Chicago, alias “La pequeña Nueva York”, hogar del festival culinario más grande del país y de una jovencita en busca de su destino.
-Ari… Ari, una entrega… ¡Aredia!
-¡Ya voy!
Cruzando la calle en Oak Street, el visitante encontrara la cafetería familiar Horus, de común la atienden dos personas: Cristy, la menor pero la líder, y Aredia…la repartidora.
-Plato del día, emparedado de carne y dos sodas- anuncio Cristy poniendo las bandejas en mano de su hermana- para la agencia, saluda a Kat de mi parte.
-Claro, ya voy- apoyo el pedido contra su pecho y salió.
-¡Sonríe!
Aredia esbozo una media sonrisa que se esfumo antes de llegar a la primera esquina.
Con casi 18 años, Aredia estaba estancada en la vida, había dejado la escuela hacia años y trabajaba sin sueldo en el negocio de la familia pero lo detestaba, ella era de esas personas que parecen antisociales pero solo son despistadas, por desgracia eso le hacía muy difícil conseguir un empleo y ni hablar de una vida independiente.
Tenía una amiga, Kat, era unos meses mayor y trabajaba de secretaria en una de esas agencias de asistentes que dan trabajo a tanta gente común.
-…trabajadora, buena con los niños…50 la hora…la enviaremos esta tarde, gracias.
-Kat, traigo tu pedido.
-Que a tiempo, mi jefa acaba de preguntar por él.
-Treinta dólares… ah sí, Cristy te manda saludos.
Puso las bandejas sobre el escritorio justo cuando uno de los teléfonos empezó a sonar, Kat dio una mirada al número un frunció el entrecejo pero no respondió.
-¿No vas a contestar?- pregunto Aredia con desconcierto.
-No a él, es un caso perdido.
-¿Quién es?
-El señor Malcón, debe querer otra asistente y ya lleva 15 en tres meses.
-¿Tan difícil es?
-Más bien es un excéntrico- el teléfono callo y volvió a sonar- que se rinda, aquí ya no lo queremos.
-Bueno, yo necesito un trabajo…con sueldo.
-Oh no, ni siquiera lo pienses- tomo las bandejas- además no podrías.
-¿De qué hablas?
-Te conozco, Ari, eres incapaz de tomar riesgos, por eso no avanzas.
-¡Oye!
-Voy a llevarme esto y ya te traigo el dinero.
Aredia vio a Kat desaparecer por una esquina, luego el teléfono empezó a sonar por tercera vez, Aredia vio el teléfono y la esquina, teléfono, esquina, teléfono, esquina, hasta que por fin tomo una decisión, levanto el teléfono y con una mano se apretó la nariz.
-“Agencia de asistentes, buenas”- recito con voz de resfrió.
-Oh, hola- dijo una voz sorprendida, no sonaba como alguien mayor.
-“Perdone el retraso, Sr. Malcón, ¿En qué puedo servirle?”
-Pues mire…se que debo tenerlos hartos pero me urge una asistente nueva para mañana, les juro que es la última, ¿Queda alguien que no me conozca?
-“Señor, hoy es su día de suerte, tenemos una jovencita nueva y podemos enviársela.”
-¿En serio?, me salvo la vida, oiga, ojala la dejen a usted de secretaria porque creo que la otra me odia.
-¡xD Quizás, se llevo la agenda, ¿Me da su dirección?”
Anoto el sitio en una nota, se despidió, colgó y cuando Kat volvió puso su mejor cara de distraída inocencia, aquí no ha pasado nada.
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Al día siguiente se presento al lugar con mucho nervio y un batido de frutas, la sorpresa inicial por lo cerca que estaba de la cafetería fue superada ante la casa en cuestión.
Tenía dos pisos y estaba cercada por un muro alto, el frente era un jardín espacioso y había mucho lugar a los lados, era la casa de alguien adinerado o con suerte, toda una residencia en medio de la ciudad.
Editado: 18.02.2019