Capítulo 1
El Legado Oculto De Leah
LA LLEGADA.
11 de enero 1967
Abrí la despensa y saqué el único y viejo mantel que teníamos en casa. Ya era la hora de la cena y hoy me tocaba poner la mesa. Victor, mi hermano de 9 años, está en su habitación compartida haciendo su mochila para el día siguiente, Louise, con quien me llevo solo por un año, mete palos secos a la chimenea para calentar la casa y Denisse hace pelotas de papel para luego ir metiéndolas a la chimenea.
—Nisse —Louise, llamó la atención de Denisse, mi hermana más pequeña. —Ve a buscar más leña afuera.
Denisse asintió y salió por la puerta trasera de la cocina.
Salí de la cocina con el mantel en mano y lo acomodé sobre la mesa, a los pocos segundos se escuchó un golpe en la puerta principal. Voltee a ver a Louise, quien se encogió de hombros.
—Debe ser Nisse, lo más probable es que se le haya cerrado la puerta y se haya quedado fuera.
Ambos nos reímos por su descuido y me dirigí hacia la puerta principal con una sonrisa.
—Te quedaste fuera, ¿Nisse? — Me burlé, a la vez que abría la puerta.
Me llevé una gran sorpresa cuando en vez de ver a mi hermana pequeña con el saco de leña, me encontré con un chico, un par de años mayor que yo, vestido con una armadura de plata. Al ver que yo no decía nada, comenzó a hablar.
—Buenas noches señorita Leah, me he de presentar aquí con una carta enviada en nombre del rey. Si me permite, a continuación la leeré. —Ni siquiera espero una respuesta cuando saco una hoja doblada y sellada con un moño de un color rojo oscuro como el vino. Desenvolvió la carta y comenzó a leer.
No podía articular palabra, estaba tan conmocionada que podría haber llorado ahí mismo, voltee para mirar a Lou, pude notar que estaba tan sorprendido como yo pero en su mirada, podía ver lo feliz que estaba por mi.
Hace solo unas pocas semanas, luego de haber cumplido los 18, había enviado una solicitud al palacio para conseguir un trabajo como sirviente con la intención de comenzar a ayudar a mi madre de otra manera que no sea cuidando a mis hermanos menores ya que nuestra situación económica no era la mejor y la inflación no hizo más que empeorarla aún más. Denisse y Victor ya comenzaban a quejarse de tener que comer pan y mermelada todos los días para el desayuno y cena. Louise no lo decía, pero en el fondo, sabía que estaba cansado de comer siempre lo mismo. Al igual que yo.
Mi padre era militar, con el dinero que nos enviaba podíamos vivir cómodamente. No nos sobraba, pero tampoco nos faltaba. Una vez que él falleció, el mundo se nos vino abajo y a mi madre no le quedó más opción que salir a buscar trabajo. Cada día la noto más cansada. Sale a trabajar temprano por la mañana, antes de que canten los gallos y regresa por la noche, antes de que suenen las campanas, indicando la media noche. Por eso tomé la decisión de buscar un trabajo, para que al menos, no tenga que matarse trabajando solo para ganar una miseria.
Luego de despedir al soldado, yo y mis hermanos cenamos mientras hablábamos emocionados sobre todas las cosas que podrían haber en el palacio.
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Tal y como decía la carta, a primera hora del día llegó un carruaje. De este se bajó el mismo soldado de ayer para comenzar a subir mis pertenencias, que no eran más que dos bolsos.
—Cuidate mucho mi niña —Mi madre me abrazó con fuerza, sin querer soltarme. –-Si sientes que es demasiado para ti sabes que puedes volver, no tienes que quedarte ahí si no quieres. Te prometo que no me molestare, solo tienes que decirmelo.
Sabía que mi madre decía esas cosas porque no quería que me fuera. Anoche, luego de la noticia, se mostró muy feliz por mi, pero pude notar que la sonrisa no le llegaba a los ojos. Hasta creí haber visto que sus ojos brillaban un poco, por las lágrimas contenidas.
—Lo sé madre, te mantendré al tanto de todo y serás la primera en enterarte si algo sucede y quisiera volver —La abracé de vuelta con la esperanza de que mis palabras puedan tranquilizarla.
Me separé de su abrazo y volteé a ver a mis hermanos pequeños. Me arrodillé para estar a la altura de Denisse.
Los voy a extrañar demasiado. —Los envolví en un gran y cálido abrazo. —Quiero que se porten bien, ¿Está claro? Cooperen con el orden y hagan caso a todo lo que les diga Lou.
Ambos asintieron con la cabeza. Me separé del abrazo y me puse de pie para mirar a Lou, quien ya no me miraba con esa expresión burlesca de siempre. Me acerqué a él y lo envolví con mis brazos. Lou me abrazó de vuelta con fuerza.
—¿Por qué tan de repente? Hace dos días estamos recolectando ciruelas para hacer más mermelada y ahora estás por irte al palacio. No quiero que te vayas. —Me sujeto la chaqueta con fuerza, como si eso pudiera evitar que me fuera.
—Te escribiré cada vez que pueda Lou, te lo prometo.
Con mucha fuerza de voluntad me aleje de él para luego caminar hacia el carruaje. El soldado me tendió su mano para ayudarme a subir, pero antes de que pudiera tomarla, escuche un grito detrás de mí
—¡Espera, No te vayas! —Exclamó Denisse