El libro de los muertos

Capítulo 13: Corazones oscuros

Capítulo 13: Corazones oscuros

Ana estaba muy contenta y respondió al abrazo del niño, apretando fuertemente el pecho de Lósif y enterrando su cabeza en el cuello del niño.

Ambos se quedaron así un rato hasta que se separaron; se voltearon a mirar y ambos notaron las miradas del otro por lo que rieron como niños.

Lósif—Ana, te mostraré una nueva habilidad que aprendí hace mucho tiempo, pero no pude usarla por falta de tiempo.

Ana, ¡muéstrame al gran mago Lósif!

Lósif al escuchar a Ana levantar el cuello decidió pavonearse un poco, sacando el trasero y levantando el pecho con la cara alta y recta en camino al centro de los árboles…
Lósif pensaba en lo incómodo que es caminar así. Se le estaba metiendo la ropa interior y se sentía extraño, pues no se había puesto ropa interior, solo un pantalón holgado.

Ana—ja, ja, ja, ja, ¡Lósif pareces un pato!

Lósif se sonrojó al voltearse hacia donde estaba Ana y con el rabillo del ojo vio que el pantalón estaba dentro de su trasero. Con mucha vergüenza se lo quitó rápidamente de una manera que pareciera disimularlo, pero las miradas y risas de la chica le advirtieron que no lo estaba haciendo bien.

Lósif decidió hablar con voz gruesa para quitarse la vergüenza y cambiar de tema.

Lósif —(Voz gruesa) Ana, mira esto de aquí, es una nueva habilidad que solo los grandes magos pueden hacer, observa. ¡BOLA DE FUEGO!
Terminó con un grito ahogado, similar a la voz del gallo que Claudio vio en su vida pasada, porque la voz era gruesa y salía flema disparada al mismo tiempo que se lanzaba la bola de fuego. La chica no se percató de la flema que salía disparada de la boca del chico. Lo que vio fue una majestuosa bola de fuego que salía disparada de la palma derecha del chico.

Lósif quedó muy sorprendido al ver la gran bola de fuego que fue lanzada y, sin estar preparado, la palma de su mano se movió inestable, provocando que la bola de fuego de más de 4 metros de magnitud se estrellara contra los árboles y troncos marchitos entre otra vegetación inflamable, logrando iniciar un fuerte incendio forestal.

Ana—¡Lósif, eso fue genial!—La
La niña aplaudió con estrellas en sus ojos al ver la poderosa bola de fuego que había lanzado Lósif; estaba observando el hermoso fuego quemando todo a su paso.
Ana—¡Lósif es fuerte!

Lósif estaba con la boca abierta y su palma seguía congelada en el mismo lugar. Lósif sabía que había metido la pata mucho, ahora ¿cómo carajos va a pagar por este fuego? Y lo peor fue que gastó todo el mana que tenía su cuerpo al usar un hechizo del cual no tenía ni idea.

Lósif—Ana, será mejor que nos vayamos ya, estaremos en peligro.

Ana seguía perdida entre las llamas que se extendían a la otra sesión del bosque; los pájaros y los animales escapaban.

Ana—Lósif, eres genial, pero puedes apagar el fuego, no quiero que los animales mueran quemados.
La niña habló y giró su rostro suplicante hacia el niño que tenía el rostro estupefacto.

Lósif—No te preocupes, Ana, ningún animal morirá por este incendio, soy un mago brillante y no dolerá…—
No terminé de hablar porque un conejo en llamas salió de uno de los árboles en llamas y se estrelló contra los pies de Lósif.

Ana se quedó congelada, viendo desde principio a fin cómo terminaba la vida del animalito.

Ana, con los ojos llorosos, se gira a mirar al niño y le dice.

Ana—Lósif, quemaste el bosque—

Lósif no habló y rápidamente tomó la mano de la niña y corrió rápidamente para escapar de ese incendio que algún loco había provocado.

Lósif y Ana corrieron de regreso del bosque en llamas. Ambos niños hablaban en voz baja.

Ana—Lósif, estaremos en problemas si alguien se entera de esto.

Lósif—No te preocupes, nadie sabrá lo que pasó.

Ambos niños llegaron lo más rápido que pudieron al orfanato. Corriendo con cuidado para que no los vieran en el camino, ambos respiraron profundamente y con alivio evidente en sus rostros al ver la puerta del orfanato.

Cuando entramos había un aroma muy agradable en el aire; todos estaban sentados en la mesa y cuando nos vieron entrar, sonrieron.

Diana—La comida está servida; ahora que estamos todos aquí, comamos.

Todos los niños estaban sentados y comiendo; Lósif estaba un poco nervioso, pero logró calmarse rápidamente y se giró para mirar a Ana; ella todavía estaba un poco llorosa.

Después de comer.
Lósif sabía que para todo se utilizaba únicamente la expresión comer, algo a lo que se adaptó muy rápidamente en ese mundo de fantasía medieval.

Lósif estaba sentado en la habitación del piso de arriba, observando a los dos pequeños hijos de Blanca.

Lósif—pequeños seres, ustedes no saben lo malo que es el mundo, no se preocupen, yo me encargaré de que sigan así, les voy a dar una buena vida y crecerán siendo hombres de bien—.
Terminé de hablar con los pequeños niños que Blanca dejó a cargo por el momento.

Blanca subió y escuchó lo último que dijo Lósif. Se calmó y una cálida sonrisa se hizo presente.

Lósif se dio la vuelta y vio a la chica mirándolo con una sonrisa. Lósif sabía que se sentía tímido al ser sorprendido diciendo cosas cursis en ese momento.

Blanca—Señor Lósif, gracias por cuidar de mis pequeños, ¿qué trabajo elegirá?

Lósif negó con la cabeza ante la gratitud de la chica; esto no era nada, pero escuchó la pregunta de la chica y pensó por un momento en la respuesta.

Lósif—Blanca, creo que ser caballero es el trabajo más honorable que existe.

Blanca se sorprendió de que Lósif quisiera ser caballero; sin embargo, no rechazó las ideas del chico de ser mago y caballero.

Blanca: Señor Lósif, que bueno que usted quiera ser caballero. Me sorprende mucho esa decisión; me imaginaba que él quería ser sacerdote para ganar mucho dinero y siendo mago lo puede hacer rápidamente.

Lósif estaba pensando en ser sacerdote, pero como es nigromante, existe la posibilidad de que cuando entre a la iglesia o sea bautizado detecten lo que es un nigromante y los problemas vengan más rápido de lo que cree.




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