Capitulo 31 -Voces en la sombra

Regresamos caminando desde el parque. El aire está más frío, y el silencio de las calles vacías hace que todo lo que dijimos pese más. Ashton lleva las manos en los bolsillos. Yo voy un poco más atrás, cuidando el pie. Hablamos poco, frases sueltas. El tema del Nexus sigue rondando, pero no lo menciono.

Doblamos hacia una calle más estrecha, cerca de mi casa.

Y entonces, lo escuchamos.

Voces. Bajas. Tensas.

Ashton se detiene. Yo también.

Nos quedamos al borde de la acera, sin asomarnos del todo.

Es Aiden.

Está con Isira.

—Tú no decides cuándo aparezco —responde ella. Su tono suena tranquilo, pero hay algo que corta el aire. Una presión, como si todo estuviera a punto de romperse—. Estás tardando demasiado. Te estás desviando.

—No estoy desviándome —contesta Aiden, rápido—. Pero tampoco voy a apurar algo que no está listo.

Isira guarda silencio unos segundos. No se mueve. Solo lo mira, aunque no puedo verla bien desde aquí. La reconozco por la silueta. Esa forma de quedarse inmóvil que me incomoda desde la primera vez.

—Si no vas a hacerlo, al menos no interfieras. Pero no la arruines.

—Ella debe estar por llegar. No debería verte aquí.

Ese "ella" me atraviesa.

Ashton me lanza una mirada rápida, sin moverse del sitio. No dice nada. Yo tampoco. Pero sé que escuchó igual que yo.

Isira da un paso atrás. Su figura se disuelve entre las sombras. No hay despedida. No hay ruido. Solo se va.

Esperamos un poco más.

Ashton respira hondo. Me mira. Parece que va a decir algo, pero sacude la cabeza y sigue caminando.

Yo lo sigo.

Unos metros más adelante, Aiden dobla la misma esquina. Está solo, como si nada hubiera pasado. Al vernos, levanta la mano en señal de saludo.

—¿Ya están de vuelta? —pregunta, casual.

Ashton asiente con la cabeza, sin decir nada. Yo intento sonreír, pero no sé si lo logro del todo.

—Estuvo tranquilo el día, ¿no? —dice Aiden, mirando hacia el cielo como si buscara conversación.

—Sí —respondo. Mi voz sale baja. No quiero seguir con esto —Estoy cansada —murmuro, girándome hacía la entrada de mi casa.

—¿Quieres que te acompañe? —pregunta Ashton.

—Estoy bien —le digo negando con la cabeza y media sonrisa —. Gracias por hoy.

Asiente despacio. No insiste.

—Nos vemos mañana, Eclipse.

Se quedan afuera, en silencio. Yo los miro una última vez... y cierro la puerta.

Al entrar, me recibe un olor cálido. Algo entre pan y sopa.

La luz de la cocina está encendida. Mamá está de espaldas, removiendo algo en una olla.

—¿Llegaste? —pregunta sin girarse.

—Sí. Ya vine —respondo, soltando un poco el aire.

Ella deja la cuchara y se da vuelta. Me mira rápido, como revisando si todo está en su sitio.

—¿Cómo te fue?

—Bien. Mejor de lo que pensé —digo. No necesito entrar en detalles.

Asiente con una sonrisa breve. No pregunta más.

—Te guardé sopa. Si quieres después, la calientas.

—Gracias. Tal vez más tarde.

—Ah, y llamaron de la clínica —agrega, buscando algo en el bolsillo del delantal—. Ya tenemos fecha para la próxima revisión. Pasado mañana, a las cuatro.

—¿Para el pie?

—Sí. Rayos X, control... lo de siempre.

Asiento. Una parte de mí siente alivio, la otra se tensa un poco. Volver a caminar suena bien, pero también me recuerda cuánto ha cambiado todo.

—Ojalá digan que ya puedo apoyarlo —murmuro.

Mamá se acerca, me acomoda un mechón de pelo y me da un beso en la frente.

—Ve a descansar, hija.

Subo las escaleras despacio, la muleta golpea suave los escalones. Entro a mi cuarto, dejo todo en su sitio y me dejo caer en la cama sin cambiarme. El colchón se hunde. Todo queda en silencio.

Cierro los ojos, pero no descanso.

La charla con Ashton. Lo del Nexus. Ser la llave. Todo sigue ahí, dándome vueltas. Y ahora también lo otro.

La conversación que escuché.

Aiden. Isira. Ese tono.

No entiendo nada. No quiero suponer, pero algo no encaja.

Me giro. El cuerpo cede un poco, pero la cabeza sigue activa.

No hay respuestas. Solo ruido.

Y con todo eso encima, me duermo.

La mañana pasa más rápido de lo que esperaba. Me levanté con tiempo, desayuné algo simple, sin apuro. En clases logré enfocarme, aunque tenía mil cosas en la cabeza. La rutina ayuda.

En el almuerzo, la cafetería está llena. Huele a café y pan tostado. Las voces rebotan por todos lados. Encontramos una mesa libre con Sophie, Lena y Jonás ya sentados.

Abro mi ensalada, acomodo el cabello detrás de la oreja. Ashton llega poco después, se sienta frente a mí y deja su botella de agua al lado de la bandeja.

—Oye, esos ojos grises te quedan bien —dice Jonás, con ese tono tranquilo que casi siempre usa—. Aunque sigo sin entender del todo qué te pasa.

Levanto la vista. Él no está bromeando.

—Te ves distinta... pero en buen plan —agrega Sophie, sin dejar de mirar su tablet.

—Supongo que sí —respondo, soltando un poco de aire—. Gracias.

Ashton se inclina, abre su botella con calma y toma la mía sin decir nada. Yo llevaba un rato luchando con la tapa, ni me di cuenta. Me la devuelve, levantando una ceja.

—Alguno me recomienda algo para ver el fin de semana. Me estoy quedando sin opciones decentes —dice, con tono relajado.

Lena abre su yogurt, Sophie deja su tablet a un lado, y la conversación sigue rodando sin prisa.

—¿Te gustan las series lentas o las que te tienen tenso todo el rato? —pregunta Jonás, mezclando con calma lo que le queda en el plato.

—Un poco de todo —responde Ashton—. Siempre que no me duerman en los primeros diez minutos.

—Podrías ver El Faro —dice Jonás—. No es muy conocida, pero tiene buena trama.

—Esa está bien —dice Sophie, asintiendo—. Mejor que las típicas que todos ven y ya.

—Perfecto. Me la apunto. Gracias.

Lukas aparece en ese momento. Entra con una chica que no reconozco, los dos riendo por algo privado. No hay contacto evidente, pero la cercanía se nota. Ella se despide con una sonrisa y se va a otra mesa. Lukas se une a nosotros como si no notara el cambio de ambiente.