El legado Oculto

Capitulo 21 -Las Huellas del Origen

El portón de la iglesia se cierra detrás de nosotros. No nos miramos, pero tampoco apuramos el paso. Caminamos juntos, como si el silencio marcara la ruta.

El sendero de tierra cruje bajo los zapatos, igual que antes. El silencio no pesa, pero se mantiene. Ni hostil ni cómodo. Solo denso.

Al llegar a la calle, el aire cambia. Farolas encendidas, ramas que se mueven despacio, y un par de estudiantes en una esquina discuten algo mientras revisan el celular. Todo sigue su curso. Pero nada se siente igual.

Caminamos entre calles que conozco, pero no estoy realmente ahí. No digo nada. No lo miro. Estoy esperando. No el momento exacto, sino el lugar correcto.

Cuando llegamos a casa, Ashton no intenta seguirme por la puerta principal. La noche ya se cerró por completo. El jardín está en silencio, apenas iluminado por la luz tenue del poste que da hacia la cerca trasera. El aire se siente distinto. Más quieto. Como si también estuviera esperando.

Camino hasta la parte de atrás sin prisa. Me ajusto un poco las mangas al salir, no porque tenga frío, sino por costumbre. Cruzo los brazos, y ahí me quedo.

Ashton está parado cerca de uno de los árboles, con las manos en los bolsillos. No dice nada. Tampoco hace falta.

Lo miro. Él me devuelve la mirada. No hay gestos, ni sonrisas, ni excusas anticipadas. Solo eso. Silencio y espera.

Paso unos segundos así. Ni cortos ni largos. Solo los que se necesitan.

—Vi tu cara —digo, sin rodeos—. No puedes fingir que no reconociste ese mapa.

Ashton no se mueve. Pero no necesita hacerlo para dar la respuesta.

—No voy a fingir —dice.

Y se queda ahí. Sin disfrazar nada.

Ashton se queda en silencio un segundo más. Mira hacia un costado, como si las palabras ya estuvieran en su cabeza, pero no supiera por cuál empezar.

Termina sentándose en el muro bajo que hay junto al árbol. Apoya los codos en las rodillas, entrelaza las manos y baja la mirada. No parece incómodo. Solo... contenido.

Yo no me muevo. Estoy frente a él, de pie, con los brazos cruzados y el pecho apretado.

—Ese mapa que viste... —empieza, con la voz baja— no es un mito. No es una historia antigua ni un símbolo de algo más grande. No es nada de eso.

Levanto la barbilla apenas. Estoy escuchando, pero sin darle nada de vuelta todavía.

—Ese lugar existe. Se llama Astreón.

El nombre suena distinto cuando lo dice él. Como si ya no fuera solo una palabra tallada en piedra, si no algo que tiene peso.

—Está en la Luna —agrega—. Y no como en los cuentos. No como una versión mágica flotando en otra dimensión. Literalmente. En la Luna.

El corazón me late más fuerte, pero no digo nada. Sigo esperando. Estoy inmóvil, pero por dentro estoy buscando en qué parte de mi cerebro encajar lo que estoy oyendo.

—Aiden y yo nacimos allá —dice, levantando la mirada al fin—. Ese lugar es nuestro hogar. Nuestro origen. Y nuestra responsabilidad también.

La garganta se me cierra un poco. No lo suficiente como para mostrarlo, pero lo suficiente como para tragar saliva sin querer. El silencio entre nosotros se espesa.

—Somos parte de la realeza —continúa—. Herederos del trono. Hijos del equilibrio, como lo llaman algunos allá.

Cuando dice eso, mis cejas se fruncen sin que lo controle. Bajo los brazos.

Él no se detiene.

—Y todo lo que viste... las visiones, el símbolo, el cuaderno... todo está conectado con lo que somos.

Empiezo a caminar despacio. Dos pasos. Me detengo. Mi cabeza va más rápido que mi boca, pero al mismo tiempo no sé ni qué estoy pensando exactamente. Solo sé que algo no cuadra.

—Ok. No —digo, entrecerrando los ojos—. Espera. Espera un segundo.

Lo miro directo.

—¿Tú me estás diciendo que tú... tú y Aiden...?

Hago una pausa. Me paso una mano por el rostro, como si eso ayudara a organizar algo.

—¿Tú no eres humano?

Ahí se lo suelto.

Ashton mantiene la mirada fija en mí, sin bajar la vista ni moverse.

—Sí —responde.

Una sola palabra. No la decora. No intenta suavizarla.

Trago saliva.

Él se endereza un poco, con los codos aún apoyados en las rodillas. Sus manos se entrelazan otra vez.

—No somos humanos... como tú lo entiendes. Pero tampoco somos algo distinto en esencia.

Hace una pausa. Me sigue mirando. Su voz sigue baja, firme, sin afectación.

—Tenemos cuerpo. Sangre. Mente. Sentimos. Pensamos. Vivimos con las mismas emociones que tú. Lo único diferente es el lugar donde nacimos. El punto de origen. Nada más.

Paso una mano por el cuello, como si necesitara despejarme algo del pecho. No lo interrumpo.

—Allá no somos criaturas mágicas ni entidades raras —continúa—. No somos más que personas nacidas bajo otra luz. Con otra historia.

Respiro hondo, sin querer que se note. No me muevo del lugar. Solo lo escucho.

—No todos en la Luna nacen con poder —dice—. De hecho, la mayoría no lo hace. Los dones no se heredan como un apellido. Aparecen cuando hay propósito. Cuando hay un motivo claro. Y no siempre es justo. A veces toca. A veces no.

Aprieto los labios. Él lo nota, pero no comenta nada.

—Astreón no está oculto porque sea peligroso. Está apartado porque tiene su propio orden. Su propio tiempo.

Su tono no cambia, pero la forma en que lo dice... se siente personal. Como si estuviera hablando de algo que extraña, aunque no lo diga.

—Mi familia ha reinado allí por generaciones y pronto se decidirá quien, entre Aiden y yo, va a ser elegido para reinar.

Se endereza por completo. Ahora está más firme, aunque no se levanta.

—Aiden y yo vinimos porque algo nos llamó. No sabíamos qué era. Solo lo sentíamos. Como una presión silenciosa que se hacía más fuerte cada vez. Hasta que todo apuntó a ti.

Siento cómo el pecho se me tensa. Como si mi respiración se acortara sin que me dé cuenta. Él lo deja ahí. No sigue hablando.



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En el texto hay: romace, drama, suspense

Editado: 14.09.2025

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