Ya eran la 13:00 del mediodía, la Lidia y la Mónica se fueron a casa de esta última para comer.
—¿Tus padres no están?
—No. Se han ido a comer en casa de unos amigos, aunque nos han preparado la comida.
—¿Tienes idea de quien ha podido ser el que ha movido el reloj? —preguntó Lidia sentándose.
—Puede que lo hayan arreglado.
—Yo tengo un mal presentimiento.
—Ya sé que hoy todo ha sido una locura, pero…
—¿No te has dado cuenta que desde que vino ese hombre al pueblo, todo el mundo está muy extraño?
—No me lo ha parecido, no ha pasado nada que realmente me haga sospechar algo fuera de lo normal. De acuerdo, el reloj funciona de golpe, pero a lo mejor lo han querido arreglar ahora, y lo que ha explicado la Anna C, bueno, ya sabes que la gran mayoría del pueblo no es educado en ese sentido.
—¿No te parece extraño que todo el pueblo este en contra de nosotros treinta?
—Pues… yo creo que no hay nada fuera de lo normal ¡la alarma! Me tengo que ir—sonaba la alarma de su móvil.
—Tienes que competir ahora?
—Esos rojos no se saldrán con la suya otra vez, la carrera que tuvieron Janira y Adrià C terminaron ganadores los rojos, pero esta vez, ganaremos los azules—dijo poniéndose su traje de motorista.
—Espera te acompaño—cerró la puerta.
En el mismo lugar donde compitieron los coches, ahora tocaba el turno de las motos. La Janira y el Adrià C, estaban ahí sobre la hierba mirando el circuito, de pie y con las manos en los bolsillos.
—Si las miradas matasen, más de uno ya estaría muerto—dijo Lidia quien veía que los miraban fijamente a los rivales rojos.
—Hola chicas. Mónica, ¿preparada? —preguntó Janira.
—Preparada.
—No te confíes mucho, estos son muy… parece como si lo supieran todo de nosotros—dijo Adrià. —Cuando menos te lo esperes, te harán una por detrás.
—No podrán conmigo.
—Buena suerte.
Mónica se fue hacia el circuito, su traje azul y negro destacaba con el rojo y naranja de su rival. La Lidia se quedó con los demás en la hierba.
—Seguro que es buena idea? Estos rojos no son de confianza.
—No lo son, pero nunca lo han sido.
Una carrera de uno contra uno empezaba, muchos de sus amigos se fueron a animarla. Se preparó y cuando se iba a poner el casco…
—Hola—Apareció de repente.
—¿Tú? ¿Qué haces aquí? Esto es una pista de carreras.
—Lo sé, estoy aquí.
—A ver, ¿se puede saber qué haces aquí en medio? Estamos empezando una carrera.
—¿De qué hablan? —preguntó Malena, quien estaba al lado de Lidia y de los demás. Empezaron con los arranques, el señor ya se apartó de la carretera.
—Vigila con tu moto, no llegues a la máxima potencia—Recordó lo que le dijo el hombre hace un momento. —No me pasara nada—pensó.
—Nos vemos al final perdedora—Le dijo su rival.
—Este chico… no puede mantener la boca cerrada por un momento—Encendieron motores y arrancaron. Una motivación era su motor, las ganas que tenia de ganar al equipo rojo.
—El equipo rojo siempre nos ha ganado—recordó lo que dijo Montse.
—No hay manera de ganarlos en ningún deporte—Dijo Adrià P.
—Que bien que no les guste el tiro con arco… es broma, es un fastidio no partirles la cara con este deporte—dijo Marina sonriendo.
—Esta vez no—Empezaron la carrera, Rick, su rival iba primero, seguido de ella por muy poca diferencia. —Esta vez ganaremos nosotros—pensó firmemente.
—Es la última vuelta—dijo Janira.
—No llegues a la máxima potencia—las palabras de ese viajero resonaban en su cabeza, pero no quería hacerle caso, estaba dispuesta a ganar. —No me va a pasar nada—pensó.
—Vaya, la del equipo azul ha avanzado al equipo rojo. —Rick, del equipo contrario, abrió una capsula que tenía incrustada en la moto, un botón rojo que estaba sin protección.
—Le he dicho que no llegue a su potencia máxima.
—¿Y porque le ha dicho eso? —preguntó Lidia.
—Para evitar lo que pasará ahora.
—Queda muy poco para terminar la carrera entre el equipo rojo y el equipo azul ¿Quién ganará?
—Buena suerte—Rick pulsó el botón. La moto de la Mónica tenia los segundos contados y se podía saber por el sonido de la marcha atrás que tenía.
—¡Sal de la moto! —gritó Malena.
—¡Deja la moto Mónica! —gritó Lidia. Mónica se tiró al suelo antes de que su moto explotes. —¡Mónica!
—Lo sabía, siempre ganamos.
—Pero de que vais? Esto es trampa, podrías haberme matado.
—En las carreras todo se vale.
—Eso no tiene sentido, hay normas para cumplirlas.
—Las normas están para romperlas. Y para mantener nuestra reputación—echaron más chispas entre ellos, más de lo normal.