Don Lázaro era un hombre de edad mayor, aproximadamente de unos setenta u ochenta años, que además de tener una muy buena salud también tenía un gran sentido del humor, y compartía siempre sus historias con sus pequeños vecinos del edificio donde vivía. Aquella historia es una de las tantas que siempre les contaba a los niños, pero todas con algo en común, el libro de oro. Don Lázaro en su juventud fue un historiador, que siempre buscaba lo imposible, aficionado a las leyendas y mitos, se dedicó a buscar todos y verificar si eran realidad o un cuento más para atraer turistas a un cierto condado, región o país, toda su vida la entrego a encontrar los tesoros más grandes e imposibles de la tierra, fallando en unos pero saliendo vencedor en otros y cada aventura que tuvo, desde enormes y calurosos desiertos hasta engañosas selvas tropicales, eran las historias que a sus pequeños e inocentes amigos les encantaban- ¿y que paso después?- pregunto Clara, una niña de padres adinerados pero muy humildes, cuyo único objetivo es ver a su hija crecer y triunfar como toda una señorita aunque ella, pese a ser muy tierna guardaba cierta pasión por los deportes extremos y los gustos, que a ojos de sus padres, no eran los gustos que una señorita debiera de tener, acusando a la vez a sus otros amigos de ser una mala influencia para ella -si don Lázaro, díganos que pasa después-. Con una pequeña risa casi imperceptible don Lázaro responde,-tranquilo marco, descuida ahorita termino- una vez habiendo controlado a los niños continua con su historia, -al final de todo no pude conseguir ver a detalle el libro, porque caí en una trampa que me llevo a lo más profundo de la tierra, con algo de suerte había un único camino que fue el que me saco de nuevo a la superficie pero ya estaba muy retirado de la pirámide, intente regresar pero no pude, también intente volver por el túnel pero me fue también imposible y la razón era porque la pirámide había desaparecido- los niños se quedaron estupefactos al escuchar esas palabras -pero, ¿a dónde se fue la pirámide?- pregunto Mónica, una niña muy inteligente, para su edad, siempre en busca de aprender más cosas y llenarse la mente de todo lo que podía, historia, matemáticas, idiomas, cultura o lo que fuera, motivo que obligo a sus tíos, con quienes vivía a causa de que sus padres trabajaban fuera en el extranjero, a modificar su grado de estudios obligándola a estudiar un año más adelante del que le correspondía y pese a que la niña encajaba bien en los estudios no era así en lo social provocando muchos traumas hacia su persona y su imagen personal, todo gracias a los compañeros que se burlaban de ella y la molestaban.
Un celular postrado en un rincón de la tienda de campaña, colocada al centro de una sala, en un departamento abandonado, empezó a sonar con música del grupo Queen, en el centro del mismo se leía el mensaje: "hora de dormir" y con un poco de molestias infantiles por parte del grupo de niños, se metieron en sus respectivos sacos de dormir dispuestos a quedarse dormidos hasta el día siguiente.
Mientras los niños sucumbían a los encantos de Morfeo, don Lázaro se dirigió a la salida de aquel viejo y solitario departamento para ir con dirección al suyo, justo enfrente del departamento abandonado. Lázaro entro al departamento abriendo la puerta con una llave oxidada que daba impresión que en cualquier momento se partiría en dos por la fuerza tan grande que tiene que emplear para abrir la cerradura de la puerta y poder entrar. Ingreso a su casa, un departamento algo chico pero lo suficientemente espacioso para todo lo que Lázaro consideraba importante, recuerdos de sus aventuras, desde fotografías que llenaban cada pared de la casa haciendo que las mismas casi desaparecieran por encontrarse tan llenas de cada marco y colgante con fotos de sus viajes, continuo caminando hasta llegar a su estudio, un cuarto lleno de libros, incluso había libros en el piso como si la cantidad superara la capacidad de sus repisas para guardarlos, al fondo del cuarto había un escritorio y sobre el más libros colocados a lado de una libreta de anotaciones de pasta negra y hojas casi amarillentas, la libreta que acompaño a don Lázaro en cada una de sus aventuras, estaba llena de información de cada uno de sus viajes, sobre el escritorio, en repisas postradas sobre la pared, encerradas en vitrinas de cristal, lo suficientemente grueso como para soportar cualquier tipo de siniestro que pudiera presentarse, se encontraban sus mayores tesoros, las reliquias de los elementos, todos los objetos descritos en la leyenda, don Lázaro los tenía en su poder, los encontró en una de sus expediciones, la misma en donde pudo ver el libro. Mientras los veía y recordaba todo lo sucedido en aquella ocasión, escucho un fuerte ruido en su puerta de entrada a su casa, como si intentaran tirarla, don Lázaro corrió hacia una esquina de su estudio, aparto sus libreros y todos los libros en el piso, en la pared se podía presenciar una pequeña puerta con un cerrojo y un teclado a lado del mismo, metió en el cerrojo la llave que el poseía y la giro inmediatamente después tecleo una serie de números para que en automático se abriera la puerta, en ella se encontraba un teléfono celular el cual tomo con sus manos y comenzó a teclear un mensaje a un destino ya preestablecido, con la velocidad de un rayo tecleo el mensaje: "ya llegaron, ya sabes dónde estarán y lo que tienes que hacer", pulso la tecla de enviar y se escuchó como la puerta de su casa caía, de inmediato don Lázaro tomo cada una de las reliquias y las metió en otra puerta, esta sin ningún tipo de cerrojo solo una simple puerta que comunicaba su estudio con la parte baja del edificio en un cuarto, tipo bunker, que mando construir mucho tiempo atrás.
El ultimo objeto que metió en aquella puerta fue la espada de los elementos, cerrando detrás de ella la puertecilla, fue como si el tiempo se hubiese detenido lo único perceptible en ese instante eran las pisadas de alguien que se acercaba poco a poco al estudio, don Lázaro sintió como su corazón se aceleraba cada vez más llego a un punto de casi desmayarse al ver la sombra por debajo de la puerta detenerse enfrente del estudio.