El Linaje de Lissie Lorens

22. No puedo dejarlo ir

Su cuerpo dolía por completo. Algo que nunca le había pasado. Se llevó una mano a su cabeza y el dolor era insoportable. Abrió sus ojos y comenzó a toser. El humo estaba invadiendo todo la habitación y su pecho se comprimía. Parecía que el lugar en el que se originó el fuego estaba cerca. Buscó a Kyler por todo el lugar y lo encontró bajo un bache de sangre.

Corrió hasta él gritando su nombre y tomando su cabeza entre sus manos.

—Kyler… tienes que soportar —dijo en un susurro. Vio su mano en la herida. Ya no la apretaba con fuerza.

«¿Qué debo hacer? Yo no puedo curarlo» pensó desesperada.

Tomó el borde de su vestido y lo rompió. Dobló la tela y la puso en la herida. Con la correa de él la presionó lo más que pudo. Evitando el sangrado. En el sótano no tenía muchas opciones. No había ventanas y solo una puerta. Corrió hasta ella y para su desesperación estaba cerrada. Esas personas bregaban con magia negra. Con eso ellos pretendían tener más habilidades de las que el destino les daba. Y por otro lado estaba ese chico, Hunter. Que lo único que pretendía obtener de ella era un hijo.

Vio temblar a Kyler y le buscó el pulso.

Se estaba muriendo y ella no lograba hacer nada.

Estaba molesta, sentía una gran presión sobre su pecho. Todo, absolutamente todo había salido mal. Ni siquiera estuvo en la reunión lo suficiente. Su única opción era la que ya había tomado hacía unos minutos atrás. Tenía que volver a teletransportarse. Era su única salida a todo eso.

Aun cuando no debía excederse con esa habilidad.

—No puedo dejar que mueras. Yo no puedo hacerlo —murmuró.

«¿A dónde iría? No podía elegir ir fuera de la casa. Como tampoco podía elegir ir hasta la casa de Kyler y mucho menos a su propia casa.

El tiempo se le agotaba y ella sentía su pulso yéndose entre sus manos.

Negó.

No podía permitir que se muriera. A todo eso ella estaba ignorando el dolor que sentía su cuerpo por el exceso de energía utilizada. No ayudaba tampoco estar en una casa prendida en fuego. Las lágrimas comenzaron a escapar de sus ojos.

Nunca se imaginó que estaría viviendo esa experiencia. Nunca creyó que fuera a ser tan reclamada entre los clarividente. Sobre todo porque ellos la abandonaron cuando más los necesito. Cuando supieron que había perdido a su madre. La única persona que le enseñó a cómo controlar su don y a cómo utilizarlo sin ningún exceso. Nadie más se le acercó para brindarle apoyo después de que sus padres murieron.

Y ahora resulta que ellos siempre la tuvieron en la mira. «¿Cómo es posible que hubiera personas así?» pensó.

Apretó el rostro de Kyler sobre su abdomen. Estaban ambos en un mundo lleno de tanta oscuridad, de tanta injusticia. Obligándolos a tomar las decisiones equivocadas o decisiones forzosas. Utilizando sus dones como escudo de protección. Y en su gran mayoría, utilizando el don para alcanzar el más alto poder que la maldad pueda tener. No era justo.

Estaba aborrecía de todo lo que había tenido que escuchar. Y todavía faltaba demasiada información como para sentirse satisfecha. Sus manos comenzaron a temblar. Y el humo del fuego comenzaba a hacerle demasiado daño.

«Piensa, maldita sea Lissie.» Se gritó a sí misma en su mente.

—Todo saldrá bien, Kyler. Ya estamos terminando.

Cerró los ojos con fuerza. Y utilizando sus pocas energías, decidió ir a un último lugar.

****

—¿Puedes repetir lo que me acabas de decir? —preguntó Mathias con frialdad. Stacy le sostuvo la mirada sin dejarse intimidar.

—¿Qué sentido tiene repetirlo? Ya me has escuchado a la perfección. —respondió de la misma forma.

Mathias sonrió mostrando su falta de entusiasmo con la situación. Y ella se mordió la lengua.

Stacy estaba muy sorprendida con lo que estaba pasando. Jamás pensó que Mathias fuera a darse una escapada hasta Londres para ver a Lissie. Y probablemente se hubiera alegrado en otro momento. A pesar de no ser una clarividente, podía leer en su mirada la necesidad que él estaba sintiendo. Las ganas de confesar algo que le estaba aquejando.

Quería preguntar que sucedía, pero eso sería invadir su privacidad y la de su amiga. Sin embargo, sentía que algo no estaba bien con su visita y ese mal presentimiento estaba pudiendo más con ella.

Además, como si eso no fuera suficiente las cosas eran muy distintas. Cuando lo vio en el lobby del hotel prácticamente golpeó a Brad para que entrara de nuevo al elevador. Sabía que él ni siquiera vio a Mathias con la claridad que ella lo hizo. Luego de eso sacó con rapidez su celular y lo llamó.

—Brad, lamento haberte golpeado. Hay cambio de planes. Mathias Lorrinson está aquí —le dijo escondiéndose detrás de una estatua. Vio a Mathias caminar hasta la recepcionista.

—Cariño, no estoy para bromas. Acabas de golpearme fuerte.

—Maldita sea, Brad, estoy viendo a Mathias en la recepción. ¿Qué mierda hace aquí? ¿No se supone que esté trabajando o haciendo algo? ¡No debe de estar aquí! Dios mío, ¿Qué vamos hacer? No podemos llamar a Lissie porque ella estaría en peligro.




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