El legado Oculto

Capitulo 12 -Fuerzas Opuestas

El despertador suena, pero no lo apago de inmediato. Solo dejo que el sonido se mezcle con el silencio de la habitación.

Me levanto, sin pensarlo mucho, y voy al baño. Miro mi reflejo: ojos cansados, el cabello revuelto.

El trayecto a la universidad pasa en un borrón de pensamientos y pasos automáticos. No quiero estar aquí.

Cuando estoy cerca de la entrada, lo veo. Lukas está ahí, como siempre. No me ha visto aún. Está revisando su teléfono, relajado.

Me quedo quieta un segundo, dudando. No quiero enfrentar preguntas, ni su mirada de preocupación. Me pesa el pecho solo de pensarlo.

Antes de que me note, doy media vuelta y me alejo. No sé adónde voy, solo quiero evitar ese momento.

—Elena —su voz me alcanza antes de que avance mucho.

Mi cuerpo se tensa, pero sigo avanzando. Antes de darme cuenta, él ya está corriendo hacia mí.

—Elena, por favor.

Se planta frente a mí, respirando agitado, y su mirada me golpea de lleno. No hace falta que diga nada; ya sé que lo he estado evitando. Que le estoy fallando.

—¿Qué carajos está pasando contigo?

Su voz no suena enojada, sino frustrada. Dolida.

—No me digas que estás bien, porque no lo estás. No soy idiota, Elena. Sé cuándo estás huyendo de mí.

Me quedo en silencio. No puedo responder.

—Y la verdad —suelta una risa seca, amargada— es que estoy jodidamente cansado.

Me estremezco.

—Cansado de sentir que tengo que arrastrar algo que ni siquiera sé qué es.

Me mira con esos ojos llenos de algo que no sé si es rabia o tristeza.

—Cansado de que actúes como si todo lo que hemos sido, todo lo que hemos pasado, no significara nada. Como si fuera más fácil hacerme a un lado.

Siento las lágrimas acumulándose en mis ojos, pero me obligo a contenerlas.

—Lukas, no es eso...

—¿Entonces qué es? —su voz sube un poco, pero se quiebra en la última palabra—. Dímelo, Elena, porque de verdad no lo entiendo.

Lo miro, pero no encuentro palabras. Nada de lo que diga tendría sentido sin sonar a locura.

Él sigue hablando, y su voz finalmente se quiebra.

—¿Sabes qué es lo peor? Que aún con todo lo que estoy pasando, todavía estoy aquí.

Mi estómago se aprieta.

Lukas nunca habla de sus problemas. Nunca.

—Aún cuando mi vida se siente como una maldita carga, aún cuando apenas puedo con lo mío, aquí estoy. Tratando de preocuparme por ti.

Siento que el aire se vuelve más pesado.

—Desde que mi madre murió, todo cambió, Elena. Todo.

Ahí está.

Las palabras que nunca dice.

—Mi padre no es más que un jodido fantasma que solo se acuerda de que existo cuando necesita que me convierta en lo que él quiere que sea.

Mis labios se entreabren, pero las palabras no salen.

—¿Y quieres saber lo peor? Que ni siquiera puedo culparlo. Porque yo también me siento así. Como si ya no existiera.

Mi pecho se parte en dos.

Nunca lo había escuchado decir algo así.

Nunca.

—Pero a pesar de todo eso —su voz es solo un susurro ahora—, sigo aquí. Para ti.

Su voz se quiebra al final, y algo dentro de mí se rompe también.

No sabía que llevaba tanto peso encima.

Las lágrimas se me escapan sin que pueda detenerlas.

—Lukas...

Pero él sacude la cabeza, apretando los labios.

—Si no quieres contarme lo que te pasa, está bien. Te he dado tu espacio, y te lo seguiré dando. Pero dime algo, Elena.

Su mirada se clava en la mía.

—¿Sigues aquí?

Mi garganta se cierra.

—¿O ya te perdiste completamente?

Esa pregunta me duele más que ninguna otra.

Quiero responder, pero las palabras no salen.

Lukas me mira en silencio, derrotado. Suspira y se pasa una mano por el cabello, como si ya no supiera qué hacer.

—Solo dime que no te perderé —su voz es apenas un susurro.

No encuentro las palabras.

Solo hago lo único que parece correcto: lo abrazo.

Al principio, Lukas se queda inmóvil, pero luego me envuelve con sus brazos.

Por un momento, todo ese dolor que ambos llevamos se mezcla en silencio.

—Lo siento —susurro contra su hombro.

Las palabras se me quedan atoradas en la garganta. Lo único que puedo hacer es abrazarlo, fuerte, como si eso pudiera arreglar todo lo que hemos roto.

Lukas se queda rígido un segundo, pero luego me envuelve con sus brazos, y en ese momento, el dolor de ambos se siente más real que nunca.

Nos separamos casi al mismo tiempo, pero el peso de lo compartido sigue ahí. Lukas baja la mirada y se pasa una mano por el cabello en un gesto automático.

Yo respiro hondo, tratando de mantenerme firme.

—No tengo ganas de entrar a la universidad hoy —digo, rompiendo el silencio.

Él alza la vista, con una ceja arqueada.

—¿Ah, no? —su tono es seco, pero hay algo en su expresión que deja claro que no está sorprendido.

Niego con la cabeza.

—No. Y tampoco he tenido ganas de hablar con nadie.

Lukas me estudia por un momento, cruzando los brazos.

—Lo noté.

Me río un poco, aunque el sonido es más aire que otra cosa.

—No es que no te diga las cosas porque no quiero... —hago una pausa, escogiendo mis palabras con cuidado—. Es que no sé cómo.

Él asiente despacio, sin presionarme.

Pero sé que está esperando algo más.

Así que, con un suspiro, le suelto la broma antes de que la tormenta de emociones en mi pecho me ahogue.

—Además, ahorita pensarías que estoy loca.

Lukas entrecierra los ojos, fingiendo estar pensativo.

—Mmm... No sé, Elena, me lo llevo preguntando desde que te conocí.

Sonrío de lado.

—Eres un idiota.

—¿Y tú apenas te das cuenta?

Ruedo los ojos.

Pero el peso en mi pecho ya no es tan opresivo.

—Voy a organizar mis ideas —le digo, con un poco más de seriedad—. Y nos vemos cuando termines la universidad.

Lukas ladea la cabeza.

—¿Nos vemos?



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En el texto hay: romace, drama, suspense

Editado: 15.05.2025

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