En el instituto donde estudiaban, iban por el último curso, con el último trabajo a punto de ponerlo en práctica. En las paredes de la clase estaban los grupos repartidos.
—Buenos días a todos—Dijo la maestra mientras entraba en clase. Tenía el cabello pelirrojos y rizados, aunque algunas veces lo tenía liso. Mientras sus alumnos se iban sentando en sus puestos, ella apuntaba a la pizarra. —¿Cómo vamos con los proyectos? Ya sabéis que son un 70% de la nota.
—No hace falta que nos lo digas, ya lo sabemos—dijo Eli.
—Bueno, yo solo lo repito por si hay dudas.
El proyecto que tenían que hacer era preparar una actividad cada grupo, para los alumnos de infantil, P3, P4 y P5. El curso que estaban haciendo se llamaba Educadores para la infancia (EPI). Solo quedaban cinco meses para obtener el título que tanto deseaban, y mientras algunos de ellos ya trabajaban, algunos también se apuntaban para ser voluntarios de alguna cosa.
—Eh, mira ahí— susurró Yolanda a la Laura B. Una persona estaba observando la clase al otro lado de la puerta.
—Perdona Victoria—Levantó la mano. —Hay alguien fuera. —Dijo Laura B. La profesora Victoria salió cerrando la puerta.
—Pero ¿qué te he dicho? —Victoria empezó a hablar susurrando. —Ya me encargo yo.
—Saben alguna cosa—dijo el hombre. Llevaba una apariencia extraña—Ayer la Joan vio a la hija del escritor a punto de abrir la puerta.
—Miriam siempre ha sido muy curiosa.
—Esto es serio, la alcaldesa también lo sabe y halara con su hija, el escritor hablara con la suya cuando vuelva.
—Pues ¿sabes una cosa? Yo paso mucho tiempo con ellos, puedo intentar sacarles algo de información.
—Ya no, te recuerdo que solo tienen dos horas de clase, el resto es para hacer el proyecto de fin de curso. Escúchame bien, nosotros sabemos la verdad, procura que ellos no se enteren nunca—dijo antes de irse.
—¿Y tú que harás?
—No es asunto tuyo—dijo sin mirarla.
—Este hombre…—Entro en clase. —Bien, seguid con el trabajo.
—¿Que ha pasado? —preguntó Anna C.
—Nada, no ha pasado nada, no perdáis el tiempo que solo tenéis dos horas.
—Después de clase nos vamos a la zona de arena, pasadlo por todos—susurró Eli. Todos estuvieron de acuerdo y al final de la segunda hora, salieron sin dar ninguna sospecha a nadie.
—Miriam…—La profesora le hablo mientras se acercaba a ella. —Cuando vuelve tu padre?
—Creo que vuelve esta noche ¿Por qué? ¿qué pasa algo?
—No, no, era solo por saber-lo, pasar una semana sola debe de ser todo un reto.
—Pues sí, pero no estoy sola, muchas noches han venido mis amigas a hacerme compañía, así que no te preocupes.
—Miriam, ¿vienes o no? —Preguntó Marta O, quien había vuelto atrás después de bajar hasta el último piso.
—Sí, sí, ahora bajo.
—No te entretengo más, hasta mañana.
—Hasta mañana profesora Victoria, ya voy Marta, solo han sido tres pisos—dijo poniendo su mochila en un hombro.
—¿Tres pisos solo? Ya veras, esta te la guardo.
—No te enfades—dijo riendo. Ambas bajaron mientras Victoria se quedaba observándolas.
—Que destino os ha tocado a todos vosotros… espero que os deis cuenta de todo, pronto…
La zona de arena, es, como su nombre indica, un campo de arena. Estaba cerca del bosque, de la escuela y del instituto.
—Mi madre quiere convertir la zona de arena en un parque para los niños, para que no tengan que cruzar todo el centro.
—No creo que nadie esté en contra de eso—dijo Paula R.
—¿Núria? ¿Qué haces aquí? —preguntó Sandra al verla viniendo hacia ellos. La maestra de infantil estaba con su móvil en la mano, en medio de la zona.
—Hola chicos, como vais con el proyecto?
—¿Pasa alguna cosa? —preguntó Adrià P.
—No ¿Por qué? —No estaban muy convencidos de la respuesta. —Está bien, no sé si soy la única, pero creo que os conozco más bien a vosotros que al resto del pueblo.
—¡Lo sabía! ¡Sabía que pasaba alguna cosa! —exclamo Miriam.
—¿Sabes cuándo nos conocimos todos? —preguntó Adrià C.
—Eso es lo extraño, parece que os conozca bien, pero, no sé desde cuándo exactamente, ni una fecha aproximada.
—Eso tiene sentido—Una voz grave venia de un hombre viajero, un extraño que sabía más de lo normal.
Vestía un abrigo largo de color beige, un sombrero Panama de color gris y con una barba medio larga. A todo esto, el hombre era súper delgado.
—¿Quién es usted? —preguntó Paula B.
—Soy un viajero, estoy buscando un lugar donde dormir esta noche—Todos se extrañaron. —Tranquilos, tengo dinero.
—Oh, no, no, no estábamos pensando eso—se disculpó Nuria.
—No se preocupe, era solo una broma.
—Em, entonces, de acuerdo ¿Qué quería decir con que eso tiene sentido? —preguntó Mónica.
—Todavía no lo puedo decir, es un secreto que pronto saldrá a la luz. Por cierto, ¿sabéis dónde puedo pasar la noche?
—Hay un hostal delante del ayuntamiento—respondió Yolanda.
—Perdone ¿Cómo se llama usted? —Preguntó Anna C.