El legado Oculto

Capitulo 37 -Últimas horas

La luz entra por la ventana de la sala, suave pero constante. Me quedo unos segundos en silencio, mirando el vapor que sube de la taza entre mis manos. Todavía siento el cansancio de anoche en los hombros, pero intento que no se note.

—Suena bien… —dice mi madre, con esa calma que usa cuando quiere transmitirme seguridad—. Es repentino, pero si quieres hacerlo y es importante para ti, estoy de acuerdo.

Asiento, aunque la mirada se me queda un momento en el borde de la mesa.

—Sí… tenía mis dudas. Por eso no te había dicho nada antes. Pero después de lo que pasó ayer… —respiro hondo— lo pensé mucho. No quiero dejarte sola, pero es una buena oportunidad para mi carrera.

Esto no es fácil, pero creo que la mejor salida fue esa, decirle de un programa intensivo en Estrasburgo. Un mes —quizá más— entre talleres y visitas a instituciones europeas, todo organizado por la universidad. Suena bien, suena serio y, sobre todo, suena como algo que no puedo dejar pasar.

Mi madre me mira directo a los ojos. No duda ni un segundo.

—No debes pausar tu vida por mí. Menos cuando es algo que te ayudará a mejorar y asegurar tu futuro. —Me aprieta suavemente las manos—. Yo voy a estar bien. Y no pienso dejar esto así… voy a ir a la policía.

El calor de sus manos contrasta con el frío que me sube por dentro al escucharla, pero intento sonreírle.

—¿Cuándo te vas? —pregunta, todavía sin soltarme.

—Mañana —respondo sin darle muchas vueltas—. Hoy necesito preparar todo y avisarles a los chicos. Pero antes voy a acompañarte a la estación para poner la denuncia.

Sé que no servirá de nada. Ellos no van a aparecer en ningún registro de aquí. Aun así, no tengo razón para evitar que lo haga y lo menos que puedo hacer es estar ahí con ella.

—Me parece bien —dice mi madre, y por primera vez desde ayer, sonríe un poco—. Para no perder tiempo, mejor vamos ahora. Así luego puedes terminar de arreglar tus cosas.

—Vale. Voy a buscar a los chicos para avisarles.

—Perfecto. Yo subo a cambiarme.

Nos levantamos juntas. Caminamos por el pasillo hasta que ella toma las escaleras y yo sigo hacia la puerta.

Afuera, en el banco junto al jardín, está Ashton. Se gira al escuchar el sonido de la puerta. Lo miro un momento extrañada.

—¿Y Aiden? —pregunto mientras me acerco.

—En el carro —responde, poniéndose de pie. Da unos pasos hacia mí—. ¿Cómo te fue?

—Bien. Está de acuerdo —digo, encogiéndome de hombros—. Ya lo más duro pasó.

Empiezo a caminar hacia el auto, dejando a Ashton en la puerta. Toco la ventana del copiloto y me inclino un poco para asomarme. Aiden me sonríe y abre la puerta para salir.

—Ya pueden entrar —le digo—. Hablé con mi mamá y todo está bien.

—Me alegra —asiente.

Regresamos a la casa. Ashton nos sigue y entramos los tres, caminando hacia la sala.

—Mi mamá quiere ir a la policía —les comento, mirando a ambos.

Aiden me observa, incómodo. Se inclina un poco y dice en voz baja.

—Elena, eso no…

—Lo sé —lo interrumpo, también en voz baja—. Pero no puedo decirle que, después de que irrumpieron en su casa, no ponga una denuncia.

Levanto una ceja, dando por cerrado el tema.

—Y yo voy a ir con ella, así que me voy a arreglar rápido.

Ellos se miran un momento, luego me miran a mí y asienten sin añadir nada más.

Subo a mi habitación. Me doy un baño rápido y, al salir, elijo un vestido cómodo, corto y suelto. Me calzo unas sandalias y me arreglo un poco el cabello frente al espejo, solo lo suficiente para que no se vea desordenado.

Lista, respiro hondo antes de salir de mi habitación.

Camino por el pasillo hasta la habitación de mi madre y toco la puerta. Espero unos segundos, pero no responde. Vuelvo a tocar y la llamo, esta vez con un poco más de fuerza. Nada.

Bajo las escaleras y, al asomarme a la sala, la veo conversando con Aiden y Ashton. Helen se gira en cuanto me acerco.

—¿Ya estás lista? —me pregunta con una sonrisa cálida.

Asiento, breve.

—Estábamos hablando de lo raro que fue todo esto —comenta con un tono natural, como si intentara restarle peso—. Aquí en Rothenburg no es común que pasen cosas así. La gente vive tranquila, casi todos se conocen —hace una pausa —y como ellos se mudaron hace poco, no quiero que tengan una mala idea del lugar.

Miro a los chicos, entrecerrando un poco los ojos, evaluando la situación.

—Pues sí, es súper raro… pero bueno, vamos yendo, ¿no?

Helen asiente con decisión.

—Sí, sí, para luego es tarde.

Ashton se pone de pie primero.

Aiden lo sigue sin decir nada, pero su mirada se mantiene atenta.

—Nosotros las llevamos —dice Ashton, directo, como si fuera lo más obvio.

Helen sonríe, con un gesto agradecido.

—Muchas gracias, de verdad, pero no es necesario. Ya hicieron bastante quedándose y estando pendientes todo este tiempo.

Su tono es sincero, sin rastro de incomodidad, pero deja claro que no quiere cargarles más.

Aiden interviene antes de que la conversación termine.

—Está bien —dice, firme pero amable—. No tenemos mucho que hacer y queremos apoyarlas.

Sus ojos se mantienen en los de mi madre, asegurándose de que entienda que lo dice en serio.

Helen lo observa unos segundos.

Finalmente asiente, relajando un poco los hombros.

—Está bien, entonces vamos —dice con un tono conciliador, y hace un leve gesto con la mano para que todos nos movamos.

Salimos de la casa y la puerta se cierra detrás. Ashton y Aiden van adelante, mientras mi mamá y yo seguimos unos pasos detrás. El aire afuera está más fresco que adentro. En el carro, me acomodo junto a ella en el asiento trasero; los gemelos toman los delanteros. El motor arranca y las calles tranquilas de Rothenburg pasan bajo un cielo gris, en silencio.

Cuando llegamos a la estación de policía, el ambiente cambió. Dentro, el aire olía a café viejo y papel. En recepción, mi mamá explicó lo ocurrido mientras la chica tomaba nota y pedía sus datos. Nos indicaron que esperáramos, y nos sentamos cerca; los gemelos se quedaron de pie, uno apoyado en la pared y el otro observando en silencio.



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En el texto hay: romace, drama, suspense

Editado: 14.09.2025

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