Ya eran las 17:00 de la tarde, casi todo el pueblo estaba en la zona de arena, donde en breve, empezarían las obras.
—De verdad no te acuerdas de nada?
—No, lo siento Mireia, solo me acuerdo de ver una mariposa azul, a partir de ahí no tengo ni idea de que me ha pasado—respondió Malena que caminaba junto con Janira, Mireia y los dos Adrià.
—Bienvenidos y bienvenidas, en unos momentos empezaremos las obras de la zona, por favor, no crucéis la línea amarilla—anunció la alcaldesa.
—¿Vosotros también estáis aquí? —preguntó Jaba que estaba con Fadwa.
—Yo me voy a casa, estoy muy cansada.
—Nosotras te acompañamos, nos vamos después—dijo Janira. Se despidieron y solo quedaron Mireia, Fadwa y Jaba. La zona estaba cerca de la carretera y del bosque.
—No entiendo porque la gente está tan emocionada con las obras. Mira-los, están como… como perros viendo un hueso—dijo Fadwa.
—Muy bien, comenzaremos ahora ya podéis arrancar los vehículos—Le sonó el móvil cuando arrancaron, la gente estaba muy contenta, como si estuvieran viendo una obra de teatro.
—Cada vez la gente está más mal de la cabeza—flipo Jaba con la emoción a su alrededor.
—¡Parad las obras! —Todos se quedaron confusos y en silencio. —Por motivos confidenciales, no se pueden realizar las obras, al menos por ahora, lo siento mucho.
—¿Alguien la ha llamado diciendo que no lo haga? —La gente se desanimó, pero nadie decía nada, ni se revelaban. La zona se quedó vacía.
—¡Hey chicas! ¡Mirad! —gritó Mireia. La Fadwa y la Jaba sentían curiosidad. —Mirad ahí abajo, hay algo que brilla—Miraban un agujero de arena.
—Es como un brillo palpitante… E-espera un momento—dijo Jaba al ver que la Mireia se adentraba en el agujero. —¿Es que bajaras? ¿Y si es algo terrorífico?
—La curiosidad puede más, además, necesitamos pistas o algo para descubrir lo que está pasando.
—En eso tienes toda la razón yo también voy, mientras no vaya sola.
—¿Estáis locas? ¿Y si es algo muy peligroso? No podremos nosotras tres solas—Las otras dos ya estaban abajo, Jaba se lo pensó un momento, pero entró igualmente. —¡Eh! ¡no me dejéis sola! ¡Esperadme!
—No hacía falta que vinieras si no querías.
—No quería dejaros solas.
—Ya, seguro…—Mireia iba la primera, enfocando la linterna del móvil. —Vaya… ¿qué es esto? ¿Un túnel?
Pasado un túnel oscuro, con tan solo una pequeña luz, llegaron a un lugar muy acogedor, parecía que viviera alguien y con tantos libros, parecía una biblioteca en miniatura, llena de rocas y arena que poco a poco se iban desprendiendo.
—Hay muchos libros, seguro que es alguna base secreta.
—Por eso no podía construir nada aquí, seguro que quien la haya llamado era el dueño de este lugar.
—“Saga diamante”—Leyó el título de una colección de siete libros, parecían muy antiguos, llenos de polvo. —Aquí habrá algo que nos pueda indicar que hacer—dijo Mireia.
—No sabemos ni lo que estamos buscando, ¿exactamente que hay que encontrar si se puede saber? —preguntó Jaba.
—Chicas, ya sé que suena descabellada, pero, ¿y si estamos hechizados? —Jaba y Mireia abrieron los ojos y alzaron las cejas. —Pensadlo un momento, no nos acordamos de nada, hemos estado viviendo aquí durante x tiempo, porque no se ni cuando llegamos, pero, ¿no os parece todo muy raro?
—No hay duda de que ahí pasa algo, por eso tenemos la operación origen—dijo Mireia poniéndole una mano encima de su hombro, para tranquilizarla.
—¿Chicas? Hay leche caliente sobre la mesa.
—¿Eso significa que está aquí? ¿Qué haremos si nos ve?
—No nos va a ver—Mireia tenía un plan.
—¿Que tienes pensado hacer?
—Hay que salir de aquí, no hay tiempo para planes Mireia—dijo Jaba.
—Este libro…—Mireia vio un libro antiguo, era un libro de piel, con cerrojo y un diamante en medio. De repente, un hombre apareció detrás de ellas.
—¿Quiénes sois y que hacéis aquí? —Era el mismo hombre que habló con la profesora Victoria, y el mismo que habló con la bibliotecaria. Se llamaba Lorgio.
—¿Quién eres tú? —Mireia se puso derecha.
—Aquí las preguntas las hago yo jovencitas, no deberíais estar aquí.
—¿Por qué tengo el presentimiento de que este hombre tiene algo que ver con nosotros? —susurró Fadwa.
—Últimamente todo el mundo tiene que ver con nosotros, ¿te has dado cuenta?
—¡Callaos! Quiero una respuesta a mi pregunta ¿Qué hacéis aquí?
—¿Qué pasa si no le decimos nada?
—Hablad o de lo contario…
Lorgio iba a hacer-les algo, pero antes de que pudiera hacerlo, un humo violeta y gris se presentó por la entrada de esa cueva subterránea y las llevo al exterior, con los recuerdos borrosos, como si hubiera sido un sueño.
—Que daño, ¿qué hacemos aquí? —preguntó Mireia levantándose del suelo.
—No me acuerdo de nada—respondió Fadwa.
—¿Y si salimos de aquí? Este lugar me da mal espina.
—Ha ido de muy poco…—La misma señora misteriosa que habló con Núria, estaba detrás de uno de los árboles que había al inicio del bosque. —No faltara mucho para el final, y en ese momento pondremos la verdad sobre la mesa.