El legado Pendragon Ii: El renacer

Capítulo 15

El gran salón del castillo de Pendragon se llenó de murmullos, pasos y capas pesadas al ondear. Varias mesas habían sido unidas para formar un círculo amplio en el centro de la estancia, cubiertas con mapas, pergaminos, sellos reales y jarras de agua y vino. Candelabros colgantes iluminaban el lugar con una luz cálida, que caía sobre los rostros tensos de quienes allí se reunían.

No había pasado ni un día desde la llegada de los supervivientes de Fasgadh, y aunque el asentamiento en el sur avanzaba con rapidez gracias a la ayuda conjunta de humanos y madfalls, la tensión en el ambiente era innegable.

El Rey de Pendragon ocupaba el lugar central de la mesa, flanqueado por la reina Megan a su derecha y Siena a su izquierda. Junto a ellos se encontraba Kyle, con la armadura perfectamente pulida y el rostro sereno, y Eric, que permanecía de pie tras la silla de uno de los capitanes, vigilante como siempre. Lythra ocupaba un lugar prominente, aún algo incómoda entre tantas figuras humanas, pero erguida con dignidad, su capa escarlata ondeando tras su espalda.

El primero en hablar fue el Lord Theren del Dinas Rhew, un hombre robusto de barba espesa y cabello negro recogido en una trenza que destacaba sobre la piel azulada característica de su raza. Vestía pieles gruesas y llevaba una espada de filo ancho colgada a la espalda.

—Vuestra Majestad —dijo con voz grave—, sabéis bien que no habría hecho el viaje hasta aquí si no fuera por algo serio. Mis mensajeros me contaron que Tir Marw se está movilizando. Lo confirmé con mis propios ojos en las Montañas del Olvido. Están construyendo caminos a través del hielo. Caminos… para criaturas que antes no se atrevían a salir de las sombras. —Clavó la mirada en el rey—. Mi ejército está listo. No muchos, pero fieros. Solo necesito una orden para avanzar.

El Rey asintió despacio.

—Tienes nuestro agradecimiento, Theren. Necesitaremos toda la fuerza que podamos reunir. No podemos permitir que el horror que destruyó Fasgadh se repita aquí.

Uno de los representantes de Fasgadh, un fauno de ojos dorados y cornamenta retorcida, asintió con gravedad. Se llamaba Kaedrel, y llevaba un bastón tallado con símbolos antiguos.

—No solo fue un ataque, majestad —intervino—. Fue una caza. Algo o alguien conocía nuestras defensas, nuestros rituales, nuestros puntos débiles. Las runas que protegían nuestra ciudad fueron apagadas desde dentro. Una traición… o una nueva magia que jamás habíamos visto. —Hizo una pausa—. No somos muchos los que sobrevivimos, pero lucharemos. Los enanos ya están forjando armas, los orcos entrenan desde que llegaron y mis magos están dispuestos a defender esta tierra como si fuera la nuestra.

Lythra, que había permanecido en silencio hasta entonces, se inclinó hacia adelante.

—Mi pueblo no ha olvidado las ofensas del pasado. Pero tampoco olvida la protección que nos ofrecieron en los tiempos de oscuridad. Si Tir Marw viene, lo hace para destruirnos a todos nosotros. Las tribus madfall están unidas bajo mi palabra. Nuestro acero, nuestras garras… y nuestro fuego están a vuestra disposición.

Hubo un instante de silencio solemne. Todos sabían que esa alianza era valiosa y frágil a la vez.

Siena observó el rostro de su padre. Parecía cansado, más delgado que cuando lo vio por última vez, pero aún con fuego en los ojos. Él miró a cada uno de los presentes antes de hablar.

—Nos enfrentamos a algo más que una guerra. Tir Marw no es un enemigo como los anteriores. Su ejército está compuesto por criaturas sin alma, sin miedo. Trolls de las cavernas, trasgos de sangre, quimeras. Pero su líder… —hizo una pausa—, Lord Lesquirat, es humano. Y su hijo, Alistar, también. Pero ambos eligieron el poder sobre la razón. Han pactado con fuerzas oscuras que apenas comprendemos.

—¿Y por qué? —preguntó Lythra, con voz dura—. ¿Qué buscan exactamente?

—Dominio —respondió Megan, sin dudar—. Esta guerra es casi tan antigua como esta tierra. Comenzó tras la muerte del Rey Arturo Pendragon, cuando su hijo bastardo Mordred acabó con su vida reclamando su lugar en el trono como heredero legítimo.

»Mordred murió también en esa batalla, pero sus hijos continuaron luchando contra los hijos de Arturo, y los hijos de éstos y sus hijos después de ellos, hasta ahora. Lesquirat quiere borrar las fronteras, crear una única nación bajo su mando. Ha prometido a las criaturas de Tir Marw un lugar donde no serán perseguidas. Pero su reino estará bañado en sangre.

Theren bufó.

—¿Y qué clase de reino se construye sobre las cenizas de otros? Eso no es política, es barbarie.

—Precisamente por eso debemos organizarnos —dijo el Rey—. No podemos permitir el caos dentro de nuestras propias murallas. Siena, Megan… —las miró—, ¿qué pensáis? ¿Podremos resistir? ¿Tenemos provisiones suficientes? ¿Gente preparada?

Siena, algo sorprendida, asintió lentamente.

—Hay miedo, sí… pero también esperanza. La gente ha trabajado junta como nunca. Madfalls ayudando en las cosechas, enanos construyendo defensas, humanos enseñando a otros a usar la espada. Pero no podemos mentirnos: no hay comida para un invierno largo si llega la guerra. Necesitamos organizar los almacenes, controlar las raciones, y quizás pedir ayuda a los pueblos del este.

Megan intervino con tono reflexivo.



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En el texto hay: amor, magia, reina

Editado: 18.08.2025

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