Anoche cayó una nevada ligera. Se disolvió rápido, pero el frío se quedó. Caminamos hacia la cafetería buscando algo caliente antes de empezar.
Al entrar, el aire tibio nos envolvió. Elegimos una mesa junto a la ventana y, tras revisar el menú, el camarero trajo el café y los platos.
Ashton remueve su café con calma; Aiden, mientras revisa el celular, no pierde detalle.
—Vas a terminar haciendo un remolino ahí dentro —le digo a Ashton, mirando cómo gira la cuchara.
—Es parte del ritual —responde sonriendo—. Café perfectamente mezclado, mente perfectamente lista.
Aiden deja el celular a un lado.
—No te hará ningún favor si no empiezas a tomarlo.
—La paciencia es una virtud, hermano —contesta Ashton, dándole finalmente un sorbo.
Muerdo un trozo de pan, más tranquila de lo que esperaba ante lo que nos espera hoy.
—¿Entonces? —inquiero—. ¿Algún plan especial para el entrenamiento?
—Control y resistencia —responde Aiden—. No vamos a forzarlo todo de golpe. El objetivo es estabilizar tu energía, que no dependa solo de impulsos.
—Y después —agrega Ashton—, un poco de práctica real. Vas a tener que reaccionar, no solo seguir rutinas.
Aiden lo mira de reojo; sus labios se tensan apenas, pero no responde.
—Genial —suspiro—. O sea, va a ser agotador.
—Exacto —dice Ashton, alzando su taza en un gesto de brindis.
Al terminar el desayuno, pagamos y salimos. El frío golpea al cruzar la puerta y me ajusto la chaqueta mientras retomamos el camino. El trayecto es corto, suficiente para que el silencio entre los tres se mantenga.
El paisaje pronto se abre hacia la zona de entrenamiento. Rodeado de árboles y con espacio de sobra, es perfecto para lo que haremos. Me detengo junto a ellos mientras Aiden inspecciona el lugar, evaluando cada detalle.
—Vamos a empezar —anuncia Aiden, directo—. Primero, control básico. Nada de amplificar energía todavía. Solo estabilidad.
Ashton se cruza de brazos, a su estilo.
—Empezamos suaves, pero tampoco la vamos a tener dando vueltas como si estuviera en una clase de meditación, ¿no?
Aiden lo ignora y se dirige a mí. Hace una pausa breve, asegurándose de que lo sigo con la mirada.
—Extiende las manos. Forma la energía y mantén el pulso constante en su núcleo. No dejes que se desborde.
Inhalo despacio; la presión en el pecho crece y la energía, tambaleante, recorre mis manos.
—No la retengas tanto —corrige Aiden—. Solo permite que fluya en control.
Ashton da un paso al frente.
—Si solo aprende a mantenerla quieta, el día que necesite moverse rápido, no va a saber cómo reaccionar —responde Ashton.
Aiden lo mira de reojo, pero mantiene el enfoque en mí.
—Mantén la mente fija en la corriente, Elena
Respiro, bloqueando sus voces mientras mantengo estable el flujo entre mis manos.
—Bien —dice Aiden, bajando el tono—. Así es.
Ashton asiente, aunque noto su expresión; quería otro método, pero por ahora no dice nada.
Dejo ir la energía despacio, permitiendo que se disuelva en el aire.
Aiden da un pequeño paso hacia un lado.
—Ahora otra vez. Esta vez, enfoca la energía por más tiempo sin perder el control.
Asiento, inhalo despacio y extiendo nuevamente las manos. La energía responde de inmediato, vibrante, pero más fluida que antes. Ashton empieza a rodearme mientras me muevo suavemente de un pie a otro.
—No te distraigas por mí —dice en voz baja—. Avanza y retrocede sin perder el equilibrio.
Doy varios pasos controlados. La esfera titubea en algún giro, pero la estabilizo. Me enfoco en mantenerla centrada.
—Así es —comenta Aiden.
—Mucho mejor —agrega Ashton, observándome mientras completa la vuelta a mi alrededor.
Mantengo la energía unos segundos más hasta soltarla de nuevo.
Siento el sudor frío en la nuca y me detengo un momento para tomar aire. Aiden sigue atento, mientras Ashton me lanza su media sonrisa.
—¿Ves? Nada mal para ser la primera fase —dice Ashton, cruzándose de brazos.
Aiden no sonríe, pero asiente.
—Aún queda mucho —añade.
Me limito a afirmar con la cabeza mientras recupero el aliento.
Ashton da un par de pasos al frente, con ese tono suyo que siempre mezcla seriedad y provocación.
—Ya controlamos el núcleo —dice—. Ahora toca expandir. Proyecta un poco la energía. No ataques, solo extiéndela hacia el frente. Como si empujaras el aire.
Asiento y vuelvo a concentrarme. Canalizo la energía hacia las palmas y, en lugar de formar la esfera, la empujo hacia adelante en una ráfaga leve. El aire vibra al frente, levantando algo de tierra suelta.
—Eso es —comenta Ashton, dando un paso al costado—. Ahora intenta mantener esa proyección mientras giras el torso. Control y fluidez, no rigidez.
Empiezo a girar el cuerpo mientras proyecto la energía. La presión en los brazos es constante, pero mantengo el control. Reajusto la postura cuando hace falta. La energía sigue estable, girando con precisión.
—Perfecto —dice Aiden.
—Ahora deshazlo suavemente —agrega Ashton.
Exhalo despacio. Las partículas caen lentamente de nuevo al suelo. La energía desaparece sin explosiones ni desbordes.
Siento cómo el corazón me late fuerte, pero distinto a otras veces. Me paso una mano rápida por la frente agotada.
—Vamos a forzar un poco más la reacción —dice Aiden, dando unos pasos hacia el centro del claro—. Ya no es solo controlar lo que generas, sino responder cuando la energía viene de fuera.
—Ya era hora de ponerle algo de emoción —dice Ashton, ladeando la cabeza con media sonrisa.
—Voy a lanzar pequeñas ráfagas de luz —explica Aiden, dirigiéndose a mí—. Quiero que intentes desviar la energía sin absorberla ni bloquearla de frente. Solo redirige. Como canalizar el flujo hacia los lados.
La primera ráfaga viene directa. Giro las muñecas y desvío el impacto hacia la izquierda, manteniendo el torso en movimiento. Ajusto los pies y sostengo el equilibrio mientras redirijo la energía.
Editado: 14.09.2025