—¡Malik! —Ishaq rueda los ojos Qadir casi llega corriendo a su lado —el barco está a punto de zarpar.
Asiento y mi mirada se centra en las aguas tranquilas
—Su padre... —levanto la mano para que se calle.
—Olvidate de él, ahora debemos pensar en una solución para evitar la guerra.
Qadir asiente y camina junto a mi, ambos en silencio, la familia Arévalo había puesto a disposición su barco, ya que el que traía papá había quedado inservible, el personal que venia con mi padre y se había rendido me habían reconocido como su nuevo Malik, no confiaba ciegamente aún en ellos, no olvidaba que su lealtad había sido para mí padre.
—La muerte de Jazmín es un gran problema para nosotros —lleve mis dedos al puente de mi nariz y lo presione por un momento.
—Quizás si desposas a la hermana de Jazmín —sonrió con burla pero guardo silencio.
—Pensemos en otra solución Qadir, si no encontramos ninguna, esa será la última opción, logramos rescatar varios libros de la biblioteca de mi padre, ya están en este barco, empezaré a buscar alguna salida, en las historias de las tribus.
—Esta bien, mi señor —asenti y me separé de Qadir para dirigirme a mi camarote, no quería ver la ciudad antes de partir, aquí se quedaba mi hermano y por supuesto Rowena, ella había puesto mi mundo patas arriba pero ella no era para mi, era de mi hermano, su esposa.
Adele
Con un suspiro cierro la puerta de la habitación y me apresuro a quitarme el sombrerito, lo tiró en la cama y llevo mis dedos a mi cabeza, dándome un suave masaje.
Camino de un lado a otro mientras espero con ansias la señal de que estaba huyendo del destino cruel que mi padre me había querido imponer.
Casarme con un hombre al que no conocía, aún sabiendo la fantástica historia que tío Albert había contado y la cuál yo creía ciegamente, nuestra familia era poseedora de una maldición de amor, pero una que no era para destruir, era para ayudarnos a ser felices, bueno al resto de la familia. Yo quería ser libre, quizás la tía solterona de mis sobrinos pero no quería vivir como el resto de las mujeres, como un mueble más en la casa del esposo, sin poder hablar lo que uno pensaba porque era mal visto por la sociedad. La historia de tío Albert, mi primo Jared era muy romántica y pensaba que no todos tenían la dicha de vivirla de esa manera.
Tocaron suavemente la puerta, está fue abierta y miré a Marina ahi de pie.
—Pasa —la apresure, ella rodo los ojos y entro.
—En cinco minutos niña Adele —estruje mis manos con nerviosismo, cinco minutos era mucho tiempo.
—Es mucho tiempo cinco minutos —solté el aire y mordi mi labio inferior
Marina camino hacia la silla que estaba junto a la cama y se sentó, ya su cabello mostraba hebras plateadas, su rostro se veía cansado.
—Ve a dormir Marina, yo me cambiaré esta noche.
—No mi niña —sonreí y negué
—Hazme caso, se que aquí no es tu lugar favorito.
Ella se puso de pie y asintió
—Descansa mi niña —se marchó y yo me dejé caer en la silla en la que estuvo Marina, sostuve mi cabeza con ambas manos, mientras de mis labios salía una plegaria.
Ishaq
Salí del camarote, había pasado leyendo toda la tarde, me acerqué a la baranda a contemplar el agua, las estrellas. No había puesto atención a la hora que zarpó el barco pero ya estábamos bastante alejado de Londres. Era una noche muy calma, aún no había encontrado una solución, el asesinato de la princesa Jazmín era algo muy delicado, la paz de los mil años se iba a romper.
El que mi padre no regresará a casa, también era un problema grande, podrían tacharlo de cobarde, pero respetaba a la familia Arévalo y a la familia Vrej, ellos nos habían ayudado a mi hermano y a mi, mi padre estaba recibiendo el castigo justo por todo el mal que había causado. Estaba en la jaula, lo vi por última vez antes de partir, su odio era descomunal en contra mía y mi hermano, juro que iba a salir de ahí y me mataría por usurpar su trono.
Me quité el turbante a estas horas de la noche, estaba sólo, así que dejé mi cabello largo suelto. Siempre deseé que papá me quisiera como a Ibran sin embargo me culpaba por la muerte de mamá, era despreciado por él, no era invitado a todos los eventos, cenas de estado, a ninguna fiesta. Así que el rumor salió del palacio y se extendió en todo el pueblo y fui llamado El príncipe olvidado. Odiaba ese apodo, cuando me acercaba al pueblo escuchaba que gritaban que el príncipe olvidado se acercaba, en las tabernas los hombres se burlaban de mi condición.
Sujete con fuerza la baranda del barco, conocer a Rowena o más bien dicho Olivia me había hecho querer una vida lejos de mi pueblo, olvidarme para siempre que mi padre tenía al país bajo una mano de hierro, olvidarme del hambriento. Era un país de muchos recursos pero los impuestos que mi padre exigía a cada familia los hacía vivir con lo justo.
Las bóvedas del palacio estaban llenas de monedas de oro, de barras de oro. El harén tenía más mujeres, mi padre era un hombre de excesos. En el palacio abundaba la riqueza mientras el país estaba sumido en la pobreza pero aún así eran fieles a su Malik.
Suspire y sacudi la cabeza, un problema a la vez, en ese momento una nube había tapado la luna, así que ya no se veía iluminado el barco, me giré para ir a mi habitación y fue cuando escuché aquel grito que me caló los huesos.
—¡Usted! —mire desconcertado a aquella mujer tirada en el suelo, su cabello rubio largo y sus grandes ojos grises mirándome con furia.
Extendi mi mano para ayudarla a levantar pero una vez más se negó, cerré los ojos por que era la tercera vez que la veía y por ende la tercera vez que la tiraba.
—¡Es una bestia!—declaró molesta y sacudido la falda de su bata.
—¿Qué hace aquí? —la miré a los ojos, ella se cruza de brazos.
—Paseando ¿qué más? —me mira como si me hubiera salido una cabeza extra.