El legado Oculto

Capitulo 5- Un Susurro en el Viento

El despertador vibra en la mesa. No suena fuerte, pero me obliga a abrir los ojos.

Parpadeo. La luz gris se filtra por la cortina. Hoy, al menos, levantarme no cuesta tanto. Me estiro, salgo de la cama y bajo en silencio.

Mamá ya se fue, pero dejó café y una nota junto a la taza:

"Desayuna algo antes de irte. No quiero que sobrevivas solo con café. Te quiero. Mamá."

Sonrío, me sirvo y tomo un panecillo.

Afuera, la escarcha cubre el césped y empaña las ventanas. Me abrocho la chaqueta, me recojo el cabello sin pensar y salgo en bicicleta.

El trayecto es tranquilo: calles medio vacías, aire cortante, ciudad que apenas despierta. Pero al llegar a la universidad, algo cambia.

Murmullos. Miradas. Estudiantes que se giran. No hay ruido, pero sí tensión.

Aiden está ahí, apoyado en una columna. Manos en los bolsillos, chaqueta oscura, rostro sereno. No evita las miradas, pero tampoco las provoca.

No hace falta mirarlo de frente para notarlo. Es imposible no hacerlo. Todos lo hacen.

—¿Otra vez con eso? —Lena aparece de la nada, emparejando su paso con el mío mientras entramos al edificio—. ¿Cómo es posible que siga siendo el tema de conversación después de un día?

—Ya sabes cómo es la gente —respondo, encogiéndome de hombros—. Lo nuevo siempre es interesante... por un rato.

—Ajá. Y en este caso, lo interesante viene con un aura de misterio incluida —Lena sonríe con diversión—. ¿No crees?

No respondo de inmediato, más porque no sé qué decir que por otra cosa.

Antes de que Lena pueda insistir, un sonido fuerte interrumpe el ambiente.

—¡Hey, cuidado!

Una bicicleta cruza demasiado rápido la entrada y, en cuestión de segundos, el desastre ocurre. Un chico pierde el equilibrio y choca contra otro grupo de estudiantes, provocando un revuelo de mochilas, libros y murmullos sorprendidos.

—Bueno, eso fue dramático —comenta Lena.

El caos se disipa rápido. Los involucrados se levantan y sacuden la ropa mientras el murmullo retoma su ritmo habitual. Camino hacia mi casillero, pero me detengo un momento.

Aiden sigue allí, a unos metros. No observa la escena. Me observa a mí.

No sonríe, no desvía la mirada. Solo me sostiene con esa calma desconcertante.

Trago saliva y bajo la vista, fingiendo buscar en la mochila. No hay nada, pero me quedo ahí. El calor me sube al rostro. Cuando levanto la mirada otra vez, ya no está.

Me quedo quieta un instante, soltando el aire sin darme cuenta.

Todo sigue su curso.

Los estudiantes cruzan, ríen, conversan. El mundo no cambió. O tal vez solo cambió para mí.

Acomodo la mochila y sigo adelante.

Las horas pasan entre clases, charlas sueltas y explicaciones eternas. Nada fuera de lo común. Nada que resalte.

Aunque el rumor de Aiden aún flota, mi atención se va a lo cotidiano: las bromas de Lena, los trucos de Lukas para copiar sin que lo pillen, la concentración obsesiva de Sophie.

Es por ella que, al final del día, termino en la biblioteca.

—Si piensas que voy a hacer todo el trabajo, te equivocaste —dice en cuanto nos sentamos en una de las mesas junto a la ventana, con su tono seco y directo de siempre.

—Jamás lo dudé —respondo con una sonrisa, abriendo mi cuaderno.

Sophie y yo trabajamos en silencio, interrumpiendo solo para repasar detalles del ensayo. Su estudio metódico, lejos de distraerme, me ayuda a concentrarme.

La biblioteca sigue en calma, con el sonido tenue de páginas y teclas.

Al cabo de un rato, Sophie cierra su libro y se estira con un suspiro.

—Creo que por hoy es suficiente.

Asiento y empiezo a recoger mis cosas.

—¿Vas directo a casa?

—Sí. Tú sabes que odio quedarme aquí más tiempo del necesario —dice, metiendo su cuaderno en su mochila.

Me río.

—Sí, lo sé.

Nos despedimos en la salida de la biblioteca y tomo otro camino. El aire fresco me envuelve al salir, y sin pensarlo, rodeo el edificio.

Mientras camino, miro hacia el área verde, donde algunos estudiantes aún conversan o aprovechan los últimos minutos del día.

Entonces lo veo.

Aiden.

Sentado bajo un árbol, dibujando. Frunzo el ceño. Es extraño verlo tan concentrado en algo tan simple, cuando hasta ahora siempre pareció fuera de lugar.

No es solo su aspecto. Es esa calma tensa que lo rodea, como si cargara algo que no pertenece aquí.

No alcanzo a ver qué dibuja, pero su postura es tranquila. El blanco de su cabello resalta bajo la luz cálida del atardecer.

Me detengo, sin saber bien por qué. Y sin pensarlo demasiado, camino hacia él.

No es decisión. Es instinto. Esta vez no lo freno.

Mis pasos sobre el césped rompen el silencio. Aiden no levanta la vista; sigue enfocado en su cuaderno. Por un instante, dudo.

Pero ya estoy ahí.

Entonces habla, sin mirarme.

—¿Tienes la costumbre de observar a la gente en silencio?

Su voz es tranquila, sin rastro de sorpresa.

Cruzo los brazos, sintiéndome un poco descubierta.

—No te estaba observando.

Aiden levanta la vista lentamente, arqueando una ceja con evidente escepticismo.

—No. Claro que no.

Suelto un suspiro, no sé por qué me molesta tanto que lo diga así.

—Bueno... tal vez un poco.

Él deja el lápiz sobre el cuaderno y lo cierra parcialmente, como si de repente se diera cuenta de que lo estaba exponiendo demasiado.

—¿Qué estás dibujando?

Aiden no responde de inmediato. Solo después de unos segundos, gira el cuaderno lo justo para que pueda verlo.

Es un boceto a lápiz, sorprendentemente preciso. Una figura sentada junto a una ventana, con la luz cayendo sobre el rostro y creando una sombra que le da vida. Las líneas, el sombreado... no parecen solo reproducir una imagen, sino una emoción.

No sé por qué, pero no me esperaba esto de él.

—Eres bueno —digo sin pensar.

Aiden observa el dibujo por un instante antes de volver a cerrarlo.



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En el texto hay: romace, drama, suspense

Editado: 14.09.2025

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