El circo es viejo, y la carpa está muy rota, y todos se habían ido, menos el león viejo. Le dije al abuelo que el león era el animal más bonito que teníamos, y que lo quería mantener. Sí, el león es bueno, él se debe quedar. Fue lo que dijo, después se fue a dormir, pero antes volteo a verme y espero a que lo acompañará a la cama.
El león estaba gruñendo de hambre, la más canija hambre que cualquier animal pueda tener. El abuelo, molesto, salió con un palo con tres clavos y metiéndolo dentro de la jaula golpeandolo tantas veces que lo hizo sangrar. ¡Abuelo, no hagas eso! Pero el solo me alejo con sus viejas manos y me dijo. ¡Ese pinche león no me deja dormir!, ¡Ven, vamos a la cama!
Y así, cabizbaja, lo acompañe mientras veía como el pobre león estaba en el suelo, cubierto por la sangre que brotaba de sus pequeñas heridas.
Al meterme a la cama soñé con el león, lo vi con su melena dorada alborotándose mientras iba corriendo en medio de la selva, su rostro era brillante y feliz, no como ahora, que poco a poco se volvía una sombra.
Evita, hazme piojito. El abuelo acostado, se levantó un poco y puso mi mano por encima de su cabeza. Rasque y rasque tratando de arrullarlo, pero tenía tanta grasa en la cabeza, que podía sentir como se me juntaba entre las uñas.
Evita, hazme un masajito. Me levante y me dirigí a sus pies callosos y peludos. Cuando los toque, sentí como parte de la piel seca despedazaban.
Evita, hazme el amor. Yo me aleje y le dije. No abuelo, descanse que ya está viejo y eso no le hace bien. Pero algo de fuerza llego a su decrepito cuerpo haciendo que su mano agarra mi muñeca y la pusiera en medio de su entrepierna. ¡Abuelo, ya basta, hoy no! Pero él se negó a escucharme y abrió su cierre donde se escondía una horrenda oscuridad.
¡Me gusta el león, es el animal más bonito de todos! Eso le decía a mi madre una vez que fuimos a ver al abuelo. Ella estaba tan feliz de que lo conociera. En ese tiempo era otro tipo de hombre, alguien feliz que le encantaba vestir su bombín negro y saco carmesí adornado con hilos dorados a sus hombros. Un pequeño saco color arena lo complementaba, y como cereza del pastel una corbata de moño que constantemente acomodaba. En esa época él no tenía canas y no era calvo, era fuerte y de espalda ancha. Sonreía todo el tiempo…
¡Ese pinche león! ¡Hijo de tu puta madre, te voy a volver a dar una madriza para que te calles!
¡No abuelo, creo que tiene hambre!
¡¿Hambre?! ¡¿Pues qué más quiere comer?! ¡Ya le di a los caballos, a las cebras, solo me quedan los ponis y los pericos!
Ya no hay dinero. Le dijeron al abuelo un día. La gente ya no quiere venir al circo Don Eleazar, por eso mejor nos vamos. Él, exasperado les dijo. No, esperen, ya se me ocurrirá algo. Pero nada los haría cambiar de opinión. Lo siento Don Eleazar, le agradecemos todos estos años, pero debemos comer…
Después el abuelo saca una pistola y amenaza al hombre fuerte, los trapecistas, el payaso, la mujer barbuda, el hombre sin rostro y los siameses, diciéndoles que si dan un paso fuera del circo, estarán muertos.
Todos se quedaron quietos, menos el payaso que empezó a cantar y a bailar esperando contentar a mi abuelo aunque lo que realmente buscaban era distraerlo. Por eso cuando perdió la atención de los demás, el hombre fuerte se fue contra él. La pistola rodo hacia los pies de la mujer barbuda, después los trapecistas le avisaron al hombre fuerte que alguien se acercaba. Mi abuelo se quedó quieto esperando lo peor…pero eso cambio cuando de forma efusiva entro mi madre preguntando que pasaba…
Todos horrorizados ven la escena. La mujer barbuda apenas sabía usar un arma. Una bala entra en el ojo de mi madre, y cae como un saco. El hombre fuerte se separa de mi abuelo y les ordena a los demás que huyan. Mientras tanto, el cadáver de mi madre es el origen de un pequeño lago rojo el cual se expande poco a poco y se convierte en un mar combinado con mis lágrimas...
Mi abuelo enterró a mi madre cerca del bosque, por eso este circo sigue aquí después de 6 años. Mi abuelo esta tan triste y falto de cariño, que a cada animal que ha matado, ha sido para dárselo al león.
Antes lo decía.
El león es bueno, él debe quedarse.
Pero ahora lo odia con toda su alma, lo ve cansado, viejo y chillón. Él lo golpea constantemente como si se tratara de el mismo destino pidiéndole las cuentas perdidas.
La carpa está rota y entra la lluvia, los asientos están picados por la humedad y el sol. El circo está muerto y gruñe un león con tristeza.
¡HAZME EL AMOR!
Yo me alejo, no se lo quiero hacer más. Lo empujo.
Empujo a ese anciano asqueroso que alguna vez quise, no más, no más amor, no más cariño, no más…
¡Entonces me chingare al león!
Rápidamente va por su pistola, la misma que mato a mi madre, y a la velocidad que le permite su vejes, acelera el paso hacia la jaula del león. Sabe que al matarlo me haría pedazos. Matarlo de hambre. De tiempo. De crueldad. De existencia. El piensa, y sabe que eso me rompería, es su venganza ante la vida…el león…el pinche león.