El Linaje de Lissie Lorens

9. Confesiones

Publicado: 24 de octubre de 2018

Gracias por todo el apoyo. Espero que la novela les este gustando. Besos fantasmas. 

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—¿Alguna vez has tenido miedo de que un fantasma te haga daño? —preguntó la pequeña niña sentada en sus faldas.

—El miedo siempre estará presente. Intento no preocuparme de lo que los fantasmas puedan hacerme. Si lo permito, entonces ellos ganan.

—Eres más fuerte que ellos, ¿verdad?

—No es que sea más fuerte. Simplemente es porque los fantasmas utilizan el miedo a su favor. Por eso nosotros debemos ser más inteligentes.

—¿Tienes miedo de mí?

—No —respondió Lissie con una sonrisa—. Tú eres una bella niña fantasma que se encuentra en mis faldas esperando ver eso a lo que llaman luz de guía.

—¿Y porque no la veo todavía?

—Porque estás hablando mucho y no estás haciendo caso a lo que te llevo diciendo —contestó Lissie. Hizo que la pequeña fantasma dejara reposar su cabeza en su pecho mientras comenzaba a mover su silla mecedora. La pequeña fantasma poco a poco iba cerrando sus ojos—. Tus padres te están esperando. Cierra tus ojos y concéntrate en la risa de tus padres, en su llamado.

—Tengo miedo —dijo la niña sin cerrar sus ojos.

—Se vale tener miedo. Pero recuerda que ahora estarás con tu familia. Escucha su llamado. Síguelos.

Lissie comenzó a cantar una canción de cuna que sabía funcionaba en los niños fantasmas. Mientras mecía a la pequeña. La niña sonrió y abrazó a Lissie con fuerza. Poco a poco su pequeño cuerpo fue llenándose del brillo plateado. Lissie sin dejar de sonreír beso su pequeña cabeza. La niña ya estaba cerca de sus padres, que la esperaban en ese lugar lleno de paz. Pronto el pequeño cuerpo ya no se encontró en su regazo, dejando paso al gran brillo plateado.

Se llevó una mano a su cabeza sintiéndose mareada y miró el reloj, las 5:30 de la tarde. Se levantó de la silla y caminó hasta la cocina. Stacy no la había llamado. No quería comenzar a tener teorías y tampoco tenía ánimos de revisar el tiempo.

No había necesidad de preocuparse por Isabel. Entre ellos no pasaría nada.

¿Pero y si realmente había pasado algo que mereciera saber y por eso su amiga no le había llamado? Entonces Mathias se lo diría, le recordó esa voz. Terminó la botella de agua y escuchó que alguien tocaba su puerta.

—Vaya, no te ves nada bien —fue lo primero que dijo Edward tan pronto ella abrió la puerta. Lissie ignoro su comentario de forma monumental.

—Es una sorpresa tenerte por aquí, Edward. Entra, no quiero que las malas energías entren a mi territorio —dijo ella dándose media vuelta y volviendo a caminar hasta la cocina. Tenía muchísima hambre.

—Estaba trabajando en algunos asuntos y tuve la brillante idea de que quizás podía traerte algo de comer. Sé que a esta hora siempre terminas.

Ella se giró y lo observó sorprendida de que supiera ese detalle.

—Vaya, gracias por eso.

Edward notó el tono de burla en su voz.

—Muy graciosa, lo más que pude pillar fueron las pizzas. Después de todo es lo que más rápido que estaba.

Ella sonrió y fue hasta la cocina para sacar dos platos del gabinete. Los coloco en la encimera. Mientras tanto Edward se controlaba muy fuerte para no pensar en lo mucho que le gustaba esa chica. Debía ser fuerte y disimular mucho mejor sus sentimientos. Ahora ella estaba con Mathias, como siempre debió ser. Y él debería de una vez dejarla ir, de su mente y de su corazón. Porque de su vida sería algo imposible.

—¡Oye! ¿Escuchaste lo que te pregunte? —él asintió y vio como ella arrugaba el entrecejo.

—La respuesta es no.

—Obviamente —siseo ella—. Trae la comida, no caminare hasta allá.

—¿Qué era lo que preguntaste?

—Yo no repito.

—Estaba pensando.

—Pensando sin verdaderamente pensarlo. Yo no escuche nada.

—¿Estabas indagando en mi mente?

—Sabes que yo no indago en la mente de ninguno de ustedes. Respeto sus pensamientos —dijo tocando su cabeza. Él rio mientras se sentaba a su lado.

Lissie lo miró de reojo, Edward podía engañar a cualquier persona del mundo, pero no a ella. Podía ver como ocultaba algo y moría de curiosidad por saber qué es lo que no quería que nadie supiera. Edward de cierta forma siempre le recordaba a su hermano. Ambos con carácter tranquilo, pero explosivos cuando se enfadaban. Siempre luchando por lograr sus objetivos y muy sentimentales cuando sentían que las cosas se escapaban de sus manos.

Por eso ella sospechaba la razón por la que su hermano le confiaba todo a él. Por eso ella sabía que la pregunta que llevaba rondando su cabeza solo Edward podía contestarla con seguridad. El chico de ojos cafés y cabello castaño claro no se daba cuenta de la intensidad de la mirada de la clarividente.

—Gracias por traerme comida —volvió a decir mientras se bebía un vaso de refresco.




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