Sigo quieta. El corazón va rápido, la mandíbula tensa.
El vaso roto sigue en el suelo. El reflejo de la lámpara apagada lo parte en pedazos.
No sé cuánto tiempo pasa.
Estiro el brazo, enciendo la luz. Tarda un parpadeo en estabilizarse. No alumbra mucho, pero alcanza.
El libro está abierto. Sigo sin esperar respuestas, pero esto tampoco ayuda.
Me hundo en la silla. Exhalo por la nariz. Nada cambia.
Lo agarro con las dos manos. Lo pongo sobre mis piernas. Paso los dedos por la tapa gastada.
Repaso las páginas. Frases sueltas, símbolos. Nada conecta.
Cierro el libro. Lo dejo en el escritorio.
Me tiro a la cama. Mano en el pecho. No pasa nada.
El reloj suena, constante. El viento mueve apenas la ventana. Todo se siente más presente.
Me doy vuelta. Sé que no voy a dormir. Pero tampoco quiero pensar.
Respiro mal. Me arden los ojos. Y aun así, en algún momento, el cuerpo se rinde.
El sueño llega. Pero no me descansa.
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Abro los ojos de golpe. El cuarto está oscuro. Silencio total.
Pero algo cambió. No lo veo, lo siento.
La puerta está cerrada. La ventana igual. La luna entra apenas por las cortinas.
No hay sombras, ni ruidos. Pero el cuerpo está en alerta.
La piel se me eriza. El pecho sube y baja más rápido. Siento el pulso en los brazos.
Y entonces, lo escucho.
Un susurro. No viene de ningún lado.
Una voz masculina.
—Nos veremos pronto.
Tres palabras. Claras. Firmes.
No me muevo. No respondo. Solo escucho.
Después, silencio.
Trago saliva. Me incorporo un poco. Miro el cuarto. Todo está igual. Pero no se siente igual.
Respiro despacio. No es susto, es otra cosa. Como si algo todavía siguiera acá.
Sé que estaba despierta. No fue sueño.
La voz no me suena. Pero había algo familiar.
No era Aiden. Y por algún motivo, eso lo hace peor.
Me tapo hasta el cuello y cierro los ojos. Como si eso sirviera.
⸻ ☾ ⋆⁺₊✧₊⁺⋆ ☽ ⸻
Abro los ojos con la luz del día. El cuerpo se siente raro. Como si no hubiera descansado, pero tampoco fuera cansancio.
Me estiro. Todo está tenso.
Y ahí vuelve. “Nos veremos pronto.”
No sé si lo escucho o lo recuerdo. Pero suena igual.
Me quedo sentada unos segundos. No pienso en eso ahora.
Voy al baño. Me echo agua fría en la cara. Me miro. Nada distinto. Pero lo siento en el cuerpo.
Bajo a la cocina. Café recién hecho.
Mi mamá ya está despierta. Lee algo en el celular con una taza en la mano.
—Buenos días —murmuro.
—Buenos días. Dormiste más de lo normal. ¿Te sientes bien?
—Sí. Solo tuve un sueño raro.
Ella asiente y no pregunta más.
Tomo café, subo, me cambio, reviso la mochila. Salgo.
La calle está tranquila. Camino hacia la universidad. Mismo trayecto de siempre.
Todo parece igual. Pero en algún rincón espero verlo.
No lo busco. Pero lo espero.
Al llegar, lo primero que veo es a Lukas, apoyado en la pared de la entrada. Brazos cruzados. Mirada fija en ningún lado.
Cuando me acerco, reacciona.
—¡Hoffman! Pensé que te habías perdido en otra dimensión.
—Sí, claro. Pero ya ves, logré regresar ilesa.
Se incorpora y camina conmigo. Sonríe, pero sin energía.
Lukas sabe fingir estar bien. Hoy no le sale.
Lo miro de reojo. Dudo.
—¿Todo bien?
—¿Hmm?
—Parece perdido.
—Bah, nada grave. No soy el único con sueño en esta escuela.
No digo nada. Él habla cuando quiere.
—Bueno, si terminas quedándote dormido en clases, al menos intenta no roncar demasiado fuerte.
Sonríe. Pero sigue distante.
Las clases pasan. Yo no.
En algún momento dejo de escuchar. Miro la hoja y no sé qué estaba escribiendo.
En el receso salgo. No quiero quedarme en el aula. No quiero hablar.
El cielo está claro. Hay algo de viento.
En vez del patio, me desvío al invernadero. Nadie más va ahí.
Me apoyo en el borde de piedra que da al sendero. Exhalo. El frío me sube por los brazos.
Paso la mano por la piedra sin pensar. Rugosa. Fría.
Y entonces pasa.
Unas flores, al borde, se inclinan hacia mí. Solo esas.
Todo lo demás se queda quieto.
No me muevo. Solo observo.
Una hoja tiembla más de lo normal. No hay corriente de aire. Nada más se mueve.
Pero lo vi.
Y lo sentí.
No fue viento.
Me quedo ahí. No hay miedo, pero el cuerpo no se relaja.
Después de un rato, cierro los ojos, respiro hondo y regreso al edificio.
Lena aparece en el pasillo. Directa.
—Te vi demasiado callada en el almuerzo.
—¿Qué? No estaba callada.
—Lo estabas. —Cruza los brazos y sigue—. Por cierto, ¿escuchaste lo del baile de invierno? Ya están organizando. Yo voy a encargarme. No puedo dejarlo en manos de gente sin gusto.
—¿Y ya estás pensando en vestido o primero te toca manipular al comité?
—Primero el comité, después el vestido. Prioridades. Igual, no digas que no te avisé.
Vamos esquivando gente. Me cuenta un drama sobre una ruptura.
No me interesa. Pero escucho. Me sirve para no pensar en otra cosa.
Pero no dura.
—Oye —baja el tono—. ¿Te diste cuenta de que el chico nuevo no ha venido?
—¿Aiden?
—Ajá.
No quiero sonar interesada.
—Supongo. No lo he pensado mucho.
Mentira.
Lena sonríe de lado.
—Bueno, otros sí. Ya sabes cómo es la gente. En especial con los misteriosos.
No suena chismosa. Pero igual me toca un punto.
Más tarde, veo a Sophie junto a una ventana. Sentada, leyendo. Ajena a todo.
Me siento frente a ella. Me reconoce. Vuelve al libro.
—Sigo sin saber cómo puedes leer algo tan denso con tanto ruido.
—Habilidad desarrollada con los años.
Sonrío. Saco mi cuaderno. Trato de concentrarme. No funciona.
—¿Tuviste tiempo de ver lo que te enseñé?
Editado: 14.09.2025