“En el capítulo anterior, Baltazar había ido a las profundidades del mar en busca de un libro que contenía conjuros para aniquilar demonios. Caitlin le había dejado el libro y la misión de destruir demonios. Así que Baltazar partió de Dalkey siguiendo su destino. Viajó hacia el sur y llegó al Valle Druida. Allí vivían los druidas que eran chamanes pero no podían desterrar una plaga que había en el lugar. Era una especie de enfermedad que ponía la piel de color verde y si pasaba demasiado tiempo se convertían en sapos. Baltazar había leído en el libro mágico que los duendes solían hacer hechizos en donde transformaban a las víctimas en anfibios. Así que aquella noche se internó en los bosques cercanos al valle para eliminar a estos seres demoníacos. A medianoche, el diamante rojo del bastón que le había regalado Caitlin se encendió y empezó a parpadear. Se oían gritos y voces. Baltazar se acercó despacio y se colocó tras un árbol para observar. Unos seres de cuerpo esbelto, de unos setenta centímetros, ojos rojos y cabellos verdes estaban reunidos allí en medio de un sacrificio. Una muchacha de unos veinte años estaba atada a un árbol y pretendían matarla. Entonces Baltazar entró en escena y comenzó a leer los conjuros que exterminarían a éstos seres. Los duendes empezaron a gritar fuertemente y explotaron derramando un líquido negro.
-No temas, ya todo terminó. Mi nombre es Baltazar – dijo el hombre a la joven.
-Gracias, yo soy Elena – dijo ella y su piel que estaba verde por la plaga se puso rosada como los primeros tintes de un amanecer.
Regresaron juntos al valle y los aldeanos se habían curado de esta enfermedad. Los que se habían convertido en sapos regresaron a su forma natural.
Baltazar debía partir, había más demonios por exterminar. Pero esta vez no se fue solo sino que Elena era su nueva acompañante. Continuará…”
Editado: 08.05.2019