Capitulo 2-Los caminos de la vida
Ana habló: —Lósif, no creo que nuestros padres le hubieran dicho a esos monstruos dónde estábamos. Ella respondió de una manera que sería como la niña tímida mirando a los ojos al niño reencarnado.
Lósif se sorprendió mucho al ver cómo esta pequeña niña siempre tímida se atrevió a enfrentarlo y responderle de forma seria.
Parece que ver esa carnicería humana ayudó o empeoró su mente, y con esto tuvo una personalidad más fuerte.
Lósif habló—Ana, sé cómo te sientes emocionalmente, de verdad que lo sé muy bien, pero debes saber y entender que aunque nos quieran mucho y seamos familia, nuestros padres o amigos nos van a traicionar. Somos humanos, Ana—dijo con pena.
Ana al escuchar la respuesta fría y negativa de Lósif.
Se enojó mucho, no tenía palabras para describir la rabia interna que sentía. Sabía que no había nada que ganar discutiendo con Lósif, él también estaba sufriendo, así que solo sacudió la cabeza varias veces para luego calmarse y con los ojos llorosos.
Solo se quedó en silencio sin atreverse a decir más por miedo a derrumbarse.
Lósif sabía que había ganado esta discusión. ¿Por qué? Fácil decirle esto a Ana, una niña que vio en carne propia la crueldad de la humanidad, que incluso en su propia familia vio cómo la acosaban por ser "diferente", razón por la cual supo un poco mover los hilos para que ella confiara en él.
Después de un tiempo de pensar en planes futuros para sobrevivir en este mundo extraño donde había personas que se transformaban en seres demoníacos y comían bebés,
Lósif habló. "Ana, voy a ir solo al pueblo, quiero…" dijo con preocupación.
No terminó de hablar porque fue interrumpido bruscamente por Ana. ¿Por qué esta niña abrazó con fuerza al chico llamado Lósif? Ana lloraba y se aferraba con todas las fuerzas que podía a la espalda de Lósif. No quería dejar que su único amigo fuera solo a donde creía que sería su muerte inminente; tenía miedo, ya no estaba enojada con Lósif, lo amaba mucho y lo necesitaba.
Lósif sabía que la muchacha se aferraba a su única protección; inconscientemente no quería dejarlo ir a la aldea solitaria.
Lósif lo sabía; la muchacha estaba asustada de presenciar toda esa carnicería humana llevada a cabo por esos caballeros y guiados por el supuesto seguidor de dios y divinidad. Eso fue lo que pensó el muchacho al ver al anciano con una túnica blanca de sacerdote.
Estaba muy disgustado y solo recordaba ese momento malvado y aterrador. Ya habían pasado más de 5 horas y era de noche; se había vuelto oscuro; el suelo estaba iluminado por la hermosa luna arriba.
Lósif habló—Los asesinos posiblemente estén todavía en el pueblo esperando que nosotros (señaló con el dedo) vayamos al pueblo de nuevo; por eso te digo que esperemos un día como máximo para hacerles creer que por miedo nos fuimos al bosque y nos perdimos por correr sin rumbo en mente y los animales salvajes nos mataron…
Hay posibilidad de que ya se hayan ido, pero eso es muy mínimo y solo quiero ir solo, no quiero ponerte en peligro. Bajaré rápido y cogeré los suministros.
Sí, esos tipos dejaron algo atrás, aunque posiblemente solo iban de paso y nos encontraron por mala suerte —dijo pensando seriamente.
Ana habló: —Quiero acompañarte de todas formas, Lósif, no quiero dejarte solo nunca más para que te pase algo, pero si llega a pasar que nos atrapen, no tengo miedo de que nos maten a los dos. No creo poder vivir sola en este mundo de clase.
Además, tengo muy mala apariencia y no les agradaré; no te preocupes, recuerda, soy fea como una bruja —terminó de hablar la muchacha de manera resuelta y firme sin miedo a la muerte.
Lósif se tragó las palabras que estaba a punto de decirle y se le formó un nudo en la garganta al escuchar lo que pensaba esta pequeña niña; sabía que si estos malos nos encontraban nos matarían.
Lósif habló: —Bueno, entonces, Ana, vámonos entonces, pero primero vamos a buscar y usar camuflaje, mira, de este lado hay lodo, lo vamos a usar en nuestros cuerpos y aprovechar lo que esté húmedo para agregar plantas y hojas con las que se puedan pegar a nuestros cuerpos por la humedad y también recuerda agregar en la cara —dijo inteligentemente.
Ana y Lósif así lo hicieron; con camuflaje a última hora ya estaban listos para bajar y averiguar qué había pasado en el pueblo y qué pasó.
Lósif estaba muy nervioso, aunque se hizo el duro y guió a la niña; tenía mucho miedo de lo que encontrarían abajo. Con una última mirada a Ana y al libro negro procedió y tomó a Ana de la mano, para bajar sin dudar más de lo que pensaba. Que pasaría, solo bajando con cara decidida.
Por el camino los dos niños iban caminando y luego gateando; avanzaban por toda la vegetación salvaje del espeso páramo; faltaba poco tiempo para llegar al pueblo. Por el camino iban tensos, dispuestos a correr a esconderse de los asesinos que posiblemente los matarían si los atrapaban.
Al llegar donde estaba un viejo árbol hueco, estos niños avanzaron rápidamente y entraron por el pequeño agujero que había debajo de la raíz y la tierra. Al entrar, miraron hacia afuera del árbol para mirar y observaron lo que quedaba del poblado. Se podían ver rastros de sangre y moscas volando por encima, no se podía ver a los caballeros ni al viejo mago, solo había trozos de carne roja en muchos pedazos y siete cabezas cortadas ordenadamente dispuestas alrededor del círculo de sangre. Los niños al ver esa escena temblaban y sus ojos estaban abiertos de a dos y de a dos, observando con horror las cabezas de sus familiares y amigos.
Lósif habló: —Ana, cálmate, respira profundo —dijo con horror en su voz.
El chico intentó calmar a la chica que empezaba a hiperventilar del terror. Al oír las palabras tranquilizadoras de Lósif, ella se tranquilizó un poco. Ahora era el momento de caminar por ese sendero hasta el pueblo y ver qué provisiones o dinero quedaban.
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Editado: 08.11.2024