualquiera que lo llevara.

—¿Creen que tenga que ver con los encapuchados? —pregunté, apretando los labios. El corazón me palpitaba como si quisiera escapar de mi pecho.

—Es muy probable —dijo Mía, y por primera vez la vi realmente asustada.

¿Qué demonios estábamos enfrentando? Ya no eran solo rumores o historias antiguas… esto era real. Y cada vez más oscuro.

—Ya tenemos suficiente —dijo Harper—. Vamos a mi casa. Necesitamos investigar este símbolo antes de que alguien descubra que estuvimos aquí.

Asentimos sin decir nada. Subimos rápidamente al auto, con los nervios a flor de piel.

Durante el camino de regreso, nadie habló. Solo se escuchaba el sonido del motor y nuestros corazones latiendo con fuerza. La noche parecía eterna.

Pero algo era claro para mí:

Ese símbolo significaba algo peligroso. Y no íbamos a descansar hasta descubrirlo.

—Ya tenemos suficiente —dijo Harper con el símbolo aún en la mano—. Vamos a mi casa. Necesitamos investigar esto antes de que alguien descubra que estuvimos aquí.

Estábamos a punto de dar media vuelta cuando otro crujido, esta vez mucho más cerca, nos hizo congelarnos.

—Esa… no fui yo —susurró Mía con los ojos abiertos como platos.

—Ni yo —dije, sintiendo que la sangre me abandonaba el rostro.

Apagué mi linterna. Harper y Mía hicieron lo mismo. El silencio se hizo más pesado. Solo se escuchaba el viento, y, de pronto… un susurro. Casi imperceptible. Como si el campo respirara.

¿Estoy alucinando… o alguien dijo mi nombre?

—¿Lo escucharon? —pregunté, temblando.

—Sí —murmuró Harper—. Lo dijeron muy bajo… como si no quisieran que supiéramos de dónde venía.

—Tenemos que correr —dijo Mía casi en un hilo de voz.

Pero no nos movimos. Era como si algo nos sujetara los pies al suelo. El miedo. La duda. El presentimiento de que si dábamos un solo paso, algo iba a suceder.

Y entonces... vimos una figura.

Allí, entre las sombras, al final del campo. Parada. Sin moverse. Observándonos.

No distinguíamos el rostro. Solo que llevaba una capa oscura y parecía... esperarnos.

—Emma… ¿lo estás viendo? —dijo Harper, sujetándome el brazo con fuerza.

Asentí sin poder decir palabra. La figura dio un paso. Luego otro. Se acercaba, lentamente, como si disfrutara vernos congeladas del miedo.

—¡Corre! —gritó Mía de repente, jalándonos a ambas.

Y corrimos.

Corrimos con todas nuestras fuerzas por el mismo camino por donde llegamos, sin mirar atrás. Mi corazón golpeaba con violencia. Las ramas me rasguñaban los brazos, pero no me detuve.

No sabía si esa figura nos seguía, pero no podía arriesgarme a mirar.

Cuando llegamos al auto, Harper sacó las llaves con manos temblorosas.

—¡Apúrate! —gritamos Mía y yo al mismo tiempo.

Harper logró abrir la puerta. Subimos de golpe, cerrando todo con seguro. El interior del coche estaba helado, como si la figura hubiera dejado una estela de frío.

Harper arrancó, y el motor rugió. Salimos de ahí tan rápido como pudimos.



#1924 en Thriller
#935 en Misterio
#8974 en Novela romántica

En el texto hay: 20 cap

Editado: 15.07.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.