El legado Oculto

Capitulo 10 -El Ojo de la Tormenta

El sol aún no ha salido del todo cuando suena el despertador, rompiendo el silencio con su tono insistente. Apago el ruido, me siento, corro las mantas y me paso las manos por la cara. Camino al baño sin pensar demasiado.

El agua fría me despierta, pero no cambia lo que ya está. Me visto, recojo el cabello, reviso lo necesario y bajo a desayunar.

Mi madre ya está en la cocina. Comemos sin hablar. Me observa, pero no pregunta. Termino, me pongo la chaqueta y salgo.

En la calle, el frío ayuda a despejar. Camino a la universidad.

Las clases pasan sin dejar nada. Los pasillos se llenan y vacían. Las voces cruzan en todas direcciones, pero no me detienen.

Doblo una esquina y lo veo.

Aiden camina por un pasillo menos concurrido. Manos en los bolsillos, postura relajada. Su mirada recorre el lugar con calma, pero no está distraído. Está atento.

Antes de decidir si seguir o apartarme, se adelanta. Me mira.

Y cómo cosa rara igual que ayer.

Sonríe. Sin esfuerzo.

—Vaya, ¿tengo algo en la cara o es que me extrañabas?

Habla con un tono casi divertido. Frunzo el ceño, sin saber qué esperar de eso.

—No te hagas ilusiones —digo finalmente, intentando sonar indiferente.

Pero él parece encontrar eso aún más entretenido.

—Tarde.

Lo dice con la naturalidad de quien está seguro de sí mismo. Me cruzo de brazos y mantengo el control.

—Pareces... diferente.

Él ladea la cabeza con interés.

—¿Diferente cómo?

Buena pregunta.

Busco una grieta, algo. Pero no la muestra.

Se muestra cómodo, suelto, distinto a como lo había visto antes. Nunca así.

—No lo sé —respondo finalmente—. Solo... diferente.

Él sonríe de nuevo, como si supiera exactamente lo que estoy pensando.

—¿Y si nunca fui exactamente quien creíste?

Su tono suena más sincero de lo esperado. Me tenso, pero no lo demuestro. Intento responder, pero él se adelanta.

Da un paso atrás con tranquilidad, como si la conversación ya no tuviera importancia.

—Nos vemos, Elena.

No espera respuesta. Se da la vuelta y se va.

Lo observo un segundo, luego sigo mi camino. La campana suena. Fin del receso.

Llego al aula. Algunos ya están sentados, revisando apuntes o el teléfono. Otros entran en grupos, cerrando conversaciones.

Me siento. El suspiro que suelto pesa más de lo necesario.

—¿Día difícil?

Levanto la mirada y veo a Matthias, un compañero con quien he hablado pocas veces.

—Algo así —respondo, encogiéndome de hombros.

Él deja su mochila sobre la mesa de al lado y me lanza una mirada comprensiva.

—Te entiendo. Yo todavía estoy procesando que el profesor adelantó la entrega del ensayo para este viernes.

Mi ceño se frunce.

—¿Qué?

Matthias parpadea, sorprendido.

—¿No lo viste? Lo dijo en la plataforma anoche.

Saco mi teléfono de inmediato y reviso los anuncios del curso. Y, efectivamente, ahí está la notificación.

«Entrega del ensayo final adelantada al viernes. Revisaremos dudas en clase.»

Presiono mis labios en una línea tensa.

—Genial. Como si no tuviera suficiente en qué pensar.

—Siempre podemos rogarle una extensión —dice Matthias con tono esperanzador—. Si vamos en grupo, tal vez se apiade.

No puedo evitar soltar una risa leve.

—Dudo que funcione, pero vale la pena intentarlo.

Él sonríe y se recuesta justo cuando el profesor entra y comienza la clase. El murmullo se apaga, la voz se impone. Trato de enfocarme, pero no logro sostener la atención. Todo me empuja de nuevo a él.

Cuando las clases terminan, los estudiantes se dispersan. El campus se llena de voces, pasos y conversaciones sueltas. Debería irme con el grupo, pero lo veo.

Aiden camina por un pasillo tranquilo, sin prisa.

Lo sigo. No es impulso. Es decisión. Camino con ritmo constante, sin mirarlo directo, pero sin perderlo de vista. Dobla esquinas, cruza zonas más vacías. Lo sigo, midiendo la distancia.

Y entonces se detiene. No por azar. Se detiene porque sabe.

Antes de que pueda hacer algo, inclina la cabeza, como si confirmara mi presencia. Luego se gira con calma.

Nuestros ojos se encuentran. Su expresión es firme. Sonríe, como si todo esto ya estuviera planeado.

—¿Me estás siguiendo, Elena?

El estómago se me tensa, pero mantengo el control. Aunque el calor sube por la garganta, no dejo que se note. No puedo mostrar nervios, así que le sostengo la mirada sin apartarme.

—¿Qué? No. —Mi voz es neutral, sin inflexión.

Aiden suelta una leve risa, baja y sin prisa.

—¿En serio?

Levanta una ceja, como si cuestionara mi respuesta con intención clara. Cruza los brazos e inclina ligeramente la cabeza, estudiando cada reacción.

—Porque, si no supiera mejor, diría que llevas siguiéndome un buen rato.

Exhalo lentamente, intentando mantener la compostura.

—Te lo estás imaginando.

—Oh, claro. —Su tono es ligero, casi burlón—. Solo es mi imaginación.

Nos miramos en silencio. La tensión se siente. Entonces él da un paso hacia mí. No hay amenaza, pero tampoco parece un gesto casual.

—Dime, Elena... —su voz baja un poco—. ¿Qué es lo que estás buscando?

Sus palabras impactan más de lo previsto, pero no bajo la guardia. Sostengo la mirada y no le doy el mínimo espacio para tomar control.

—Nada —respondo, con un control meticuloso.

Él ladea la cabeza, analizando mi respuesta con aparente curiosidad. Luego, sin cambiar el tono, deja caer la siguiente frase:

—¿Nada...? ¿O me estabas buscando a mí?

El comentario es directo. Provoca. Y lo hace a propósito.

No disimula. Conoce el efecto que causa y le entretiene.

Aprieto la mandíbula, pero antes de responder, se endereza y sonríe. No con humor, sino con la certeza de quien acaba de ganar.

—Bueno... —dice con una despreocupación irritante—. Espero que hayas encontrado lo que buscabas.



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En el texto hay: romace, drama, suspense

Editado: 14.09.2025

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