Rulfo y Viviana pasaron alrededor de una semana con Durs. El sujeto había nacido hacía más de dos mil años en el seno de una familia nórdica. Le había tocado vivir su juventud en guerra constante contra los invasores romanos, por lo que era muy aguerrido y valiente.
Con él aprendieron sobre los astras. Los seres humanos creían que eran armas entregadas por los dioses hindúes, pero la realidad era que fueron creación de un mago nepalí. Durs les enseñó a construir esas armas que potencializaban su magia por medio de gemas preciosas, y también les habló de cómo funcionaban.
Les enseñó sobre el uso de báculos y varitas mágicas. Les explicó que, para los hechiceros, estos objetos eran herramientas que les facilitaban concentrar la magia de manera más precisa.
―Esta es mi varita ―dijo mostrándoles su propia varita mágica―. No se construyen de cualquier madera. Tiene que ser por fuerza hechas de árboles sagrados como el sauco, el olivo o la ceiba, pues son las únicas maderas en el mundo que puede resistir la energía mágica. Los potenciadores deben ser acordes a lo que los astros dictan sobre cada mago. Según su fecha de nacimiento, será la madera del mango, las gemas y el metal que potenciará los hechizos. Les mostraré:
Durs apuntó su mano hacia un sofá que había al fondo de la sala. Este comenzó a levitar, pero se tambaleaba como si no se pudiera guardar el equilibrio.
―Mi magia es suficiente para hacer levitar cualquier cosa ―dijo Durs―, pero me es difícil controlarlo ya que la magia que sale de mi mano se esparce en el aire. En cambio, si uso mi varita…
Durs apuntó con la varita. Un rayo casi imperceptible salió de la punta. El sillón levitó nuevamente, pero esta vez sin tambalearse.
―¿Lo ven?
―¿Qué diferencia hay con los báculos? ―preguntó Viviana.
―El báculo ―Durs tomó lo que parecía un palillo, pero este creció en su mano hasta formar un báculo de madera blanquecina con grandes ópalos en la parte alta y tiras de oro al rededor―, es una herramienta mucho más poderosa y peligrosa. No es fácil de dominar, requiere de mucha fuerza mental y física. Un mago necesita de siglos para lograr dominarlo. De los que estamos aquí, sólo Imamú y yo somos capaces de usar el báculo. Si pierdes la concentración o si desvías el báculo, aunque sea unos centímetros, la magia puede estallarte en las manos.
―¿Entonces nosotros vamos a iniciar con varitas? ―preguntó Rulfo.
―Exactamente. Se les entregarán varitas genéricas mientras Kenneth se encarga de construir las adecuadas para ustedes. Ahora, en cuanto a lo que les enseñé sobre los astras… ―Durs volvió el báculo a su tamaño de palillo y tomó su varita apuntando al cielorraso―. Supongamos que llega una parvada de arpías ―Durs hizo una floritura y varias decenas de mujeres con alas hechas como de nubes aparecieron volando―, ¿qué arma usarían?
―Veamos… ―Viviana revisó sus notas―. Son resistentes a la magia, inteligentes… evasivas… Usaría el narayanaastra.
―¿Segura? ¿Tú qué opinas, Rulfo?
―También iría por el narayanaastra. Es una de las armas más poderosas, envía miles de flechas desde el cielo.
―Bien, háganlo. ―Durs les entregó un astra falso hecho de humo y también les dio su propia varita.
Rulfo tomó la gema de humo y con la varita la activó. Un centenar de flechas salieron de inmediato hacia las arpías. Todas cayeron con las flechas clavadas en sus cuerpos, pero dos más emergieron de entre el muro. Voltearon a ver a Rulfo con un gesto de ira y volaron hacia él. Rulfo volvió a usar la gema, pero para su sorpresa las flechas no fueron hacia las arpías, si no hacia ellos. Los niños se agacharon alarmados, pero las flechas se deshicieron antes de llegar a sus cuerpos.
―Es un error común en los principiantes ―Durs de carcajeó―, se van siempre por las armas más poderosas. Si leyeron bien el pergamino de los astras, se darán cuenta que el narayanaastra sirve para abatir numerosos enemigos, pero sólo se puede usar una vez. Si se usa una segunda vez, el arma se irá contra el que la conjura.
―Oh, ya veo ―dijo Viviana―. Debimos usar el indraastra. Menos poderoso, pero podemos usarlo cuantas veces se necesite.
―El narayanaastra pudo servirles en caso de tratarse de grifos o mantícoras ―explicó Durs―, son seres más peligrosos, pero solitarios. Con ellos no sería necesario un segundo ataque. Ahora supongamos que vienen parvadas de todas las criaturas voladoras: Mantícoras, rocs, arpías, grifos… en fin, gran cantidad de seres peligrosos y evasivos. ¿Qué usarían?
Ambos revisaron de nuevo el pergamino. Discutieron un poco entre ellos y Rulfo respondió.
―¿Sólo nos enfrentamos a esas criaturas o hay que enfrentar también a algún otro enemigo? ―preguntó Rulfo.
―¡Buena pregunta! Supongamos que no hay nada más qué enfrentar.
―En ese caso usaríamos el pashupatastra ―respondió Viviana―, el arma más poderosa de todas. Terminaríamos con todas las criaturas, aunque quedaríamos demasiado débiles. Pero si no hay más enemigos, podemos darnos ese lujo.
―¡Muy bien! ―exclamó Durs―. Las armas más poderosas nos evitan riesgos, pero hay que asegurarse de que sus efectos colaterales no nos impliquen un obstáculo.
»Bien, es todo por hoy ―Durs tomó un puñado de gemas que tenía sobre una mesa y las guardó en una bolsa de tela―. Los mundos que llegan a Orabiel no son tan peligrosos, así que no será necesario llevar armas demasiado potentes. Tengan, estos son sus primeros astras ―les alargó la bolsa junto con un libro―y este es su bestiario. Si quieren encontrar alguna bestia en específico, sólo deben concentrarse en su apariencia y el libro se abrirá en la página que habla sobre esa bestia. Viviana, tienes intuición con los animales, el libro lo llevarás tú. Rulfo, tu potencia con los astras es mayor así que tú serás quien los conjure.
Rulfo y Viviana pasaron dos semanas más en el castillo, estudiando más sobre los astras y el bestiario. Después de ese tiempo, Agastya les mandó llamar. Estaba en la torre del antiguo observatorio con los otros cinco hechiceros.