El legado Oculto

Capitulo 15 -La iglesia y la historia perdida

El ruido de la calle entra por la ventana entreabierta. El domingo se siente tranquilo.

He dormido más de la cuenta. La luz del mediodía se cuela por la habitación. Todo está en silencio. No escucho a mi madre en la cocina ni el televisor encendido.

Me estiro y alcanzo el teléfono en la mesita. La pantalla se ilumina al tocarla. Notificaciones de la universidad, un mensaje del grupo de Lena y...

Me detengo al ver el nombre.

Ashton.

Frunzo el ceño. Nunca le di mi número.

Pulso el mensaje.

"Ashton: Espero que no estés planeando pasar el día encerrada como un ser antisocial."

Levanto una ceja y deslizo para leer el siguiente.

"Ashton: Levántate. Te llevaré a un sitio interesante."

No entiendo cómo consiguió mi número. Pero, conociéndolo, dudo que me lo diga. Seguramente lo hará parecer mi culpa o algo similar.

Resoplo, dejando el teléfono sobre la cama. No debería prestarle tanta atención, pero hay algo en su manera de actuar que me irrita... y a la vez, me intriga.

Dudo un segundo y finalmente respondo.

"Elena: ¿Y si tenía otros planes?"

La respuesta llega al instante.

"Ashton: No los tienes."

Ruedo los ojos. Antes de que piense en ignorarlo, otro mensaje aparece.

"Ashton: No te preocupes, Elena. No planeo secuestrarte... hoy."

No puedo evitar soltar una risa corta. Tecleo rápido.

"Elena: Está bien. Pero más te vale que valga la pena."

La respuesta llega de inmediato.

"Ashton: Siempre lo vale."

Suspiro y dejo el teléfono en la cama. De alguna manera, ya sabía que iba a aceptar.

Me levanto, cambio de ropa y salgo de casa. No quiero parecer apresurada, pero tampoco voy a hacerlo esperar.

El aire de la tarde es fresco mientras camino por las calles de Rothenburg. El sonido de la ciudad me envuelve. No tengo un destino claro hasta que el mensaje de Ashton aparece en la pantalla con una dirección.

Un café en una zona menos transitada.

No me sorprende. Ashton siempre elige lugares fuera de lo común.

Al llegar, lo veo apoyado contra la baranda de la terraza, relajado, observando la calle como si no tuviera ninguna prisa. Al acercarme, sus ojos se encuentran con los míos, como si ya supiera que estaba por llegar.

—Vaya, Elena —dice con una sonrisa ladeada—. Pensé que me dejarías plantado.

Ruedo los ojos.

—¿Y qué te hizo pensar eso?

Se encoge de hombros.

—Instinto. Tal vez temí que no tuvieras corazón.

—Por favor. Si alguien aquí no tiene corazón, eres tú.

Ashton suelta una risa baja y me hace un gesto para entrar al café.

El ambiente adentro es cálido y tranquilo, con el aroma del café llenando el espacio. Nos sentamos junto a la ventana. Él se acomoda con esa facilidad suya, como si el mundo estuviera hecho para su comodidad. Yo cruzo los brazos sobre la mesa y lo miro fijamente.

—¿Cómo conseguiste mi número?

Ashton sonríe, hojeando la carta sin mucho interés.

—Tengo mis recursos.

Frunzo el ceño.

—Eso no responde nada.

—Y sin embargo, no me bloqueaste.

Abro la boca, pero la cierro de inmediato. La frustración se instala en mi pecho.

—Eso es irrelevante —murmuro.

Él sonríe, inclinándose hacia adelante.

—Si no quisieras que te escribiera, ya habrías hecho algo al respecto.

Mi mandíbula se tensa. No le falta razón.

El camarero llega justo a tiempo. Ashton pide un espresso y una tarta de frutos rojos. Yo, un latte.

Cuando el camarero se va, Ashton apoya la barbilla en su mano, sin dejar de observarme.

—Tienes una forma peculiar de reaccionar, Elena.

Levanto una ceja.

—¿Ah, sí?

—No eres como nadie que haya conocido. Y créeme, he conocido a mucha gente.

El tono es serio, sin la burla habitual. Por un momento, no sé qué responder.

El camarero regresa con los pedidos. Ashton toma su taza, y al hacerlo, sus dedos rozan los míos en la mesa. El contacto es breve, pero suficiente para que levante la mirada.

Su atención es directa, sin juegos. El aire entre nosotros se siente más denso, como si algo hubiera cambiado.

Trago saliva, pero no aparto la mirada. Ashton sostiene su espresso como si ese pequeño gesto formara parte de la conexión que ahora parece inevitable.

El silencio entre nosotros no es incómodo. Es diferente. Y aunque intento mantenerme firme, no puedo evitar sentir que él ya lo sabe.

—No me miras como lo hacen los demás —dice de repente, su voz baja.

Frunzo el ceño.

—¿Cómo se supone que te miran los demás?

Ashton toma un sorbo de su taza antes de responder.

—Depende. Algunos con miedo. Otros con admiración. Unos pocos con odio.

Su tono es casual, como si no le diera importancia.

—¿Y yo? —pregunto sin apartar la mirada.

Una sonrisa leve se asoma en sus labios.

—Como si no supieras en cuál de esas categorías ponerme.

—Tal vez porque no hay una única respuesta —respondo, cruzando los brazos sobre la mesa.

Su sonrisa se hace un poco más evidente.

—O porque no quieres admitir cuál es.

El tono es directo, sin esa provocación habitual. Solo una verdad que parece conocer mejor que yo misma.

Se inclina un poco hacia adelante, sus ojos fijos en los míos.

—¿Sabes qué es lo más interesante de esto?

Permanezco en silencio, esperando.

—No importa cuánto intentes resistirte... —Su voz baja, casi en un susurro—. Sigues aquí.

Respiro hondo, buscando alguna respuesta, pero antes de que pueda decir algo, él se pone de pie con calma.

—Termina tu café —dice con una sonrisa casi imperceptible—. Quiero mostrarte algo.

Tomo el último sorbo mientras él ya está de pie, esperando a que lo siga.

Asiento sin decir nada, terminando el último sorbo de mi café mientras él ya se pone de pie, como si supiera que lo voy a seguir.

No hablamos mucho después de salir del café.



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En el texto hay: romace, drama, suspense

Editado: 15.05.2025

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