Publicado: 21 de octubre de 2018
Espero que les este gustando la historia. Gracias por el apoyo. Besos Fantasmas.
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Lissie entró a su estudio con el corazón todavía latiendo con fuerza. No le gustaba saber que Kyler la tenía en la mira. Se sentó en el sofá de cuero blanco y se acomodó allí cerrando sus ojos. No debía darle tanta importancia. Él sabría que ella lo estaba haciendo y lograría tenerla en sus manos. Sabía que estaba protegida en su territorio. ¿Pero por cuanto tiempo sería así? Nadie estaba seguro realmente.
El rechinar de los autos y la lluvia cayendo contra su ventana provocó que se quedara dormida en el sofá.
No supo cuánto tiempo paso dormida. El sonido de su celular la despertó de forma precipitada. Se pasó una mano por la frente.
—Esteban, ¿todo está bien? —preguntó.
—Yo lo estoy, ¿tú lo estás?
—Intento estarlo. ¿Seguro que tú estás bien? Porque es muy raro que me llames a esta hora.
—¿Crees que puedas venir a mi oficina? Te lo explicare todo cuando llegues.
Liss soltó un suspiro.
—Sí, supongo que puedo hacerlo. ¿Paso algo?
—Bien, gracias. Este… no ha pasado nada malo. Confía en mí, te lo explicare cuando vengas.
La llamada terminó y ella miró sorprendida su celular. ¿Por qué su hermano había sonado tan raro? Supuso que no tenía de otra más que ir averiguarlo en su oficina. Tomó su bolso y salió del edificio. Al bajar las escaleras tropezó con una chica de cabello castaño.
—Discúlpame, fue mi culpa.
Lissie al llevar prisa se limitó a sonreír.
—No te preocupes.
La chica parecía que iba a decirle algo, pero Lissie desapareció con velocidad.
El camino se le hizo sorprendentemente lento. Miró el cielo que ya estaba oscuro. A veces deseaba que simplemente no anochecera. Las noches eran terribles para ella. Al llegar al edificio saludo al guardia de seguridad y sujetó su bolso con fuerza.
Comenzó a sentir el terrible dolor de cabeza que le recordaba lo mal que lo pasaba trabajando. Se masajeo las sienes antes de llegar hasta la puerta.
«No seas quisquillosa» pensó a medida que se acercaba.
—Lissie, ya llegaste —dijo Esteban tan pronto abrió la puerta y la abrazaba con fuerza. Ella respondió el abrazo un tanto confusa.
—Siempre vengo a tus llamados. Espero que esta vez sea para algo bueno.
La sonrisa de Esteban se frisó.
—Tengo una amiga que le gustaría hablar contigo.
«¿Una amiga?» no disimuló su asombro.
—Eso es muy raro.
—Si te incomoda… —comenzó diciendo, lo que su hermana no sabía es quien era esa amiga suya.
—¿Por qué me incomodaría?
Su hermano no tuvo tiempo para contestar. Cuando llegaron hasta la mini sala de estar se encontró con alguien que no veía desde hacía mucho tiempo.
Isabel.
—Menuda mi suerte —murmuró por lo bajo para que solo su hermano la escuchara.
—No es a ella a quien espero que puedas ayudar. Bueno, un poco realmente —le dijo.
—Hubiera preferido que fuera a ella. Esto habría terminado rápido.
—Gracias por haber venido —dijo la chica que se encontraba en el sofá.
—No hay de qué. Soy Lissie y supongo que ya sabes lo que soy.
—Sí, claro. Y me alegra que puedas ayudarme.
Se sentó en el sofá que estaba frente a la chica. Físicamente se parecía un poco a Isabel.
—Esteban, creo que voy a necesitar una botella de agua muy fría y de viaje tráeme unos analgésicos para el dolor de cabeza que tengo. Claro, si no quieres que termine desmayada antes de comenzar.
—¿Otra vez tienes ese dolor? —preguntó tocando su frente—. Tienes un poco de fiebre. Ya te lo busco.
Ser clarividente tenía sus ventajas. Y en ese momento Lissie sabía quién la estaba viendo directamente. La lapa que Mathias tenía a su lado no dejaba de verla. Por orgullo no se acercó a saludar.
—¿Cómo te llamas? —preguntó mientras esperaba que su hermano llegara.
—Me llamo Lizbeth, soy hermana de Isabel y compañera de trabajo de Esteban y Peter.
«Si que estaba yo en lo cierto» pensó la pelirroja.
—Toma —le dijo Esteban cuando le trajo las pastillas. Lissie se las bebió con rapidez.
—Yo seré bastante muy sincera contigo, Lizbeth. Predecir el futuro es tiempo y energía que me gasto. Y en estos momentos no me siento nada bien. Cuando era una principiante tenía la capacidad de atender a muchas personas porque no me agotaba. Ahora solo puedo hacerme cargo de 7 personas al día. Deberás cooperar para que esto sea rápido y yo no termine en un hospital por exceso.
La chica asintió comprendiendo.