El legado Oculto

Capitulo 40 -El momento que lo cambia todo.

El aire me raspa la garganta cuando intento hablar. Ashton no se mueve, solo espera.

Me late el pecho con fuerza. Bajo la mirada a nuestras manos entrelazadas y respiro hondo.

—Sí... —digo al fin, y siento cómo algo dentro de mí se afloja al decirlo.

Ashton parpadea una vez, apenas, y sonríe como si hubiera contenido el aire demasiado tiempo. Me besa los nudillos, y la calidez de su gesto contrasta con el frío que nos rodea. Intento respirar despacio, pero el pecho aún me pesa. Permanece cerca, en silencio, y esa quietud se estira hasta que el ambiente parece volverse más denso.

Una ráfaga de viento me mueve un mechón. Él lo acomoda con calma, sin apartar la mirada. Sus dedos rozan mi mejilla y se detienen un instante antes de alejarse, como si le costara hacerlo. Da un paso hacia mí; yo inspiro más hondo, pero no me muevo.

Su mano vuelve al cuello de mi abrigo. Lo ajusta con una lentitud casi innecesaria, buscando, quizás, una excusa para quedarse cerca. Sus ojos se clavan en los míos, y siento ese tirón invisible entre los dos, imposible de romper.

—Oficialmente, Elena Hoffmann... eres mía —su sonrisa ladeada sigue ahí. Se me escapa una también, suave, y por un momento todo se siente bien. Hasta que sus ojos se vuelven más serios... y algo en ellos me eriza la piel—. Y no pienso dejar que nada cambie eso.

Por un instante me quedo callada. El corazón golpea fuerte, demasiado. Y justo ahí, sin aviso, la voz de Aiden se cuela en mi cabeza "Lo que hay entre nosotros sigue ahí. No depende de lo que queramos, Elena."

El aire se me corta. Bajo la mirada solo un segundo y luego la vuelvo a alzar. No ahora. No quiero pensar en eso ahora.

Me obligo a sonreír, suave.

—No pienso dejarte tampoco —murmuro.

Ashton exhala contra mi piel. El aire se mezcla entre los dos y nada más parece importar. Sus dedos rozan mi mandíbula, y cuando sus labios alcanzan los míos, el aire se queda atrapado entre los dos. Él me sujeta de la cintura, firme, como si temiera que me aleje. El movimiento es lento, contenido, pero cada segundo se siente más intenso.

Su respiración se acelera, la mía también. La forma en que su boca se mueve contra la mía tiene algo calculado, seguro. Sus manos me toman por la espalda, firmes, y la tela se arruga entre sus dedos. Su otra mano sube hasta mi cuello, apenas una presión que me obliga a levantar la cara. Lo miro un segundo, lo justo para sentir cómo su respiración roza la mía.

Mis dedos se aferran a su camisa y lo atraigo. Él responde guiándome hacia atrás hasta que siento el borde del balcón rozarme. Su boca baja por mi mandíbula hasta el cuello, y la respiración se me vuelve caótica. Mi mano sube hasta su nuca, y su piel arde bajo mis dedos. Lo siento tensarse, respirar más fuerte.

El beso se intensifica, más profundo, más lento, hasta que el aire entre los dos deja de existir.

Su mano sube por mi costado y me sostiene, firme, mientras el ritmo empieza a calmarse. Siento su respiración chocar contra la mía, el calor de su cuerpo pegado al mío.

Nos separamos apenas un instante, sin perder el contacto. Sus dedos permanecen en mi cintura, guiándome con suavidad hacia el interior.

El castillo está en silencio, salvo por el suave eco de nuestros pasos. Me guía a una habitación; la puerta se abre con un crujido, revelando una estancia bañada por la suave luz de las velas. En el centro de la habitación hay una cama enorme, cubierta por sábanas claras y un tejido suave

Se inclina un poco; su aliento roza mi oreja y un escalofrío me sube por el cuello. Sus dedos bajan a los cordones del vestido, los aflojan uno a uno y el corsé cede sin resistencia. La tela se desliza por mi piel y termina en el suelo.

Me quedo quieta, con el corazón desbocado. Él da un paso atrás, y el silencio pesa. Su mirada recorre cada parte de mí, lenta y cuidadosa. Siento su calor aunque no me toque, y por un momento tengo que recordarme respirar.

—Ashton... —mi voz apenas sale, mitad aliento, mitad temblor.

—Eres perfecta —murmura con la voz ronca y cargada de deseo.

Se inclina y su boca atrapa la mía. El beso es profundo, urgente; mi respiración se quiebra contra la suya, y su pecho roza el mío al compás entrecortado de nuestras respiraciones.

Rompe el beso, apenas lo necesario para mirarme. Sus ojos bajan, y por un instante siento que me desnuda de nuevo, aunque ya no quede nada que quitar.

—Te deseo —dice con un gruñido bajo —Quiero sentirte, saborearte, hacerte mía.

—Entonces hazlo —respondo sin apartar la mirada, con el corazón latiéndome con fuerza.

Sonríe, una sonrisa lenta y depredadora. Agarra el dobladillo de mis bragas y las desliza por mis piernas. Me las quito, quedándome frente a él, completamente desnuda. Me levanta sin esfuerzo y me recuesta en la cama, con una fuerza que no pide permiso y una urgencia que me reclama solo para él, su cuerpo encajando con el mío como si no aceptara ningún espacio entre nosotros.

Su boca encuentra la mía de nuevo, su lengua explorando, provocando. Sus manos recorren mi cuerpo, su tacto firme y seguro. Su calor me envuelve; la fuerza de su cuerpo contra el mío me corta el aire. Arqueo la espalda, un suave gemido escapa de mis labios. Se separa apenas, su boca recorriendo mi cuello, mi clavícula, mis pechos. Toma un pezón en su boca, su lengua enredándose en él y un jadeo se me escapa mientras mis dedos se hunden en su cabello. Pasa al otro, prestándole la misma atención. El cuerpo me responde, cada fibra buscando el contacto que aún falta.

Baja más; su boca sigue el camino por mi vientre hasta mis caderas, dejando un rastro tibio sobre mi piel mientras sus dedos rozan el borde de mis pliegues. Me estremezco, conteniendo el aire cuando desliza un dedo dentro de mí, luego otro; un gemido se me escapa y mis caderas responden, buscándolo. Su boca me encuentra entre las piernas, rozándome con lentitud hasta que un grito se me escapa y mi cuerpo se arquea fuera de la cama.



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En el texto hay: romace, drama, suspense

Editado: 13.12.2025

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