El aire entre ellos se volvió denso, cargado de una tensión que los envolvía por completo. Sus respiraciones eran irregulares, entrecortadas por la emoción del momento. Kyle no se apartó, no retrocedió, y Siena sintió cómo su corazón martilleaba en su pecho.
Con un suspiro tembloroso, rodeó su cuello con los brazos, profundizando el beso con una necesidad que parecía haber estado contenida durante demasiado tiempo. Sus labios se movieron con urgencia, buscando más, sintiendo más. Kyle correspondió de inmediato, sus manos viajaron instintivamente a su cintura, atrayéndola aún más contra él.
Retrocedió con pasos cortos y seguros, guiándola hasta el borde de la cama sin apartar sus labios de los de ella. El roce de su aliento caliente la hizo estremecerse, pero no se detuvo. Sus dedos temblorosos comenzaron a deslizarse bajo la camisa de él, recorriendo la piel firme de su espalda con caricias suaves, explorando cada músculo que se tensaba bajo su tacto.
Kyle dejó escapar un gruñido contenido cuando sus manos encontraron su piel, y en un impulso irrefrenable, la sujetó por los muslos con firmeza. Siena ahogó un jadeo cuando sintió su agarre fuerte y decidido, y en un solo movimiento, él la alzó del suelo. Instintivamente, ella rodeó su cintura con las piernas, buscando equilibrio, pero también buscando sentirlo aún más cerca.
Con Siena sobre él, Kyle se dejó caer sobre la cama, acomodándola sobre sus piernas. Sus respiraciones eran erráticas, sus miradas cargadas de deseo y una emoción que ninguno de los dos se atrevía a nombrar. Por un instante, todo pareció detenerse a su alrededor. No existía el peligro, la guerra ni las cicatrices del pasado. Solo estaban ellos, juntos, entregándose a un momento que parecía haber sido inevitable desde el principio.
Siena deslizó sus dedos entre el cabello de Kyle, aferrándose a él con una mezcla de urgencia y deseo contenido. Sus labios seguían entrelazados, cálidos, hambrientos, como si temieran que al separarse la realidad los golpeara de nuevo. Kyle, por su parte, sintió el cuerpo de Siena completamente pegado al suyo, sus manos viajaron instintivamente hasta sus caderas y bajaron hasta sujetarla con firmeza, deseando con desesperación que no hubiera tela entre ellos.
El momento ardía entre ambos, pero de repente, Kyle rompió el beso con un jadeo entrecortado, apoyando la frente contra la de ella. Sus manos se tensaron sobre su cuerpo, como si luchara consigo mismo, hasta que finalmente murmuró con voz ronca.
—No puedo.
Siena parpadeó con confusión, respirando aún con dificultad. Sus dedos seguían entre su cabello, con sus labios apenas a un suspiro de los de él.
—¿Qué…? —susurró, buscando su mirada.
Kyle cerró los ojos un instante, como si las palabras le costaran salir, y volvió a decirlo, con más firmeza esta vez.
—No puedo.
El vacío que dejaron sus manos cuando la soltó fue inmediato. Siena sintió el frío reemplazar el calor de su toque, y antes de poder reaccionar, Kyle se apartó por completo. Se puso de pie con rapidez, dándole la espalda, y caminó hacia la ventana, apoyando ambas manos en el marco como si necesitara sostenerse en algo sólido.
Siena se quedó en la cama, todavía con la respiración agitada, sin entender del todo qué acababa de suceder. Su cuerpo aún ardía por el deseo insatisfecho, pero ahora se mezclaba con una sensación de desconcierto y vacío. Miró la espalda de Kyle, la tensión marcada en sus hombros, y supo que algo dentro de él estaba librando una batalla.
Pero no sabía si debía preguntarle… o simplemente aceptar la distancia que acababa de poner entre ellos.
Kyle suspiró profundamente antes de hablar, con su voz cargada de algo que Siena no supo identificar.
Ella abrió la boca para decir algo, pero ninguna palabra le salía. Su corazón seguía latiendo con fuerza, y la sensación de sus labios sobre los de Kyle aún persistía en su piel.
El silencio pesaba en la habitación, hasta que Kyle lo rompió con una voz tensa, todavía de espaldas a ella.
—¿Sabes lo que son los Aberth?
Siena frunció el ceño, buscando en su memoria, pero por más que intentaba recordar, ese nombre no le sonaba de nada.
—No… nunca he leído ni escuchado nada sobre eso —admitió con cautela.
Kyle suspiró y, finalmente, se giró para mirarla. Sus ojos oscuros estaban llenos de algo más que deseo reprimido; había conflicto en su mirada, algo más profundo que no podía ocultar.
—Los Aberth son personas capaces de devolver la vida a los muertos —comenzó, mirándola fijamente—. No como una simple magia de curación, sino reconstruyendo su alma con pedazos de la suya propia. Desde ese momento, pasan a ser un solo ser.
Siena frunció el ceño, tratando de asimilar sus palabras.
—¿Un solo ser? —repitió en un murmullo.
Kyle asintió con solemnidad.
—El Aberth y el resucitado comparten el mismo alma. Sienten lo que siente el otro en todo momento.
Ella lo miró aún más confundida. No entendía qué tenía que ver eso con ellos.
—Kyle… —susurró, sin encontrar las palabras.
Él apretó la mandíbula y dio un paso hacia ella, sus ojos clavados en los suyos con una intensidad abrumadora.