El legado Oculto

Capitulo 10 (Parte 1) -El Ojo de la Tormenta

El sol aún no ha salido del todo cuando mi despertador suena, rompiendo el silencio de mi habitación con su tono insistente.

Extiendo la mano con los ojos cerrados, tanteando hasta encontrar el botón para apagarlo. El ruido se detiene, pero mi mente ya está despierta.

Frunzo el ceño y me obligo a sentarme en la cama, empujando las mantas a un lado. Me paso las manos por el rostro, tratando de sacudirme la sensación, pero no desaparece.

Sigo sintiéndola incluso mientras me levanto y me dirijo al baño.

El agua fría ayuda a despejarme un poco, pero no lo suficiente.

Mientras me visto y recojo mi cabello, mi mente sigue atrapada en lo mismo:

Aiden.

Algo en mí sabe que hay una conexión entre nosotros.

Lo sentí desde el principio, pero nunca quise admitirlo.

Porque admitirlo significaría aceptar que todo lo que me está pasando no es casualidad.

Y eso es lo que más me asusta.

Tomo aire y termino de arreglarme, obligándome a concentrarme en cosas más simples.

Desayuno con mi madre en silencio, aunque ella me lanza algunas miradas curiosas como si supiera que algo me ronda la cabeza. No pregunto qué está pensando.

No quiero hablar de ello.

Minutos después, ya estoy en la calle, caminando hacia la universidad.

El frío de la mañana me envuelve, despejando un poco la neblina en mi mente. Pero sé que la sensación seguirá ahí. Porque no es solo mi imaginación.

Hay algo en Aiden que me arrastra hacia él.

El problema es que no estoy segura de querer resistirme a ello.

El día avanza con la normalidad aparente de siempre. Las clases transcurren en un vaivén de palabras que apenas registro, los pasillos se llenan y vacían en cada cambio de horario, y las voces de los estudiantes crean un eco constante en el fondo de mi cabeza.

No importa cuánto intente enfocarme en otra cosa, hay un pensamiento que sigue regresando a mí.

O más bien, una sensación.

Y justo cuando intento dejar el tema en paz, el destino decide burlarse de mí.

Al doblar una esquina, lo veo.

Camina por un pasillo menos transitado, las manos en los bolsillos y un aire despreocupado en su postura.

Por un instante, todo mi cuerpo se tensa.

La manera en la que su mirada se desliza por el pasillo, es como si siempre estuviera analizando el espacio a su alrededor.

Es sutil.

Pero lo noto.

Antes de que pueda decidir si seguir caminando o desviar la mirada, él lo hace primero.

Sus ojos se fijan en los míos.

Y algo dentro de mí se crispa.

No porque me incomode.

Sino porque su mirada se siente... diferente.

Es como si la forma en que me observa ahora no encajara del todo con la que recordaba.

Antes de que pueda pensar demasiado en ello, él sonríe.

Una sonrisa ligera, sin esfuerzo.

—Vaya, ¿tengo algo en la cara o es que me extrañabas?

Su tono es relajado, con un matiz divertido.

Mi ceño se frunce apenas.

No esperaba eso.

—No te hagas ilusiones —digo finalmente, intentando sonar indiferente.

Pero él parece encontrar eso aún más entretenido.

—Tarde.

Es la forma en la que lo dice, como si el comentario no fuera más que un reflejo de su confianza.

Me cruzo de brazos, intentando mantener el control de la conversación.

—Pareces... diferente.

Él ladea la cabeza con interés.

—¿Diferente cómo?

Buena pregunta.

Lo observo, tratando de encontrar algo en su expresión que me ayude a explicarlo.

Pero todo en él grita confianza. Despreocupación. Como si por fin se sintiera cómodo en su propia piel.

Algo que antes no noté en él.

O no de esta manera.

—No lo sé —respondo finalmente—. Solo... diferente.

Él sonríe de nuevo, como si supiera exactamente lo que estoy pensando.

—¿Y si nunca fui exactamente quien creíste?

Algo en su tono me hace sentir que hay más verdad en esa frase de lo que debería.

Me tenso un poco, pero intento no demostrarlo.

Siento la necesidad de responder, de decir algo que le haga saber que no estoy cayendo en su juego, pero él es más rápido.

Da un paso hacia atrás, con una actitud tranquila, como si la conversación ya no tuviera más interés para él.

—Nos vemos, Elena.

No espera mi respuesta.

Solo se gira y sigue su camino, dejando su presencia en el aire como un eco persistente.

Lo veo alejarse, con una sensación extraña en el pecho.

Intento seguir con mi día como si nada hubiera pasado.

Cada interacción con él últimamente parece una especie de prueba, un juego donde solo él conoce las reglas.

Pero no tengo tiempo para quedarme atrapada en mis pensamientos.

El sonido lejano de la campana marcando el final del receso me empuja de vuelta a la realidad.

Suspiro, tratando de disipar la tensión en mis hombros, y retomo mi camino hacia el aula.

Algunos estudiantes ya están sentados, hojeando sus cuadernos o revisando el teléfono. Otros siguen entrando en pequeños grupos, terminando conversaciones antes de que comience la clase.

Me dejo caer en mi asiento con un suspiro más pesado de lo que pretendía.

—¿Día difícil?

Levanto la mirada y encuentro a Matthias, un compañero de clase con el que he intercambiado palabras en ocasiones, pero nunca lo suficiente como para considerarlo cercano.

—Algo así —respondo, encogiéndome de hombros.

Él deja su mochila sobre la mesa de al lado y me lanza una mirada comprensiva.

—Te entiendo. Yo todavía estoy procesando que el profesor adelantó la entrega del ensayo para este viernes.

Mi ceño se frunce.

—¿Qué?

Matthias parpadea, sorprendido.

—¿No lo viste? Lo dijo en la plataforma anoche.

Saco mi teléfono de inmediato y reviso los anuncios del curso. Y, efectivamente, ahí está la notificación.

«Entrega del ensayo final adelantada al viernes. Revisaremos dudas en clase.»



#1209 en Fantasía
#203 en Magia
#4896 en Novela romántica

En el texto hay: romace, drama, suspense

Editado: 15.05.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.