-¿hasta qué hora te quedaras aquí?- pregunto una joven Clara de ya 21 años de edad, -no sé, hasta que se termine la mercancía, supongo- contesta Gerardo, un joven de 22 años miembro de aquel grupo de 5 niños que ya hace tiempo atrás disfrutaban de las magníficas historias de don Lázaro, bueno eso era antes de aquel trágico día, donde ellos al despertar de su profundo sueño vieron a todos sus papas y la policía rodeando el departamento de don Lázaro, ellos al ver aquella situación y más por miedo que por curiosidad preguntaron lo que había pasado, hasta que un policía que aparentemente era el que dirigía aquella operación, sin tentarse el corazón les dijo abiertamente y con lujo de detalle lo que le había pasado a su amigo, los niños no podían creerlo, don Lázaro los había abandonado para siempre.
Gerardo, con sudor en su frente a causa del sol quemante de aquella mañana continuo vendiendo su mercancía de dulces y chucherías en la calle mientras Clara lo esperaba parada en la esquina de la calle cerca del edificio donde habitan. Su amiga de tez blanca y pelo rubio, que solo tenía ese color gracias a los tintes y tratamientos, revuelta entre sus pensamientos y su teléfono celular, no se dio cuenta que su amigo Antonio se acercaba sigilosamente por detrás de ella para en el momento justo darle un susto a su amiga, pero su plan se vio frustrado por Gerardo quien al verlo le saludo con un fuerte grito que hizo sacar a Clara de su trance y voltear en dirección a la que estaba Antonio.
Antonio es también uno de los chicos que formaban parte de ese grupo que se reunía cada noche de viernes a disfrutar de las historias y los juegos de don Lázaro. Este joven quien pareciera ser el líder del grupo, proveniente de una familia adinerada y con esperanzas de poder participar en una olimpiada como gimnasta o tal vez como peleador de tae kwon do o quizá como velocista, se desanimó al ver que su broma no resulto como él lo esperaba.
-gracias por arruinarme la broma Gerardo- hablando en tono sarcástico para que así respondiendo al mismo tono Gerardo contesta -de nada señor "Toño"-.
-vine por ustedes, ya se han tardado mucho, y los demás se están impacientando-.
Contesta Gerardo, -sabes bien amigo que esto no son enchiladas, tú sabes muy bien que tengo que terminar de vender toda la mercancía o si no me va mal con mi mamá-.
Clara dirigiéndose a Gerardo y hablándole seriamente -amigo, a ti, ¿cuándo no te va mal con tu mamá?, siempre que llegas de tus largas horas de trabajo, tu mamá te quita todo tu dinero y se lo gasta en apuestas y quien sabe que tantas cosas más-, su amigo la ve y responde afirmando con un movimiento de cabeza, -pero, ¿qué puedo hacer?, debo de seguir o si no pues no mas no como, no todo es para mi mamá, yo también me hago de mis ahorros y de allí saco para la comida-. Antonio cuya alma era un poco más grande que su ego deportivo, se acerca a Gerardo y le dice, -te compro todo amigo no te preocupes-.
-no Antonio, si me compras todo otra vez, será la quinta vez que harías eso, de seguro tus papás me han de odiar porque seré el causante de que te de diabetes a la edad de 23 años-. Aunque los papás de Antonio eran algo sobreprotectores dado que es el único hijo, no eran gente mala, eran muy amables, además de serviciales y caritativos, ya tiempo atrás le habían ofrecido a Gerardo su apoyo incondicional, todo fruto del abandono de parte de su papá hacia él y su mamá, aquello devasto a su mamá y al no encontrar alivio en algún familiar o pariente cercano, encontró ese alivio en el alcohol, la comida y las apuestas domingueras con sus amigas en donde todo el dinero que generaba Gerardo lo perdía cada domingo pues basta con decir que su madre era una pésima jugadora de póker.
-ese no es un problema amigo, créeme, a mis papás ni les importa que te compre toda la mercancía, ellos saben que lo hago para ayudarte además, a lo mejor y junto suficientes dulces como para repartirlos el día de noche de brujas o ponerlos en una ofrenda de día de muertos, se vería muy genial eso, ¿no lo crees?-, con mucha ilusión, Gerardo coge sus cosas y corriendo se dirige con sus amigos de vuelta al edificio, justo y exactamente al mismo departamento en donde por muchos años fue hogar de incontables juegos, historias y sorpresas mágicas, el departamento abandonado número 92, o como los jóvenes lo llamaban, "la cueva", este departamento ha sufrido distintos cambios a lo largo del tiempo siguiendo una línea progresiva y correspondiente a la edad de los muchachos, paso desde tener personajes coloridos e imágenes de nubes y arco iris hasta su actual apariencia sin ningún tipo de imágenes fantasiosas y repleta de fotos de los 5 amigos en sus distintas aventuras y vacaciones que han tenido, y hasta el fondo del último cuarto una ofrenda, llena de flores y colores del hombre que les dio muchas sonrisas y diversión, que los apoyo en incontables ocasiones, justo en el centro de aquella ofrenda los jóvenes habían puesto una foto de ellos con don Lázaro, dando entender esa unión que tenían con él. Al entrar en "la cueva" los tres amigos vieron que Marco y Mónica ya los estaban esperando sentados en un sillón, Marco tan fiel a su personalidad tan extrovertida e hiperactiva, no paraba de hacer chistes mientras Mónica, quien es la contra parte de Marco, estaba sentada riéndose de manera casi imperceptible de todas las bromas y chistes que hacia Marco.
-ya llegamos chicos- dice Antonio mientras van abriendo la puerta del departamento, a lo que Marco responde,-vaya hasta que llegaron, ¿se vinieron de rodillas? o ¿por qué tardaron tanto?-, Clara responde de manera sarcástica,-ya sabes que estos horarios de trabajo hoy en día son la muerte-