El legado Oculto

Capitulo 2- El eco de lo desconocido

Y entonces, la luna vuelve.

Como si nada.

Su luz reaparece, pálida, domesticada... casi normal. Pero a mí eso ya no me importa. No ahora. Lo único que siento es el temblor que todavía me cruza los brazos, la manera en que mis piernas apenas responden, como si el suelo pudiera tragárselas si se lo permito.

Mis rodillas ceden y me dejo caer al piso sin oponer resistencia. El contacto con la madera fría me arranca un escalofrío, pero al menos es real. Sólido. Ancla.

Cierro los ojos un instante. Mi pecho sube y baja con esfuerzo, como si estuviera aprendiendo a respirar de nuevo. Me aferro a cada bocanada de aire como si pudiera arrancar de mí lo que acaba de pasar.

Y de pronto, como si algo se hubiera apagado por dentro, mi corazón vuelve a su ritmo habitual. Constante. Controlado.

Es tan repentino que me deja descolocada. Como si alguien hubiera bajado el volumen de todo lo que se había desatado segundos antes.

Respiro. Esta vez, sin luchar por el aire. Siento cómo la presión en mi pecho se disuelve, y el sudor frío que empapaba mi espalda comienza a enfriarse sobre mi piel. Mis dedos, que antes no dejaban de temblar, por fin se quedan quietos.

Pero algo sigue ahí.

Una sensación que no desaparece. Que se aferra a mi piel como si perteneciera a mí desde siempre.

Me obligo a abrir los ojos y dirijo la vista de nuevo a la ventana.

La luna brilla con tranquilidad. Serena. Intocable. Como si nunca hubiera desaparecido.

Como si no acabara de... no. No puedo ni terminar el pensamiento.

Agarro el marco de la ventana con dedos torpes. El cuerpo me pesa, pero me esfuerzo por incorporarme. Necesito hacer algo. Cualquier cosa que me recuerde que sigo aquí. Que estoy despierta. Que no estoy... perdiéndome.

Apoyo la frente en el vidrio. Está frío, como el suelo. Como todo esta noche.

Desde aquí, todo parece igual.

Las casas. Las luces. El silencio.

Todo igual. Todo intacto.

Menos yo.

Algo se rompió, o se soltó, o despertó. No sé.

No sé.

Trago saliva con dificultad. Mi garganta sigue ardiendo, como si el aire hubiese entrado mal durante demasiado tiempo.

"Tal vez me estoy volviendo loca", pienso. No es la primera vez que lo hago. Pero esta vez no suena como una broma interna. Esta vez suena posible.

Y justo cuando creo que nada más puede perturbarme esta noche, lo veo.

Una luz.

Allí.

En el puente.

No se tambalea con el viento. Solo está ahí. Fija. Intensa.

—¿Qué...? —susurro, apenas audible, pero la palabra se escapa sin filtro, como un reflejo.

Me separo del vidrio, inquieta. La observo bien. No es la farola usual, ni el reflejo de algún auto perdido. Es una luz demasiado blanca. Demasiado limpia. Tiene algo antinatural en su quietud.

En ese puente nunca ha habido una luz así. Nunca.

Mis ojos siguen clavados en ella. Mi cuerpo, sin embargo, da un paso atrás.

Todo en mí me dice que no es normal. Que no debería estar ahí. Que no tiene sentido.

Me doy la vuelta y camino un par de pasos dentro de la habitación, intentando calmarme, pero la imagen sigue pegada en mi mente como una mancha de luz persistente.

—No puede ser... —murmuro.

No quiero volver a mirar. Pero sé que lo haré.

Respiro hondo. Mis dedos se cierran por reflejo, tensos, crispados contra mis palmas.

No. Necesito comprobar que el mundo sigue siendo el mismo. Que las cosas no han cambiado tanto como siento que lo han hecho.

Vuelvo a la ventana.

Y ahí sigue.

Esa maldita luz. No se ha movido. No ha parpadeado.

Un nudo se forma en mi estómago. Me recorre el cuerpo entero y se clava en la base de mi garganta. Trago saliva con dificultad.

Aprieto los dientes.

—¿Qué clase de mierda es esta...? —digo, apenas un susurro cargado de miedo y rabia contenida.

No hay explicación. No hay lógica. Solo esa sensación, esa certeza incomprensible de que lo que estoy viendo no pertenece a lo cotidiano.

No puedo quedarme aquí. No voy a hacerlo.

Agarro mi chaqueta y unos zapatos, sin prestar atención a si combinan o no. Bajo las escaleras a tientas, asegurándome de no hacer ruido.

Mamá debe estar dormida. No quiero preocuparla. Ni siquiera estoy segura de cómo podría explicarle esto.

La puerta se abre con un quejido leve. El frío de la noche me golpea de frente, pero lo ignoro.

Camino.

Y camino rápido.

El frío se vuelve más áspero a medida que me acerco. Las calles, antes tranquilas, ahora parecen contener la respiración. Ni un auto, ni un sonido. Solo el leve crujir de las hojas secas bajo mis pasos.

Cuando el puente por fin se abre ante mí, lo veo con claridad.

La luz no está en el aire ni colgando de ningún poste. Está ahí... rodeándolo.

Una figura de pie, al borde. Alta, inmóvil, casi etérea. Y la luz —blanca, suave, como un aura— no lo ilumina. Lo envuelve. Como si respirara desde su piel. Como si naciera desde él. No sé qué esperaba ver exactamente, pero no era esto.

Me detengo, clavada en el primer tramo del puente. Los dedos me tiemblan dentro de los bolsillos de la chaqueta. La garganta se me cierra.

—¿Hola...? —pregunto, y mi voz suena más baja de lo que pensaba. No hay firmeza en ella, solo una mezcla de nervio y desconcierto.

La figura no se mueve.

—¿Está todo bien? —intento otra vez, dando un paso que cruje bajo mi suela. Me acerco apenas.

Y entonces se gira.

Mi cuerpo entero se tensa.

No alcanzo a distinguir su rostro. Hay algo en su presencia que distorsiona la lógica, como si la sombra jugara con la forma en que mis ojos intentan enfocarlo. Es alto, con una capa oscura que se agita suavemente con el viento, como si estuviera hecha de algo que no pertenece del todo a este mundo.

Pero no es la capa lo que me deja paralizada. Es él. Esa energía que emana. Esa extraña luz que vibra como una presencia viva a su alrededor. Silenciosa pero imponente. Intensa pero sin gritar.



#1438 en Fantasía
#243 en Magia
#5386 en Novela romántica

En el texto hay: romace, drama, suspense

Editado: 22.04.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.