El lenguaje de los mudos

El tratado de los de la segunda mesa

En la sociedad, se supone que deberíamos convivir todos con todos, codo a codo, pero como todo en la vida, siempre hay excepciones. Por eso quiero escribir este texto como desahogo para mí y aquellos que pertenecen a la segunda mesa, como yo. Pero se preguntarán, ¿qué significa ser de la segunda mesa? Para explicarlo, tomaré como ejemplo platos de comida en un restaurante. Siempre hay platos que destacan sobre otros, aquellos que pertenecen a la primera mesa, se puede decir, y los demás platos, los de segunda mesa, aquellos que ordenas cuando no está tu plato favorito en el menú, la segunda opción.

No sé si me entendieron, pero esto se puede pasar a las relaciones sociales porque hay personas que son reconocidas y amadas, y las personas que, por más que se esfuerzan por mejorar, siempre son dejadas de lado y no son la persona favorita de nadie, las que su única amiga real es la soledad. Cabe aclarar que estoy hablando de mi punto de vista y mis experiencias vividas. Un amigo hace unos días me habló sobre cómo las relaciones sociales son desechables y, si se analiza, es verdad, pero siempre dejan marca. Cuando la persona en verdad importa, no la olvidas, pero cuando perteneces a la segunda mesa, deja de importar cuánto te esfuerces porque todo eso no vale para nada, pues las personas te olvidarán igual, aun así no te hayas marchado. Solo te quieren y aprecian mientras les seas útil, como objetos, y solo vuelven o te recuerdan cuando te vuelven a necesitar, si es que no te cambiaron.

Parece que las personas que pertenecemos a la segunda mesa se nos priva de todo valor. Solo somos un reemplazo o algo que usas y dejas, un tal vez, nunca una certeza, y siempre duele. Pues en mi caso, soy un ser sensible y, al pertenecer a la segunda mesa, siempre se me dejará de lado por más que me esfuerce y dé todo de mí en las relaciones sociales. Podría asegurar que en un cuarto donde estuviera yo y otras personas que conozcan mis "amigos", nunca me elegirían a mí. Tal vez los de la segunda mesa somos personas insaboras o insípidas, y en la sociedad de hoy en día, que se declara tan empática, siento que tampoco hallamos nuestro lugar o encajamos. Sé que es un pensamiento pesimista, pero es real. Aunque la sociedad no lo admita, siempre estamos los de segunda mesa, y por más que las personas digan que no tienen favoritismos, siempre existirán. Además, con la apatía de hoy en día, la sociedad puede llegar a degradar a las personas a tal nivel que solo las ven como objetos o diversión. ¿Qué tan mal tiene que estar la sociedad y las personas para hacer sentir miserable y lastimar a las personas que te ayudan y darían todo por ti? ¿Cómo es que una persona puede herir a otra que solo la ha tratado de ayudar? ¿O cómo son tan cínicos de admitir que usaron a otras personas orgullosamente, como si fuera un mérito? Esto solo sucede con las personas de la segunda mesa.

En mi vida, al pertenecer a este grupo, he logrado detectar tres características de la gente que pertenece a la segunda mesa:

*Son conformistas: Nosotros, los de la segunda mesa, aunque no se nos dé lo que damos, siempre nos conformamos con migajas, como palomas.

*Siempre estamos para las personas: Cuando una persona de la segunda mesa es herida o afectada por otra persona, no es capaz de dejarla; suele perseguirle sin importar cuánto dolor se cause.

*Anhelan ser amados y apreciados: Las personas que suelen pertenecer a este grupo anhelamos el afecto y calidez de las demás personas. Solo queremos ser apreciados, amados y cuidados, como nosotros lo hacemos con la gente. Debido a esto, normalmente solemos confundir cariño con cualquier amabilidad y somos más propensos a caer en la manipulación, sin saber qué es realmente ser queridos o amados. Somos fáciles de engañar.

Para seguir con esto, quiero proponer mi idea sobre el ser humano y su búsqueda de aprobación y cariño. Quiero que se imaginen al ser humano como un rompecabezas incompleto que solo le falta una parte Y ahora piensen en las demás personas como piezas de rompecabezas diferentes. Solo habrá una que lo llene realmente, pero a veces, por no sentir ese vacío, solemos tratar de llenarlo con cualquier cosa, aun así nos contradiga y nos afecte para mal porque somos frágiles. He conocido gente que dejó de vivir por sí mismos y vive por otros, y personas a las que la soledad les consume sin ganas o sentido de seguir en el mundo. A veces, nosotros llegamos a dejar de existir como nosotros mismos, como un individuo, y pasamos a basar nuestra vida en otra persona. Y cuando esa persona desaparece, sufrimos,
la soledad y no hallamos razón para seguir existiendo; incluso nuestra visión se nubla.

En mi caso en particular, fue diferente, pues trato de llenar mi vacío como todos, pero en especial me cuesta lograr conectar con personas, y con las que creo que conecto suelen tener otras intenciones. Por eso, a lo largo de mi vida, he sufrido de varios abandonos por parte de personas a las que me entregué en cuerpo y alma. Cada vez sentía que ese vacío crecía más y más, pero al analizar la sociedad y mi entorno, descubrí esto: soy de la segunda mesa. Mi pregunta es: ¿las personas de la segunda mesa nacen así o es la sociedad la que las margina así? Seguramente sea la sociedad, pero ¿por qué la sociedad hace eso? ¿Por qué nos invita a usarnos como objetos, a reír del otro y simplemente desechar al otro cuando no nos sirve?

Eso es lo que solía pensar, pero últimamente me he sentido más humano. Me di cuenta que todos hemos pertenecido a esa segunda mesa; no hay excepción. En algún momento, lo haremos y estaremos en ese lugar. Pero al ver eso, me di cuenta de algo: de una persona, una persona que me trató como humano por primera vez.

Me dijo que me quería, me enseñó que el querer no se queda en las palabras. Me trató como humano, me hizo su primera opción, dejó de lado su orgullo y se acercó a mí para cuidarme y hacerme sentir vivo. Me puso en su primera mesa.




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