El legado Oculto

Capitulo 25 -Decisiones compartidas

Aiden sigue en el sillón, sin moverse. Me observa mientras me acerco con el bolso al hombro. Me siento frente a él. No hablamos. Solo está ahí, atento.

—Hola —rompo el silencio.

—Hola —responde, con calma.

—Antes de empezar... han pasado muchas cosas. Tal vez ya intuyes parte, pero necesito contártelo todo. No quiero dejar nada a medias. —Respiro hondo y empiezo.

Le cuento lo de la iglesia. Cómo llegamos, lo que vi en el altar, la energía entre las mujeres reunidas, el símbolo del eclipse. Le digo que una me miró al final, como si me reconociera.

Le explico también lo del restaurante. Que la misma presencia de la persona del puente, estaba allí. No lo vi, pero lo sentí. Y mi cuerpo reaccionó.

—Estoy segura de que fue él quien entró en mi cuarto —añado, mirándolo—. Dejó una nota. Desde entonces, no me siento segura en ningún lado.

Mi voz no tiembla, pero trago con dificultad. Aiden no dice nada, pero me escucha.

—Ashton ya me dijo que vienen de Astreón. Que son herederos.

Saco el cuaderno del bolso. Lo miro un segundo y se lo tiendo.

—Mi abuela sabía. Las historias, las cosas que me dejó... todo encaja. No puedo cargar sola con esto.

Aiden lo toma, sin apartar la mirada.

—Sé que Ashton está conmigo —digo más bajo—. Pero también quiero que tu estés. No solo por lo que eres. Sino por lo que significas para mí en todo esto.

Aiden apoya el cuaderno sobre sus piernas, pero no lo abre. Se queda un momento en silencio, como si estuviera eligiendo por dónde empezar.

—Sí sabíamos parte del linaje —dice por fin—. No todo, pero sí lo suficiente como para sospechar que tú... que estabas conectada.

Asiento apenas. No me sorprende, pero escucharlo lo hace más real.

—No queríamos presionarte —continúa—. Había señales, sí. Pero necesitábamos que tú también lo sintieras. Que no fuera algo forzado.

Hace una pausa breve, luego me mira otra vez.

—Ashton me dijo que ya hablaste con él. Que ya sabes todo. Lo del trono, la ciudad... todo eso.

Asiento de nuevo, más firme esta vez.

—No me molestó que lo dijera —aclara—. Me molestó que lo hiciera sin hablarlo conmigo antes. Esto no es solo entre él y tú. Se suponía que los tres... —No termina de hablar y yo no entiendo.

—¿Entre los tres? —repito, mirándolo—. ¿A qué te refieres?

Aiden baja un poco la mirada. Su expresión cambia apenas.

—A que él y yo no siempre queremos lo mismo. Ni siquiera cuando se trata de ti.

No sé qué decir a eso. Y él tampoco agrega nada más. Solo deja esa frase ahí, flotando.

Cruzo las manos y me acomodo un poco, sin lograr sentirme del todo cómoda en el sillón.

—Bueno, vamos a ver la parte positiva, ya no hay secretos —digo—. O no debería haberlos.

Él asiente apenas.

—No más.

Lleva el cuaderno hasta la mesa y lo deja ahí sin mirarlo. Luego vuelve a apoyarse en el respaldo, mirándome.

—La nota que encontraste hace tiempo en tu casillero... fui yo quien la dejó. No podía acercarme todavía, pero necesitaba que empezaras a mirar distinto.

Me tenso. Recuerdo la nota y cómo me dejó más confundida todo el día .

—¿Por qué no me hablaste directamente?

—Porque no sabías quién era. Pero yo ya te había visto.

Lo observo, más alerta.

—¿Dónde?

—En el puente —responde sin rodeos.

El estómago se me encoge.

—¿El mismo donde me atacaron?

Asiente.

Y entonces lo recuerdo. Aquella noche, mucho antes de todo. Salí, crucé la calle y vi a alguien en el puente. No lo reconocí, pero algo en mí reaccionó. No sentí miedo, ni amenaza. Nada comparado con la persona que me quiso hacer daño aquella noche.

Levanto la mirada.

—¿Entonces eras tú?

—Sí. Desde hacía tiempo sentía una conexión, aunque no entendía por qué. Pero al verte ahí, supe que eras tú. Por eso me quedé.

Me quedo en silencio un momento. No suena a algo improvisado. Ni a una excusa.

—¿Y Ashton?

—Llegó después. No me dijo nada. Solo apareció. Al principio pensé que era coincidencia, hasta que noté que estaba haciéndose pasar por mí. Me enteré y tuvimos la discusión en la universidad, ese día que descubriste que somos gemelos.

Asiento.

—Entonces fue por mí —murmuro—. Los dos se quedaron por mí.

Aiden me sostiene la mirada.

—Sí. Fue por ti.

No baja los ojos. No lo disfraza.

—¿Y los sueños? —pregunto—. Cuando apareces en ellos... ¿también eres tú?

—Sí. Conexiones como la nuestra lo permiten, pero requiere energía y control.

—¿Yo también podría?

—Sí. Aunque necesitas calma y entrenamiento. No es algo que se logre de inmediato.

Miro mis manos. Me tiemblan un poco los dedos. Respiro hondo.

—Y cuando escuché tu voz. Cuando dijiste mi nombre el día que me diste el colgante...

—También fui yo. Puede hacerse, aunque solo con mucha concentración. Bajo la luna es más fácil. En otros momentos, agota.

Asiento. Las piezas encajan. Todo lo que sentí tuvo sentido desde el principio.

—Gracias por decírmelo. Por no seguir ocultándolo.

Aiden se inclina hacia adelante, apoya los codos en las rodillas y entrelaza las manos. Esta vez, su expresión se suaviza.

—No sabía si era el momento. Pero ahora que tú también lo sientes, ya no tenía sentido callarlo.

Me acomodo en el sillón. Aunque ya hablamos bastante, algunas preguntas siguen ahí.

Ashton baja las escaleras con el celular en mano, va directo a la cocina, se sirve un vaso de agua y vuelve al salón. Se sienta frente a nosotros, sube sus piernas a la mesa con su aire despreocupado de siempre.

Los observo un instante. Están ahí, como si todo esto fuera parte de lo cotidiano. Y, en cierto modo, lo es.

—Con todo esto... —empiezo, mirándolos a los dos— siempre me pregunté algo. ¿Cómo hicieron para vivir aquí? Me refiero... ¿cómo funciona todo? ¿Esta casa es de ustedes? ¿La compraron?

Aiden responde antes de que Ashton siquiera lo intente.



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En el texto hay: romace, drama, suspense

Editado: 14.09.2025

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