El legado Oculto

Capitulo 35 -El precio del miedo

No hay tiempo. No hay cuerpo. Solo ruido.

Un zumbido agudo me atraviesa los oídos. Como un silbido que no se detiene, que vibra, que aprieta. Después, un golpe sordo. Otro. Y otro.

El espacio se fragmenta en imágenes sueltas:
Un pasillo.
Una pared manchada.
Un rostro que intento reconocer, pero se desdibuja cada vez que me acerco.
Una sonrisa torcida.
Silencio.

No entiendo nada. Todo parece mal ensamblado.

Las voces llegan de repente. Graves, lentas, como arrastradas por una corriente que no alcanza la superficie. No entiendo lo que dicen. No es español, ni nada que haya escuchado antes. Pero me afectan igual. Me pongo rígida. Me hundo.

En medio de esa oscuridad espesa, algo se sacude.

Una figura aparece. Borrosa. Vibrando. Como si se rompiera y se recompusiera una y otra vez.

Tiene forma humana… casi. Pero está incompleta.

—Elena… —dice.

La voz tiene interferencias, como si la arrastrara desde muy lejos.

—Elena…

Otra vez. Más nítida.

—Elena…

Suena como él. Como Aiden. Pero dañado. Distorsionado.

Y de pronto, grita:

—¡Despierta!

El grito lo rompe todo.

Respiro con fuerza, como si algo me arrancara del fondo.

Mi pecho sube y baja desordenado. Me arde la garganta. Me cuesta enfocar.

Un movimiento constante sacude el suelo debajo de mí. Pero no sé dónde estoy. Hay un olor agrio, cerrado. A plástico caliente. A tela usada.

Las luces me cruzan por encima, intermitentes. Parpadean sobre un techo bajo. Muevo los dedos. Siento el asiento bajo mi cuerpo. Estoy acostada.

Me late la cabeza. Me cuesta pensar.

Intento incorporarme, pero mi cuerpo no responde del todo. Apenas logro girar un poco el cuello. Entonces lo veo.

El chico del secuestro me está mirando desde el asiento del copiloto.

Mi garganta reacciona antes que yo y grito, sin filtro, sin control.

Él ni se inmuta.
—Ya se despertó —dice, como si estuviera avisando que encendieron una luz.

La voz de Isira, desde el volante, llega serena.
—Inconcientízala. Aún no llegamos.

No la necesito ver. Reconozco su tono.

Siento un pinchazo repentino en mi pierna. Frío, rápido.

Intento apartarme, pero mi cuerpo se vuelve pesado. Todo gira.

Caigo otra vez.

⸻ ☾ ⋆⁺₊✧₊⁺⋆ ☽ ⸻

Todo es denso. Pegajoso. Como si un sueño espeso no quisiera soltarme.

Parpadeo.

Una luz gris se filtra por los bordes de mis párpados. Me cuesta abrirlos. Mi cuerpo no responde de inmediato. Cada músculo duele como si me hubieran arrastrado por kilómetros.

Me pesa la cabeza. El pecho también. Respiro con dificultad, como si algo me presionara desde dentro.

Un zumbido grave me retumba por dentro, constante, mezclado con un olor a metal viejo, cuero cerrado… sudor.

Intento mover los brazos, pero algo los tira hacia atrás. No puedo.

Tengo la boca cubierta. Seca. No sé cuánto tiempo ha pasado ni cómo llegué aquí.

Solo sé que estoy atada. Acostada.
Y sola.

El silencio lo confirma. No se oye a nadie. Solo ese murmullo lejano.

Giro la cabeza con esfuerzo. El tapizado raspa contra mi mejilla. Estoy en un auto. Me acerco a la ventana para ver algo afuera.

Al principio solo distingo figuras. Manchas. Siluetas recortadas por la luz exterior. Pero entonces una de ellas se mueve con una fuerza que reconozco al instante.

Es él.

Aiden.

Está parado frente al chico que me secuestró. Isira también está allí, a pocos pasos, con la misma postura relajada de antes, como si nada le importara.

Pero el ambiente… ha cambiado. El aire afuera parece vibrar.

Aiden no se mueve de inmediato. Su cuerpo está firme. Tenso. Como si estuviera midiendo cada segundo, esperando el momento exacto. Luego, lentamente, alza la mano.

La energía se forma desde su palma. Primero es solo un punto, pero empieza a girar. A crecer. Como si el aire mismo se apretara alrededor.

Trago saliva.

Aiden lanza la ráfaga. Atraviesa el espacio como una línea de luz blanca, directa, rápida, sin desviarse. Es precisa. No explota. Corta.

El suelo tiembla al impactar.
La ráfaga rasga el pavimento, levanta tierra y astilla parte del borde del camino. Una pequeña onda de polvo se eleva por el aire.

Entonces el chico reacciona. Levanta los brazos y, con un grito seco, libera una especie de onda oscura que intercepta parte del ataque. Pero no toda. Se tambalea y da un paso atrás.

Isira lo mira apenas. No parece alterada, pero algo en su postura cambia.

La onda oscura que el chico liberó aún flota en el aire, como una cortina densa que distorsiona la luz. A través de ella, sus figuras se desdibujan. Se mueven rápido. No se esfuman. Solo dejan de estar a la vista.

Cuando la energía se disipa del todo… ya no están.

Aiden no se mueve al instante. Sigue en su sitio, firme, con los ojos clavados en el lugar donde desaparecieron.
Parece esperar algo. Un segundo ataque. Un rastro.
Pero no hay nada.

Solo entonces baja lentamente la mano. Respira hondo. Y se gira hacia el auto.

Mi corazón se me sube hasta la garganta.

Lo veo avanzar con rapidez. Su expresión no cambia, pero sus pasos son urgentes.

La puerta se abre con un sonido seco.

Me echo hacia atrás por instinto. Aún no puedo pensar con claridad. Todo pasa rápido. Lo siguiente que veo es su rostro. Cansado. Tenso. Pero presente.

—Tranquila —dice—. No te voy a hacer daño, Elena. Ven conmigo.

Su voz no tiembla. Pero tampoco impone. Me está hablando como si temiera romperme.

Extiende la mano, despacio.

Yo no me muevo.

Entonces se agacha. Me toma con cuidado por las piernas. Afloja el nudo de la cuerda que me inmoviliza. Sus dedos tiemblan apenas.

No digo nada. No puedo.

—Date la vuelta, te voy a ayudar —me pide, sin dureza.

Obedezco. Lentamente.



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En el texto hay: romace, drama, suspense

Editado: 14.09.2025

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