El legado Oculto

Capitulo 39 -Tacto de seda, filo de acero

El cambio me golpea de inmediato apenas cruzo el portal. El aire frío y seco me corta la piel de la cara y siento un ardor molesto en la nariz y la garganta. Al exhalar, veo salir una nube blanca frente a mí. Parpadeo rápido y me cubro la boca con la mano, como si eso pudiera suavizarlo. Un latigazo de miedo me atraviesa, tan brusco que apenas me da tiempo de pensar qué carajo acabo de hacer al cruzar.

—Mierda… —susurro, y me llevo la otra mano al pecho cuando noto que el aire no llena bien mis pulmones.

Trato de respirar normal, pero el pecho me pesa, se siente vacío. Me mareo un poco y doy un paso en falso.

Ashton me sostiene de la cintura con más fuerza, impidiendo que me tambalee.

—Tranquila, respira despacio —dice Aiden, serio, sin apartar los ojos de mí.

Asiento con la cabeza, concentrándome en inhalar más lento. Poco a poco, el mareo empieza a disiparse, aunque sigo con esa sensación rara de vacío en los pulmones. Es como si mi propio cuerpo no terminara de obedecerme del todo.

Doy un paso y casi me voy hacia adelante. Los pies rebotan levemente y mis pasos se alargan sin que lo quiera. Me detengo enseguida, frunzo el ceño y aprieto los labios.

—No te preocupes —murmura Ashton cerca de mi oído—. Tu cuerpo se va a acostumbrar.

Levanto la vista y me sorprendo aún más. La noche no es negra, sino de un gris azulado que parece pintado. Las estrellas se ven nítidas, como agujas brillantes, y unas nubes delgadas se deslizan lentas, casi irreales, y ahí, en el cielo, la Tierra brilla enorme, redonda, como un farol suspendido.

Trago saliva, incapaz de apartar la mirada. Mi garganta se cierra un poco con esa imagen. Por un instante temo despertar, como si todo esto fuera un sueño demasiado extraño para ser cierto.

Aiden me hace un gesto con la cabeza, suave pero firme, para que siga caminando.

El silencio es extraño. Mis pisadas suenan apagadas, como si el suelo absorbiera todo el eco. El viento apenas se escucha, un silbido fino que corta entre las estructuras. Ladeo la cabeza, incómoda con lo antinatural que se siente.

Al respirar más tranquila, percibo un olor metálico, como piedra recién lavada. Arrugo un poco la nariz, no es desagradable, pero sí fuerte, invasivo.

El terreno se abre frente a nosotros, una mezcla de pavimento claro y césped bajo que apenas sobresale. Y a lo lejos, el castillo se levanta imponente: torres altas, muros anchos, ventanales enormes. Líneas de luz suave recorren las cornisas y los caminos, no antorchas, sino resplandores que parecen salir de la piedra misma.

Me quedo mirando hacia un lado, donde distingo un objeto estacionado. Es alargado, bajo, metálico. No tiene ruedas, pero refleja la luz como si flotara sobre el suelo.

—Parece un auto… pero no lo es —murmuro, apenas audible.

Ashton suelta una risa breve, mirándome de reojo. Niega con la cabeza como si le divirtiera mi ocurrencia, aunque no dice nada.

Tres hombres con capas oscuras se nos acercan. Inclinan la cabeza hacia los gemelos con un saludo breve. No hay ceremonia, solo reconocimiento.

Cuando sus miradas pasan sobre mí, noto el ligero titubeo en sus ojos, una chispa de curiosidad que no pueden ocultar. Guardan silencio, el gesto contenido, antes de volver la atención a Ashton y Aiden.

Uno de ellos revisa un rectángulo brillante en su mano; parece un celular, pero más delgado y luminoso. Apenas lo mueve y una puerta cercana se abre sola, deslizándose en silencio.

Ashton me aprieta suavemente la cintura, guiándome hacia adelante.

A los lados distingo estructuras bajas, algunas parecen pilares con grabados, otras recuerdan a estatuas gastadas por el tiempo.

El pavimento claro refleja un brillo tenue bajo nuestros pasos y, cada tanto, se alza una especie de arco o columna que enmarca el recorrido. Entre las grietas del suelo crece un césped corto y uniforme. En la Tierra sería un detalle cualquiera, aquí se siente demasiado perfecto, artificial.

Aprieto los labios, inhalo hondo y sigo caminando junto a ellos, con la silueta imponente del castillo cada vez más cerca.

Casi en la entrada, un hombre mayor se adelanta. Sus pasos son firmes y su capa se mueve con la brisa ligera. Inclina la cabeza con respeto hacia los gemelos y, luego, sus ojos se posan en mí.

—Sabíamos que llegarías —dice con voz grave—. La que seguirá el linaje de las Hijas del Eclipse.

Me quedo inmóvil. Las palabras me golpean como una piedra en el pecho. Apenas puedo asimilarlas cuando un chico que se ve como guardia aparece con paso rápido, interrumpiendo todo.

—Rynvar, Kaedryn —saluda con un leve asentimiento, dirigiéndose a los gemelos. Sus ojos se clavan en Ashton—. Ashton, ryem. Vran seldai ka Hyrel. Irn.

Ashton frunce el ceño.

—Keth?

Aiden se gira hacia él, confundido. Yo solo me quedo mirándolos, con la boca entreabierta, intentando procesar lo que escucho. Ni una palabra me hace sentido. Me siento como una completa extraña, como si me hubieran dejado en medio de una obra en un idioma desconocido.

El guardia continúa con un tono serio, casi urgente.

—Tri okel. Tash en vor; enas al rastor yen. Nai darel. Halen ka murn.

Ashton me mira un segundo, su expresión se endurece. Luego se acomoda, remueve los hombros y levanta ligeramente la mano, un gesto de mando.

—Ravel. Dar va ren. Nal ark.

El guardia asiente.

—Ra.

Ashton se inclina apenas hacia él.

—Nai rele vash. Doen Elena far varn.

—Ra, valarenn Kaedryn.

El guardia vuelve a inclinar la cabeza y se aleja sin más.

Ashton retoma el paso, más rápido, con la tensión visible en sus hombros. Intento seguirlo, aunque todavía no termino de acostumbrarme a caminar en esta gravedad. El frío me está matando, siento como me llega a los huesos.

Aiden se queda atrás unos segundos, pero no le presto atención. Tengo demasiadas cosas enredadas en la cabeza. Con todo lo que los gemelos me contaron de la Luna y de Astreón, nunca me detuve a pensar en las costumbres, en lo que implicaba realmente estar aquí. Nunca me pasó por la cabeza que tuvieran su propio idioma. Ashton y Aiden nunca lo hablaron frente a mí, su alemán es perfecto, y ahora me doy cuenta de que ni siquiera sé cómo se llama la lengua que acabo de escuchar.



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En el texto hay: romace, drama, suspense

Editado: 14.09.2025

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