El legado Oculto

Capitulo 1- El susurro de lo inevitable

El frío me eriza la piel mientras corro por las calles vacías. Cada inhalación quema, y el corazón late con tanta fuerza que retumba en los oídos. Las farolas titilan a lo lejos, proyectando sombras largas sobre el pavimento.

Hay algo raro en el ambiente. No es solo el silencio, ni el viento helado contra la cara. Es algo más profundo. Una certeza que se clava:

No estoy sola.

Lo presiento antes de verlo.

Una figura aparece de la nada, justo frente a mí. No escucho pasos. No hay advertencia. Simplemente está ahí.

Su presencia me inmoviliza. Alta, envuelta en una capa que se agita levemente. No distingo su rostro, pero su sola existencia abruma.

—¿Quién eres? —pregunto, la voz apenas sale.

Silencio.

No responde. No se mueve. Solo me observa. El aire se vuelve más denso, como si el tiempo se comprimiera.

—¿Qué quieres?

Nada. Sigue en su sitio.

Y entonces, da un paso.

Lento. Preciso.

Me paralizo. Un escalofrío me recorre entero el cuerpo.

—Sabes lo que está por venir —dice, con una calma que no tranquiliza.

La voz me golpea. No la reconozco, pero algo en mí sí lo hace.

—No... no entiendo —murmuro, temblando.

Otro paso.

El aire pesa más. Ya no es solo miedo. Es real.

—Tienes que hacerlo. No hay otra opción.

La seguridad en su tono me desarma.

Algo invisible me rodea. Una fuerza extraña me empuja sin tocarme. La piel se hiela. Quiero moverme. Correr. Gritar.

Pero el cuerpo no reacciona.

Y de pronto, el dolor. Fuerte, profundo, como si me arrancaran algo desde adentro. Me dobla. El aire se traba. El pecho arde.

Caigo al suelo. No siento los brazos. Todo se distorsiona.

Y entonces, oscuridad.

Sorda. Total.

Un grito desgarra la noche.

No es mío. Pero lo escucho. Lo siento.

Dolor, angustia, terror... todo a la vez.

Mis manos tiemblan. No puedo respirar.

—¡No! —grito llena de temor.

El sonido continúa. Se queda en el aire, pegado a la piel, hasta que, de pronto, se corta.

El vacío que queda pesa más que el ruido.

Y otra vez, el silencio. Más intenso. Vivo.

No estoy sola.

Lo sé.

Un susurro.

—Elena...

Me estremezco.

Es apenas un aliento. Casi inaudible. Pero lleva algo dentro.

Miedo.

Un miedo que reconozco como propio.

El silencio se alarga, sofocante.

Y entonces, el despertador suena.

Parpadeo.

La luz llena la habitación.

Estoy en mi cama. El sol entra por la ventana.

Pero el miedo sigue ahí. No se fue con la noche.

Miro alrededor, buscando algo que me confirme que todo fue real.

No hay nada.

⸻ ☾ ⋆⁺₊✦✧✦₊⁺⋆ ☽ ⸻

El sonido del reloj llena la sala. Todo sigue igual, aunque yo no esté del todo despierta. El olor a café llega antes que la luz. Bajo las escaleras sin prisa.

Mamá está en la cocina, tarareando mientras unta mermelada sobre una tostada. Luce igual que siempre: moño apretado, blusa celeste, pantalones beige. Todo en ella parece en orden... hasta que me mira.

—¿Dormiste bien? —pregunta sin mirarme del todo, mientras extiende la mermelada sobre una tostada.

Asiento. No me sale hablar. Mamá lo nota, pero no insiste. Solo me acerca el plato con ese gesto silencioso suyo que dice más que las palabras.

—Come algo antes de salir. La comida fría no alimenta —dice. Su tono es práctico, pero por su mirada se que nota que no estoy del todo bien .

Desayuno sin hambre, más por costumbre que por necesidad. Luego subo, me cambio: jeans, camiseta, chaqueta. Moño flojo. Nada especial. Tomo la mochila y salgo.

El aire fresco me despeja. Pedaleo entre hojas secas. El señor Klein me saluda desde la panadería con la mano cubierta de harina. Su hija también sonríe, como si todo estuviera igual que siempre.

Cuando llego a la Universidad dejo la bici y camino a la entrada. Lukas ya está ahí, apoyado en una columna, como si no tuviera prisa por nada. Alto, piel clara, cabello oscuro y desordenado. Chaqueta roja, jeans rotos, zapatillas. Anillo y reloj. Llama la atención sin esfuerzo.

—Vaya, Hoffmann —saluda con una media sonrisa—. Pensé que te habías perdido buscando el sentido de la vida... o que te habías enamorado del río.

—¿Y tú qué? —le respondo, sin frenar mi paso—. ¿Intentando revivir tu adolescencia rebelde con esa chaqueta?

Lleva una mano al pecho indignado.

—Tu falta de aprecio por la moda me duele profundamente.

—Dame un segundo y tal vez pueda buscarte un trofeo —contesto con una sonrisa burlona.

Lukas se ríe y se acomoda a mi lado. Es mi mejor amigo, siempre con una broma lista.

Lena ya nos espera. Brazos cruzados, ceja levantada. No necesita hablar su cara lo dice todo.

Imposible no notarla. Pelo pelirrojo brillante, ojos verdes fijos, jersey musgo, falda de tartán, botas negras. Siempre parece recién salida de una revista, incluso cuando está lista para poner orden.

—Llegan tarde. Qué sorpresa, especialmente tú, Lukas.

—Tengo una reputación que mantener —responde él, haciendo una reverencia exagerada—. Además, Hoffmann decidió sabotear mi autoestima antes de las ocho de la mañana.

—Lo mínimo que te mereces con esa chaqueta —responde Lena, imperturbable, y se gira para irse.

Lukas se queda estático, fingiendo indignación. Yo lo empujo con el hombro.

—Vamos, drama queen —murmuro.

Entramos. Lukas va detrás de Lena, murmurando algo sobre la chaqueta. Me siento al centro, como siempre.

Sophie ya está ahí. Codos sobre la mesa, carpeta abierta, hojas pasando rápido. Delgada, rostro ovalado, gesto serio. Cabello castaño en un bob preciso, piel clara sin maquillaje. Todo en ella transmite orden.

—¿Viste cómo al profesor se le olvidó dónde dejó el libro en medio de la clase anterior? —dice, sin siquiera saludar, y con ese tono que ya es marca registrada—. Impresionante que alguien tan despistado tenga un doctorado.



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En el texto hay: romace, drama, suspense

Editado: 14.09.2025

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