El salón de literatura tiene ese aire somnoliento de las clases después del almuerzo. Sophie toma apuntes con precisión, mientras Lena dibuja distraída en su libro, probablemente aburrida de escuchar al profesor Collins analizar al detalle poemas románticos.
Lukas, por supuesto, está detrás de mí, lo suficientemente cerca como para que cada tanto su pie golpee mi silla. Y Jonás, en su esquina habitual, tiene la mirada perdida en algún punto fuera de la ventana. Es extraño cómo la rutina del grupo siempre logra tranquilizarme, incluso en un día como hoy, cuando no puedo sacarme de la cabeza lo que pasó anoche en el jardín.
Mi mano se desliza hacia el colgante bajo mi blusa, acariciándolo distraídamente. Todavía siento la textura fría del metal y, con ella, el recuerdo de esa mirada gris que parece haberme seguido incluso hasta aquí. El chico, el colgante... no importa cuánto trate, no puedo apartarlo de mi mente.
—¿Qué opinas? —Sophie rompe mi cadena de pensamientos con su tono bajo, pero directo.
—¿Qué? —parpadeo, mirándola sin comprender.
—El profesor Collins. Dijo que el poema es una declaración de amor. Está completamente equivocado, ¿no crees? —Frunce el ceño mientras se cruza de brazos, claramente esperando que apoye su argumento.
—Eh... tal vez. —No tengo idea de qué poema estamos hablando.
Sophie me observa por un segundo, evaluándome, antes de volver a su cuaderno. Lena, desde adelante, se da la vuelta solo lo suficiente como para lanzar una mirada divertida.
—Despierta, Elena. Hasta Jonás parece estar más presente que tú.
Abro la boca para responderle, pero en ese momento la puerta del salón se abre de golpe, interrumpiéndome.
Es un ruido lo suficientemente fuerte como para que todos giren la cabeza hacia la entrada. La luz del pasillo cubre parcialmente la figura de un chico, pero cuando da un paso adelante, no hay lugar para confusiones.
El cabello blanco es lo primero que noto. Suelto el colgante casi por instinto y me enderezo en mi silla. Es él.
Camina con esa calma suya que parece contagiarlo todo, pero lo hace como si no le importara en absoluto la atención que está atrayendo. Sus ojos grises recorren el salón, y más de uno desvía la mirada, incómodo bajo su intensidad.
El profesor Collins detiene su explicación y lo observa con una mezcla de desconcierto y curiosidad.
—Disculpa, ¿puedo ayudarte?
El chico no responde de inmediato. En su lugar, saca un papel doblado de su chaqueta y se lo entrega al profesor. El aula, normalmente llena de susurros y risas bajas, está completamente en silencio.
Collins desdobla el papel, frunce el ceño mientras lo lee, y luego asiente.
—Aiden D'Arvell... nuevo estudiante. Bien, toma asiento al fondo, por favor.
El nombre resuena en mi mente. Aiden D'Arvell. Finalmente sé cómo se llama.
Aiden asiente ligeramente y comienza a caminar hacia las últimas filas. Su paso es tranquilo, pero hay algo en la manera en que se mueve tan seguro que mantiene la atención en el.
—Vaya... —susurra Lena mientras lo sigue con la mirada, claramente impresionada. Luego se gira hacia mí con una sonrisa curiosa—. ¿Quién crees que sea?
—No lo sé... —murmuro, todavía procesando lo que acabo de escuchar.
Lena me lanza una mirada incrédula antes de volver a girarse hacia adelante.
—Tiene algo... no sé, diferente. Pero admito que intriga.
No es la única que piensa eso. Sophie, siempre discreta, lanza una mirada rápida hacia atrás. Lukas, detrás de mí, carraspea ligeramente como si estuviera incómodo con toda la atención que Aiden está recibiendo. Incluso Jonás parece haberse movido un poco, como si el ambiente en el aula lo hubiera sacado de su comodidad.
Aiden toma asiento en la última fila, ignorando por completo las miradas que lo siguen. Y aunque intento no hacerlo, me descubro mirando de reojo, tratando de entender qué es lo que me tiene tan interesada en el.
El profesor Collins sigue hablando sobre el poema que tenemos asignado para esta semana, pero la clase ya no es la misma. Hay algo en el ambiente, una especie de energía contenida. No sé si es por la presencia de Aiden, pero claramente no soy la única distraída.
Sophie, normalmente tan concentrada, lanza otra mirada rápida hacia atrás. Lukas no ha dicho nada, pero puedo sentirlo inquieto, moviendo su lápiz con más fuerza de la necesaria contra la mesa. Lena, por otro lado, parece menos interesada en el poema y más en observar a nuestro nuevo compañero de reojo.
Intento concentrarme, pero mis ojos vuelven una y otra vez al fondo del salón. Desde mi lugar, solo puedo ver la línea de su perfil, su postura relajada pero al mismo tiempo alerta. No parece estar prestando atención al profesor, pero tampoco parece perdido. Es como si... estuviera simplemente observando, esperando.
—¿Te sientes bien? —Lukas murmura detrás de mí, inclinándose lo suficiente como para que solo yo pueda escucharlo.
—Sí, estoy bien —respondo rápidamente, aunque no es del todo cierto.
Lukas no insiste, pero su tono me dice que no está convencido.
El resto de la clase pasa como en un sueño lento, y cuando finalmente suena la campana, hay un movimiento inmediato en el aula. Sophie guarda sus cosas con una precisión casi mecánica, Lena se estira en su silla como si acabara de despertar de una siesta, y Jonás se levanta con su guitarra en mano, mirando hacia la ventana.
—¿Vamos? —Lena me pregunta mientras recoge su bolso.
Asiento y me levanto también, sintiéndome extrañamente tensa. Lukas y Jonás nos siguen mientras salimos al pasillo abarrotado, y el ruido de las conversaciones de otros estudiantes llena el espacio como una ola.
—¿Viste cómo todos se le quedaron mirando? —pregunta Lena mientras caminamos hacia la cafetería.
—¿A quién? —pregunta Sophie, aunque claramente sabe de quién habla.
—Al nuevo —responde Lena, girándose un poco para mirar a Sophie—. Admito que no esperaba que alguien así apareciera por aquí.
Editado: 15.05.2025