Entonces la vi, era tan grande y tan brillante, cuando mire por primera vez toda esa majestuosa estructura supe que era el lugar correcto, la pirámide dorada, la que encerraba la magia más grande y poderosa del universo estaba justo enfrente de mis ojos. Lo único que pude hacer fue verla y quedar perplejo ante tal maravilla arquitectónica, nunca fui bueno con los cálculos ni las medidas así que si quisiera describirla les diría que de altura era casi idéntica a la de un rascacielos, de ancho aparentaba ser del tamaño de un campo de soccer o incluso más grande, piedra tras piedra lucia estar puesta con un detallado placer dándole forma piramidal pero sin la clásica punta egipcia, respetaba mucho la arquitectura mesoamericana y todo hecho de oro, hasta el más minúsculo detalle estaba hecho con oro, no importaría si fueras la persona más millonaria del mundo con tan solo una piedra de aquellas lo superarías y por mucho.
Me acerque hasta la entrada principal la cual se erguía entre dos columnas hechas del mismo material que la pirámide, al final, en lo alto, se unían gracias a un travesaño que, al centro de este, se veía una figura de un par de hombre en posición militar con lanzas y vestimenta típica mesoamericana propias de algún guerrero o guardián de aquella época y en medio de ambos hombres un resplandor que en cuyo centro se alcanzaba a observar el objeto de mis insomnios, el causante de mi alegría y emoción, un objeto que hasta ese momento solo era parte de mis sueños y por el cual yo estaba allí, parado enfrente de aquella gran entrada, a un solo paso de entrar y poder verlo con mis propios ojos.
El libro de oro, un libro que solo se sabía de él mediante leyendas o libros que hablen sobre mitos de México prehispánico, relatando de él como su magia, encerrada en aquellas páginas interminables, era capaz de conceder hasta el más sencillo de los deseos, una magia codiciada por muchos y protegida por otros. Cuentan las leyendas que en tiempos de la creación los dioses decidieron poner todo su poder y conocimiento en un libro hecho del mineral brillante idéntico al sol, este libro se iba a quedar en su mundo como una ofrenda de paz, armonía y equilibrio, entre el mundo terrenal y espiritual, hasta que un día un hombre proveniente de una civilización de aquellas épocas logro entrar al mundo espiritual y le robo a los dioses el libro de oro, volviéndolo en automático parte del mundo terrenal, desde ese momento las cosas fueron diferentes empezó un desequilibrio en ambos mundos y los desastres junto con las pestes fueron llegando una a una acabando con todo a su paso, para entonces todos sabían del poder de aquel libro mágico y lo usaban a su conveniencia, la guerra por aquel tesoro fue devastadora, civilizaciones enteras fueron destruidas y otras más fueron edificadas en segundos, el mundo era un caos. Los dioses al ver tal inconsciencia decidieron crear a partir de los elementos a cuatro hombres y mujeres cuyo único objetivo era el de la protección del libro de oro, armados con objetos que les permitiría controlar los elementos para poder así poner fin a la guerra y así fue por un tiempo.
El libro fue resguardado por los cuatro grandes maestros de los elementos, por mucho tiempo su magia fue siendo liberada únicamente para hacer el bien, curando a la gente, edificando nuevas civilizaciones, dando de comer a los que lo necesitaban y en casos especiales reviviendo a la gente que no debió de haber tenido ese fatídico final.