El Liberado

Prólogo: Un final y un inicio

Aarón Sanders

2059

Finalmente estoy frente a él, luchando con Sebastian Belcher en su propio laboratorio. He de admitir que el peor error que he cometido fue abandonar a Andrea en su embarazo, la única motivación es poder ver a mis hijos, solo sé que son dos y nada más. Sebastian está infectado y el virus avanza cada vez más destruyéndolo por no poder soportarlo, su piel se ha vuelto naranja con manchas rojizas y puedo observar algunas gotas de ácido que escurren por sus labios secos. Ya no va a durar mucho, es cuestión de minutos para que se derrumbe en pedazos.

— Ya no te quedan más movimientos por hacer, Sebastian, estás acabado por tus propias acciones, detente ahora o yo mismo te mataré —queda claro que no puede evitarme por más tiempo ya no podrá correr de mí.

Logré encontrarlo en sus Laboratorios A, en lo que solía ser el fondo del cañón de Virginia Central, lo descubrí saltando en paracaídas y corrí hacia él, cayendo sobre él y obligándolo a llevarme a sus instalaciones, no tenía esa opción, o lo hacía o caímos en el cañón sabiendo que a mí me iría mejor. Asesinar a sus soldados fue pan comido, con estos nuevos poderes es sencillo acabarlos en cuestión de segundos, aunque, claro, asumir mis acciones no será tan sencillo por lo poco moral que han sido estas.

— No lo estoy —me dice con su tranquilidad tan elevada como su infección, no deja de escupir y toser ácido por sus labios tan dañados. Es más, se ríe de mí pensando en que después de perder el control RedCell seguirá con sus crueles acciones por más tiempo del que debieron—. Yo podré estar muerto, pero RedCell…. ¡RedCell jamás morirá!

Está delirando, se acerca a mí con pasos torpes tocando el pilar central de esta sala circular, no se atrevería a estallar el pilar, no solo nos mataría a los dos, destruiría a RedCell, su oscuro propósito en su podrida vida. Lo golpeo lleno de energía desprendida de mí evitando que se acerque, haciéndolo resbalar con uno de los cadáveres, una víctima de Sebastian y no mía. Su mano ya se ha transformado en una garra capaz de rebanarme y lo intenta hacer, corre hacia mí lleno de furia, yo corro hacia él listo para asesinarlo de una vez con mi energía azul, cada vez más poderosa. Su ataque me deja con el brazo dividido en dos, tardaré mucho tiempo en recuperarme, afortunadamente, él ha terminado con una increíble espada proveniente de mí encajada en su pecho. Me envuelvo el brazo colocándolo de manera que embone con la otra mitad y envolviéndolo bien, si se cura en una mala posición se quedará así y tendré que reabrirme la herida. La sangre nos empapa a ambos, mi brazo se ha teñido de rojo y el cuerpo de Sebastian se ha combinado con su sangre, la de sus víctimas y su sangre ahora naranja.

Quiero hacer esto rápido, volver con Andrea con un regalo y estar en el nacimiento de mis gemelos, la dejé en la noche, prometiéndole en silencio que volvería de la batalla y en voz alta que volvería de mi paseo nocturno. Sebastian muta cada vez más, solo su rostro se queda igual, su cuerpo se ha convertido en una mezcla desagradable de un ser humano, espinas, ácido y tentáculos sin mencionar su garra. Medito si es posible para generar tras espada con qué matarlo fácilmente, tener una ventaja necesaria. Lo alejo de mí con más explosiones de energía que en apariencia dan el efecto de ser pixeles, no tengo explicación para esto, surgió de mí sin que pudiera entenderlo o dominarlo.

Nos golpeamos cada vez más fuerte, sin guardar un ataque más fuerte, es todo o nada. El me acuchilla, me lanza ácido a la cara, me encaja su garra y me estrella con las paredes. Yo lo quemo vivo, lo torturo moviendo la espada una y otra vez en sus heridas, le arranco sus tentáculos y le encajo sus propias espinas, aunque estas me lastimen. Ambos evitamos romper el pilar. No lo hago por RedCell, lo hago por mí, es egoísta, es mi única opción si quiero ver a mi familia. Llega a un punto que la sangre ha bañado todo el lugar, hemos probado matar al enemigo, sin embargo, ninguno ha muerto. Nos es imposible asesinar a nuestro mayor enemigo, él está demasiado mutado para sucumbir a todos mis ataques y yo me repongo de sus ataques en poco tiempo como para desangrarme o morir.

— Parece que tenemos un gran problema, ¿Te importaría darlo todo? Es una batalla a muerte, dalo todo —me reclama sin saber a lo que se refiere, estoy dando todo de mí, quiero ganar, es uno de mis mayores deseos—. Oh, claro, si lo das todo, tu familia muere.

— Darlo todo y arriesgar más de lo debido no es lo mismo, imbécil, me sorprende que un científico no pueda comprender lo que sale de su boca —confunde los dos términos, tan simples que todos saben diferenciarlo, es un término que como periodista aprendí, no es lo mismo preparar una entrevista acerca de personas peligrosas a hacerlo con ellos y decir más de lo debido por dar un buen show.

— Entonces hazlo, o nadie te va esperar nunca.

Suelta una carga de energía, más de la que puedo controlar, el laboratorio retumba sin parar y las carcajadas de Sebastian me vuelven más inestable. Ahora puedo matarlo, puedo sentir que estoy en mi máximo esplendor, el verdadero esplendor de los seres como yo, de los contingentes.

Mi ataque final va dirigido a él, cerca del pilar, mis fuerzas se enfocan en asesinarlo y no dejar rastro de él. Golpeo algo, pero no es Sebatian. El pilar ha estallado y ha sido mi culpa.


 

Sigo estando en mi lugar sin moverme, me aterra no poder sentir nada. Sebastian Belcher se está transformando, no en una criatura, vuelve a su forma humana, pero no para ahí, rejuvenece sin poder controlarlo, grita por ayuda desesperadamente con el miedo de morir. Toco mi brazo para comprobar si la herida está bien o si puedo sentir el contacto de mi piel. Se desintegra. Mi cuerpo se desintegra al tocarlo, es como si fuera un ser de arena y con cada movimiento esa arena va cayendo al suelo. Avanzo unos pasos atrás para alejarme, sintiendo miedo en lo que me pasa, al avanzar siento como mi tamaño se reduce con cada pisada, dejo de hacerlo por miedo a desaparecer. Estoy muriendo. Estoy muriendo y no volveré a ver a Andrea o a cargar a mis hijos, he sido condenado por mí mismo. Por otro lado, RedCell seguirá viva. No puedo permitirlo y no puedo hacer nada, alguien tendrá que hacerlo y terminar con esta pesadilla, pero yo no podré. Un soldado herido de RedCell recoge al niño que antes era Sebastian y le susurra unas palabras incomprensibles a ese soldado. Él corre hacia mí y me vuelvo nada. RedCell ha ganado.



#1927 en Ciencia ficción
#12668 en Otros
#2034 en Acción

En el texto hay: armas biologicas, venganza, heroesyvillanos

Editado: 18.02.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.