El Libro de las Especies

50-Juegos de Poder

Cuando Meirily se dio cuenta de que Corey era solo un niño enfoco su atención en él.

 

-Que chico tan apuesto, has debido pasar por tanto-se giro hacia unos trasgos-¡Atención!, quiere que le den de comer a este niño, luego llévenlo con Lord Aracne, lo quiere feliz y cómodo.

-¿Señor Meier?, ¿Señor Hobolpott?

-Anda, estarás bien-le dijo Efraín, aunque estaba igual de preocupado.

-Vas a averiguar de qué forma debe tratarte el mundo, gózalo.

-Ustedes vengan conmigo-dijo Meirily-les mostrare el lugar.

 

Subieron al elevador, Efraín mantuvo la cita en Corey hasta que se metió a una cueva y luego volteo, dio un respingo, Jhorad estaba charlando muy amistosamente con su madre.

 

-¡Creía que los elfos estaban extintos!

-Soy como la mala hierba, imposible de matar, entiendo que es una cualidad que compartimos.

-Es una forma de verlo.

-Madre…-empezó Efraín, no sabiendo ni que decirle.

-¿Cómo se conocieron?

-Estuvimos esposados un tiempo-dijo el elfo, lanzándole una mirada ladina.

-¿Cómo?

-Es un decir-se apresuro a aclarar-nos encontramos en Chicago y decidimos que iríamos más seguros juntos.

-Necesitaba quien le cuidara la espalda.

-Pues gracias, aprecio que mantuvieras a salvo a mi hijo.

-Lo que haga falta, Madame.

 

Llegaron a la cima, ante una monumental entrada labrada en piedra, Meirily los condujo al interior mientras les contaba como se había ido erigiendo la ciudad y Jhorad no dejaba de hacerle cumplidos, Efraín no sabía que le chocaba más, ver a su madre tan feliz y realizada, tan ajena a la última imagen que conservaba, o que ese loco elfo estuviera coqueteándole, quería partirle el cuello.

 

Meirily les mostro las dependencias, la biblioteca donde un grupo de jóvenes estudiaba sobre la magia, el nuevo aquelarre, una serie de habitaciones donde se alojaban los recién llegados en lo que se les construía viviendas, dejaron sus maletas en un par de esas, una despensa maravillosamente provista en caso de emergencias, y fue allí donde se encontraron con Candela.

 

-¿Qué haces afuera?-pregunto Meirily con brusquedad.

-Necesitaba estirar las piernas, asique vine por un bocadillo.

-Hermosa ave, no has cambiado.

 

Todos voltearon a ver a Jhorad, Candela necesito unos segundos para reconocerlo pero en cuanto lo hizo una indescriptible expresión de felicidad se dibujo en su rostro.

 

-¡Jhorad!-salto a sus brazos-¡Estás vivo!

-Sabes que soy un sobreviviente, bebe-acaricio su rostro-Dios, el tiempo ha sido generoso contigo.

-Y despiadado contigo, ¿Cuándo queda de mi precioso elfo?

-Lo suficiente-repuso con una sonrisa.

-¡Ejem!-Meirily se había crispado-perdón… ¿ustedes…?

-Conocí a Jhorad cuando era un niño-le miro coqueta-y estuvimos juntos cuando se convirtió en un hombre.

-Mis mejores recuerdos en cuatro mil años.

-Bueno, llego hace unos momentos con Efraín.

-¿Efraín?-no lo había notado antes, el semblante se le oscureció-tu hijo, justo aquí, justo ahora.

-No te pongas paranoica, sabes que él no puede hacer ningún reclamo sobre el libro, pregúntale tu misma.

-Si me interesara el grimonio se lo habría quitado al otro-dijo enseguida, esperando sonar despreocupado.

-Eso habría sido gracioso-dijo ella, se volvió hacia Jhorad-ven conmigo, amor, quiero mostrarte algo.

-Tú debes estas agotado, cariño-sintió raro que su madre le tomara del brazo-vamos.

 

Perder de vista a Jhorad sabiendo que este tenía una relación previa con Candela no podía ser bueno pero no encontró una escusa para evitarlo, tenía que conseguir la libreta de comunicación de su madre y contarle a Deméter lo que estaba ocurriendo.



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En el texto hay: especies sobrenaturales, detective, magia

Editado: 18.02.2019

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